1. Hacer la maleta.

3.2K 37 6
                                    

Los cambios no tienen por qué ser malos.

A veces ocurre que ni si quiera los notamos y otras se sienten todos y cada uno de los giros, llegando a marearnos incluso. Cuando pienso en los cambios que sufrimos durante lo largo de nuestras vidas me gusta pensar en cómo hacemos una maleta antes de irnos de algún sitio que vamos a dejar de forma precipitada pero con tiempo suficiente:

Primero, buscas la maleta que mejor te venga porque en ocasiones necesitas hasta varias y otras solo te hace falta una bolsa. El tamaño del equipaje debe estar acorde con lo que quieras llevar por eso es recomendable tener claras nuestras prioridades. Un ejemplo puede ser aquel CD de música de aquel cantante que te enamoró por primera vez, que haciendo más clara la metáfora pueden ser nuestros recuerdos pasados; en la actualidad el cantante nos gusta más o menos, nos podemos avergonzar de aquellos gustos o no pero lo importante es saberlo asumir, justo eso debemos hacer con nuestro pasado antes del cambio. El tamaño del equipaje también debe de estar ajustado a la duración del viaje, una hora, una semana, mes, año... O para siempre. 

Segundo, escoges siguiendo tres criterios lo que te quieres llevar. El criterio número 1 es la utilidad, aquí coges todas tus experiencias y creencias, porque nunca sobran. El criterio 2 es aquello que te emociona, como todos los primeros momentos o grandes acontecimientos que te marcaron para bien o para mal. Y por último, el criterio número 3, donde dejamos fuera todo lo que nos haga sentir mal, como los complejos negativos ( todos aquellos que no nos hagan avanzar en el viaje de nuestras vidas). Los complejos negativos son conocidos como lastres, y aunque todos llevamos lastres alguna vez, somos conscientes que para seguir debemos soltarlos. El problema es cuando el lastre no es un recuerdo y es una persona... Porque en nuestra maleta del cambio deben estar aquellos que nos hagan bien y que miren por nuestro bien; las personas, familiares o no, no deben ser un lastre, si lo son lo único que pasará es que tengamos sentimientos cruzados al pensar en ellas...

Tercero, tirar lo que no te llevas. No sería tanto tirar como saber dejar atrás. Esta situación se puede explicar con el ejemplo de perdonar. Perdonar de palabra es fácil, pero ¿hasta qué punto lo hacemos de verdad? Perdonar no es olvidar, igual que no tiramos a la basura aquello que dejamos atrás, cuando perdonamos decidimos empezar desde cero y a mi entender no es arrancar la hoja o borrar lo escrito de la libreta (escribir sobre lo borrado a veces solo crea confusión) sino pasar la hoja y empezar una nueva que no se base en hacer como si nada hubiera pasado, manteniendo la hoja "en sucio" podemos mirarla para aprender de nuestros errores.

Cuarto, cerrar la maleta. Hay tantas formas de cerrarla que no sé por donde empezar, por ejemplo cuando nos ponemos necios y queremos llevar más cosas de la cuenta y no la podemos cerrar de forma "usual" y nos vemos obligados a sentarnos encima, saltar, etc hasta que nos resignamos a pensar y reflexionar sobre qué es aquello que sobra.

Otra situación puede ser cuando estamos tan hartos de todo que buscamos algo radical y nos llevamos a penas nada, pero a mi entender sin pasado el futuro es muy difuso así que esto solo es para los desesperados valientes que están seguros de que es lo único que les puede mejorar, entonces sí adelante.

Habiendo visto las situaciones más extremas, solo queda la normal: una maleta llena hasta ser vaciada de nuevo para llenarse con otras cosas después, que lleva años laaaargos encima unos más buenos que otros.

Por último, con la maleta ya cerrada decimos adiós a nuestro pequeño mundo interior de ese entonces porque va a ser reemplazado por otro. Los cambios no siempre son malos pero no se puede negar que son difíciles, porque hasta de la situación más mala salen costumbres buenas que después echaremos de menos. 

Y recuerda, nada es irrecuperable.

Cartas a mi AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora