Capítulo 14. Arika

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Me siento en la cocina esperando a que se oiga el sonido de la puerta abriéndose

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Me siento en la cocina esperando a que se oiga el sonido de la puerta abriéndose. Carol ha ido a recoger a su novio, el cual se viene a vivir con nosotras unos días. El último asesinato, que ocurrió mientras yo estaba en el hospital, nos ha dejado a todos consternados. Las calles ya no se ven alegres; parece un día de tormenta. Aunque el cielo esclarece, el ánimo que cae sobre Skyfall no. Las caras grises, el miedo, las personas corriendo en vez de andando, son lo que crea el ambiente de tormenta, incluso en el más soleado de los días.


Ninguno de los fallecidos son gente conocida... Excepto Josh, en cierta manera. Pero el dolor sigue siendo palpable; mi corazón junto con el del resto de residentes del pueblo se rompe en mil pedazos por los caídos. Aunque el sufrimiento por las muertes y el dolor que reside en mí por alguna causa desconocida se mezclan, puedo distinguirlos en todo momento. Me veo incapaz de mitigar ninguno, me veo incapaz de animarme, de moverme... Quizás sea esta extraña condición la que me tiene atada de pies y manos y que quiere que sufra; nunca lo sabré, pues ni los doctores han averiguado de qué se trata.

La puerta se abre al fin, lo que disipa mis pensamientos. Lo agradezco, pues la soledad que se apodera de mí es insoportable.

Me levanto, deshaciéndome de la manta que me envolvía y me proporcionaba algo de calor. Carol entra con una maleta y Sam la sigue.

―¿Necesitáis ayuda? ―pregunto, acercándome a ellos.

―No te preocupes, Ari. Deberías descansar ―responde Sam.

Le sonrío a modo de agradecimiento, pero le ignoro. Paso por al lado de ellos y recojo algunas cosas que están en el ascensor.

―Qué cabezona eres ―dice Carol, riendo.

―Lo sé, pero me quieres igualmente ―exclamo desde el rellano.

Los oigo reír y por un momento me siento feliz, pero el dolor toma control de mi cuerpo, evitando que pueda disfrutar de esos sentimientos de felicidad por mucho tiempo. Dejo lo que llevaba en el suelo un segundo, mientras respiro para mitigar el dolor. No he conseguido controlarlo del todo ni hacer que desaparezca, pero por lo menos he aprendido a respirar para dar una sensación de calma a mi cuerpo y que él mismo se restablezca, aunque solo sea un poco. De esa manera, puedo vivir mi vida sin tener que estar yendo al hospital cada dos por tres. Sin embargo, eso no significa que esté tomando control de otras partes de mi cuerpo, así como mi mente...

―¿Te encuentras bien? Trae, ya llevo yo eso ―dice Sam al verme parada en medio del pasillo.

―No te preocupes, estoy bien. Solo necesitaba descansar un momento, pero puedo llevar esto. ―Levanto las bolsas que había cogido; aunque pesen un poco, sé que puedo llevarlas, por algo he ido al gimnasio.

―Pesan un poco, Arika... No me importa llevarlas, de verdad ―insiste.

―¿Si no para qué he ido tanto al gimnasio? Estaría desperdiciando mis esfuerzos si no uso mi fuerza para algo útil ―contesto, haciéndole sonreír.

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