El diario de Neville

70 5 7
                                    

Este One Shot fue el primero que nos (me) pidieron para la prueba final.

Nos encargaron 3 One Shot, y para el primero teníamos que escribir con un género con el cual nos sintamos más cómodos, del cual, a mí se me dio el Drama.

También se nos dio un límite mínimo de palabras para los 3 One Shots, el cual fue de 4000, más este One Shot que están por leer se conforma por 4138 palabras.

Y por último, se nos dio un protagonista para cada One Shot, y el protagonista de este primero fue Neville Longbottom.

Ahora sí, disfrútenlo.

Neville Longbottom no sabía lo que era tener un par de padres que lo consintieran, amaran y cuidaran. Pero sabía lo que era tener el amor de una familia.

Neville era un niño feliz. O al menos Augusta así lo veía. Un niño rechoncho, sonriente y siempre viendo el lado bueno a las cosas.

Algie lo adoraba. Sabía que ese niño sufriría tarde o temprano, al igual que Augusta, pero Algie le mostraba el mejor lado de la vida, mientras que Augusta lo forjaba para que fuera fuerte en su vida.

Toda su niñez Algie había hecho hasta lo imposible por ver a su nieto ser un mago y que sintiera lo que era poder hacer magia, pero el pobre Neville no daba indicios de ser un mago en lo más mínimo, hasta varios años después.

Neville acababa de cumplir 8 años y por fin había dado su primer brote de magia, algo que toda la familia quería celebrar.

¿Cuál era el problema de todo esto, siendo que todo era felicidad en la familia Longbottom? Neville se sentía incompleto. Él niño necesitaba... a sus padres.

—Abuela, por favor, te pido me lleves a ver a mis padres —rogaba el pequeño rubio con sus mejillas rosadas mirando a su abuela.

La mujer, con la barbilla hacia arriba, dando al pobre niño temor del poder que le demostraba, simplemente dijo:

—Los verás cuando sea el momento.

La anciana no tenía problemas con llevar al pobre chico con su hijo y con su nuera; pero no podía. Augusta sentía sus piernas temblar de pensar en cómo su nieto reaccionaría al ver a sus padres, sin dar ni una pizca de reconocimiento a su hijo. Lo haría pedazos, y Augusta no se lo podía permitir.

Neville no entendía porque no podía ver a sus padres. Si, él sabía que no estaban en sus cinco sentidos y que no eran unos magos normales como él o sus abuelos, pero Neville quería verlos, quería saber que era ser abrazado por su madre mientras le susurraba al oído "Te quiero" o que su padre le revolviera el cabello mientras le gritaba con orgullo "¡Ese es mi campeón!". Neville no lo quería, no era un capricho, no moriría si no veía a sus padres. Pero Neville lo necesitaba.

El pequeño niño regordete se alejó de su abuela con la cabeza gacha hacia una pequeña mesa que estaba en el patio del jardín de sus abuelos y se encontró con una pequeña libreta de cuero. Estaba amarrada con un lazo también hecho de cuero, el cual no sólo tenía sujeto el encuadernado, sino también una pequeña nota adhesiva color rosa pastel.

En la nota decía: "Para que escribas todas tus experiencias y pensamientos, pequeño niño, lo que escribas aquí vendrá de tu corazón, sabrás que escribir y cuando. No necesitas mostrarle a nadie lo que dice, solo úsala cuando la necesites. Yo hice lo mismo en mis tiempos en Hogwarts y aunque a ti te falten aún varios años, sé que te servirá en su momento.
Te quiere, el tío Algie".

Neville no sabía que escribir. ¡Sólo tenía ocho años! Pero de cualquier manera tomó la libreta y se dirigió a la casa en busca de un buen lugar donde guardarla.

La verdad de ser un mago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora