Es casi imposible determinar en qué momento termina nuestra infancia y pasamos a la adolescencia. Y es igual de difícil señalar cuándo es que ésta acaba a su vez y empezamos a ser algo más. ¿En qué momento dejamos la tierna niñez? ¿En qué instante abandonamos nuestros sueños juveniles?
Para Nivia, sin embargo, el momento de quiebre fue algo más definido. Empezó ese día.
La súbita e inexplicable muerte de su mejor amiga significó el inicio de aquella ruptura. Fue como un desagradable despertar, pues hasta ese momento todo lo que conocía era una apacible vida en su tranquilo pueblo, con sus reglas misteriosas, pero al final de todo, pacífico. Era el lugar donde descansaba su inmaculada niñez, y de pronto, había sido profanado por un crudo escándalo.
Al inicio, Nivia fue incapaz de creerlo. ¿Cómo era que Gabi pudiera estar muerta? Era imposible, ayer mismo había hablado con ella. Habían acordado algo. ¿Por qué decían que estaba muerta? Estaba convencida que si iba a la escuela iba a encontrarla allí, como siempre. Y se aferró a ese pensamiento hasta que vio ella misma el cadáver de su amiga. Pues la más fuerte de las negaciones siempre finaliza cuando se da de bruces con la inclemente verdad.
Y esta verdad, que tenía la forma de Gabriela, era fría y pálida. El corazón de Nivia retumbaba en sus oídos y todos los sonidos de la sala se desvanecieron. Gabi parecía una muñeca de cera blanca. Tiesa, inanimada, gélida. Era absurdo imaginar que hasta hacía unas horas, aquella carcasa había estado con vida. Nivia no pudo evitar tocar con su índice la frente de su amiga, y sólo así supo que era real.
¿Qué fue lo que le pasó?
El fantasma de esa pregunta flotó en su mente de forma casi imperceptible por el manto de su confusión. Y cobró cada vez más sonoridad. ¿Qué fue lo que pasó? Y ¿por qué?
El limbo de estupefacción en el que se encontraba se desvaneció en súbito cuando divisó a Lantés, Dazilo y Ulises. Los tres en atuendos negros para darle el pésame a la familia y el último adiós a su amiga de infancia.
Lantés. Esto había sucedido porque Nivia había sido incapaz de confrontarlo desde el inicio. Pero él también había salido aquella noche, debía saber algo. Y diferencias y misterios aparte, Gabi era amiga de ambos.
De la esquina de la sala en la que se había recluido, Nivia salió repentinamente de la sala, llamando la atención de los que guardaban duelo. Y alcanzó a los tres muchachos que se alejaban calle abajo.
—¡Lantés!
Aunque sólo fue a él, los tres se volvieron. Aquel impremeditado encuentro le resultó de pronto extraño a Nivia. Eran sus amigos de infancia y habían compartido mucho. Tenía recuerdos emotivos con cada uno de ellos. Sin embargo, de repente sintió como si estuviera en frente de tres desconocidos.
Los ojos color café de Lantés, no obstante, eran los mismos.
—Nivia, no te vimos en el velorio —dijo él ante su mutismo, entonces él también guardó silencio. Como si estuviera indeciso. —Lo que le pasó a Gabi... ¿Necesitas hablar? Si quieres hablar sobre eso... sobre lo que sea, sabes que puedes hacerlo con nosotros.
Y esbozó una sonrisa consoladora. Aquel sorpresivo intento por retomar su antigua interacción le dio cierto alivio a Nivia, sin embargo, había algo extraño. Algo que no sabía identificar. Pero si se había animado a encararlos, había sido por algo.
—Necesito saber qué fue lo que le pasó a Gabi —emitió ella, casi como una petición. No supo si mencionar lo que sabía, que lo había visto salir esa noche también. No obstante, permaneció muda al ver la expresión que había compuesto Lantés.
YOU ARE READING
La doncella crepuscular
FantasyEn el pacífico pueblo de Trocanto existe una regla inquebrantable: Está terminantemente prohibido salir en las noches de otoño. Una regla que Nivia ha acatado sin falta, pues a pesar de esa curiosa prohibición, ella adora su hogar y siempre ha anhel...