IV. SILENCIO (Mayo, 2011)

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  • Dedicado a Sergei Ivánovitch
                                    

El viejo despertó de golpe. Seguía en aquel desolado y tétrico cementerio al que había acudido. Paseó la mirada por todo el lugar, mientras con dificultad intentaba reincorporarse, sin lugar a dudas la edad le estaba jugando en contra y no es que hubiese tenido una mala condición física, sólo que las heridas del pasado le dejaron consecuencias que sentiría en el presente. Con cautela y tras un lapso transcurrido, se puso de pie. Caviló unos segundos antes de dirigir su mirada a la tumba que había estado abrazando antes de caer en aquel sueño que trajo parte de su adolescencia a su mente.

                    -Así que eso quieres-empezó a decir-Quieres torturarme con estos recuerdos ¿verdad?-apoyó una de sus manos en la lápida. El rastro del párkinson era evidente en Benjamín.- ¡No contenta con hacerme la vida difícil, intentas destrozarme, con imágenes de mi pasado!-su presión empezó a elevarse.- ¡¿Qué no entiendes?!-Tragó saliva-Qué no… ejem, ejem. Lo único que quiero es estar en calma, es por esa razón que hoy he venido, mi amor. Quiero que me perdones. Quiero que me salves de este infierno y me invites a vivir contigo como en los viejos tiempos…-carraspeó la garganta y con una voz muy débil prosiguió.-Estoy arrepentido. Muy arrepentido, no te imaginas lo mucho que me haces falta. No debiste dejarme. -clavó sus ojos en el cuarto dedo de su mano derecha, tenía un gran anillo de oro con su nombre grabado. Lentamente, con una delicadeza extrema, casi enfermiza, se lo fue quitando.

                  -Mira, amor, dónde quiera que estés mírame. Éste hubiese sido nuestro símbolo de amor, estoy seguro que lo habrías usado contentísima-suspiró.-  Podría habernos unido por tanto tiempo… Lamentablemente ahora no es más que un anillo ¿verdad? ¡No es más que una basura metálica!- lo apretó entre sus manos.- ¡Vil perra! ¡Eso es lo que eres, no tienes valor alguno, no debiste dejarme!-Levantó la mano y con un poco de impulso lanzó el anillo por los aires. Los gritos de Benjamín espantaban a las aves que reposaban tan tranquilas como las almas que dormían en ese cementerio. Además la oscuridad del cielo nocturno creaba un ambiente sobrecogedor.-Jamás pensé en decir esto-tomó aire- pero desearía nunca haberte conocido en mi vida. Amor mío, fuiste lo mejor que me pudo pasar, pero al mismo tiempo por ti he conocido el infierno… si….- fijó sus ojos en el nombre de la tumba.- Todo fue tan rápido, tan fugaz. En aquellos años éramos simplemente unos niños nadie esperaba que ocurriese lo que pasó.- Una fuerte ráfaga de viento atacó el cementerio. Benjamín cerró sus ojos, reteniendo la ira, la desesperación y la gama de emociones que se pronunciaban en forma de imágenes en su mente. 

Crónicas de un AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora