Un chico pelirrojo caminaba con la mirada baja, recorriendo lo que hace años fue el pueblo en donde pasó su infancia. Sus pasos eran temblorosos y torpes, teniendo como excusa la marea de emociones que le azota sin piedad.
Refugiaría sus manos en sus bolsillos por el frío clima, pero decide darle prioridad a las flores rojizas que lleva consigo. Las admira por unos momentos, sólo apreciando la belleza de estas... Y los dolorosos recuerdos que le trae ese color.
Su labio comienza a temblar al estar frente a la amplia entrada de su destino. Se trata de unas rejas negras, siendo lo suficientemente altas para que le intimiden. El judío considera la opción de regresar por donde vino, tirar las flores a la basura y pretender que todo esto nunca ocurrió.
Pero Kyle no podía simplemente retroceder.
Con un andar cada vez más torpe, se adentró en el cementerio de South Park. Siguió su camino, sintiendo escalofríos al rondar por esa zona, rodeado de tumbas.
Sin embargo, se detiene en seco al estar frente a la lápida que estaba buscando. Al contrario de todas las demás que están claramente bien decoradas y cuidadas, esta apenas tiene un ramo de flores cercano. Kyle sólo pudo suspirar al confirmar lo que había escuchado. Eric Cartman estaba muerto.
—Hola, culón...— Al contrario de como había sido hace años, ahora no hay un tono burlón en su voz. Sólo hay dolor, haciendo sus palabras apenas un frágil hilo. —Lamento llegar tarde.
Ahora teniendo un notorio temblor en sus manos, Kyle se inclina lo suficiente para dejar las flores rojas en la tumba de su amigo de la infancia. Suspiró nuevamente, nunca pensó hacer esto.
—Sé que tu funeral fue ayer, pero no logré llegar. Te traje flores de tu color preferido para que me perdones... Aunque, conociéndote, probablemente me pedirías mucho más que esto.— Una débil risa se escabulló entre sus labios, siendo producto de los fugaces recuerdos que llegan a su cabeza.
—Eric... Lo siento mucho.— Las rodillas del pelirrojo tocaron la tierra, estando ahora lo suficientemente cercano para poder posar una mano en la tumba. Mordió su labio, intentando calmar sus emociones. —Siempre pensé que serías el primero en morir de los cuatro. Tu colesterol o tus numerosos enemigos te iban a llevar a esto... Pero nunca pensé que dolería tanto cuando ocurriera.
Nuevamente da una ligera risa. Es un sonido amargo, sólo buscando ocultar las fuertes sensaciones atacando su pecho.
—Eras joven, Cartman. Apenas cumplías los veinticinco años... Y estabas completamente solo.— Ese pensamiento le produce escalofríos. Agita la cabeza, intentando apartar esas ideas. —Bueno, no estabas tan solo... Tenías a tu madre.
Hay silencio unos momentos, en donde el judío aprecia las flores en la tumba que estaban antes de que él llegara. No necesita pruebas, sabe que ese pequeño tributo es de la mujer mencionada.
—Pero... Nunca te casaste, no tuviste hijos. Nada.— Su mano se desplaza con lentitud, pasando la yema de sus dedos sobre las letras inscritas en la piedra. —Debió ser triste... Por mucho que lo niegues, culón.
Ya que no había nadie cercano para detenerlo, Kyle se acercó más a la tumba, lo suficiente para poder apoyar su cabeza con suavidad sobre la piedra pulida.
—Siempre pensé que sólo eras un idiota, un hijo de puta que sólo sabía hacer daño... Y lo eras.— Suspira, cerrando sus ojos y apreciando el silencio dominante en la zona. —Pero también eras una especie de niño muy jodido. Siempre solo, desesperado por atención, por sentirte superior. Nunca comprendí tu comportamiento, Eric, al menos no mientras estabas vivo.
Tragó saliva, sintiendo un nudo en su garganta. Sus ojos arden, amenazando con formar lágrimas en cualquier momento.
—Nunca noté que necesitabas ayuda, que estabas corrompido y no sabías diferenciar el bien del mal. Sólo eras un niño mimado estúpido para mí... Y las cosas tuvieron que terminar así para que yo pudiera notar que no eras solo eso.— Las manos del judío se aferraron con mayor fuerza a la lápida, en un vano intento por concentrarse en calmar el temblor de su voz.
ESTÁS LEYENDO
Despedida. [Kyman] [South Park]
ContoSólo las palabras de una persona que no logró despedirse.