Nota 19

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Tus ojos brillaron cuando te dije que quería escucharla. Sonreíste enormemente y tomaste asiento a mi lado mientras pasabas tus dedos entre mi cabello. Ahora ambos estábamos en la cama, justo como cuando veíamos películas en mi cabaña.

Recuerdo como tomaste una profunda respiración y comenzaste a relatar.

-De acuerdo, umm… primeramente es un hilo rojo al que no podremos imponer nuestros caprichos, no podemos romperlo ni deshilacharlo. Un hilo rojo directo al corazón, que conecta a los amores eternos, a los profundos; esos que simbolizan el antes y por los que no hay después- Sonresite dulcemente-Todos tenemos uno, el cual lleva con nosotros desde nuestros nacimiento y nos acompañará siempre. Puede ser tensado en mayor o menor medida, más o menos enredado, a lo largo de toda tu vida-

-Wow-

-Lo sé- Reíste emocionada. Tus ojos tenían un brillo peculiar esa noche- Entonces, la historia comienza así.
“Hace mucho mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa, quien tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino así que la mandó traer ante su presencia.
Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con una bebé en los brazos, ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: «Aquí termina tu hilo», pero al escuchar esto, el emperador enfureció creyendo que era una burla de la bruja. Este empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la bebé se hiciera una gran herida en la frente. Luego, ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza. Muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda. Y en el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente… Al levantárselo, vio que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente.

-¿Era la bebé?- Pregunté sorprendido.

-Si, lo era-

-Esta historia…-

-Es una de mis favoritas- Sonreíste.

-¿Es verdadera?- Inquirí curioso.

-Completamente-

-¿Cómo lo sabes?-

-Yo… ¿No se lo dirás a nadie si te lo digo?- Preguntaste entrecerrando los ojos.

-Claro que no-

-De acuerdo. Umm, yo puedo verlo, el hilo rojo-

-¿Cómo?-

-Es una de las habilidades de mi madre. Al igual que ella, yo la tengo-

-¿En serio? ¿Cuáles has visto?-

-El de Percy y Annabeth- Sonreíste- Desde que Percy llegó al Campamento Mestizo, lo supe. También el de mi hermana y Jason. Hazel y Frank…-

-¿Y el tuyo?- Cuestioné desviando la mirada.

-No puedo, es algo así como prohibido. Puedo ver el de la mayoría, pero el mío no. Sería una ventaja, pero…-

-¿Pero?-Interrumpí.

-Mi madre ha visto mi hilo. Dijo que hay algunos nudos en él pero que todo siempre se arregla- Respondiste.

-¿Y el mio?- Pregunté.

-Tampoco puedo verlo. Lo siento- Te disculpaste- Pero no te sientas mal,  no eres el único que no puedo ver, también está el de unos chicos de Atenea, otras hermanas mías y unos de…-

-O tal vez no estoy destinado a tener a alguien-

-Lo estás- Aseguraste.

-Soy de otra época-

-Eso no importa, igualmente hay alguien. Todos tenemos una persona que nos hace feliz, todos merecemos a una. Estoy segura de que tú la tienes-

-Tú me haces feliz- Para ese momento tenía tu mano entre las mías.

-Tú también, mejor amigo-

Ese comentario me había sorprendido, creí que gustabas de mi.

-¿Ya no estás molesta conmigo?-

-Nunca lo estuve, solo necesitaba espacio para pensar un poco acerca de todo eso. Por cierto, lamento el golpe-

-No te preocupes-

-Bueno, umm… entonces yo mejor me iré a dormir a la habitación de huéspedes-

-Quédate conmigo- Dije tomando tu mano y acercandote a mi- Por los viejos tiempos-

-Nico…-

-Así te asegurarás que duerma-

-De acuerdo, pero solo serán cinco minutos- Respondiste recostandote a mi lado.

-Hasta mañana, Princesa-

-Descansa, Ángel- Susurraste.

Ese momento es uno de los que más atesoro, me hubiera gustado que tú también lo hicieras o mínimo lo recordaras…

-Nico di Angelo.

Remember (Nico di Angelo y tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora