Fosforecente y sexual

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Paula y Dalixe tienen sus manos pegadas sobre el cristal de la tienda de videojuegos. A unos milímetros de sus narices, la pantalla plasma transmite el comercial del juego Assasin's Creed.
Dalixe le da una mordida a su cachetada de dulce roja. Deshace el caramelo en su boca con lentitud, esto es lo más cercano a su idea del sabor del color rojo. Lo disfruta.
Paula se arranca un pellejo de la boca; después lame una paleta de colores que Dalixe le regaló después de que se bajaron del carro para llegar al centro comercial.
"Ve los gráficos."
Dalixe habla por fin; se quita el pegamento de dulce de un cacho de su pelo con sus dedos empapados de saliva.
Dalixe voltea a ver a Paula esperando una respuesta. Solo se fija en como brillan las iluminaciones diferentes de la pantalla en la cara de Paulita. Sus ojos se vuelven blancos, luego azules, luego rojos.
"Así sí juego a las barbies."
Unas voces desconocidas detrás de ellas, se atreven a insertarse en sus calmas.
Paula voltea a ver a Dalixe con una expresión de susto.
Dalixe tiene plasmada la misma expresión.
Paula tiene un momento de reflexión, y después hace algo que Dalixe no se esperaba; empieza a hacer ladridos en dirección de los muchachos, quienes voltean sorprendidos y se detienen.
Dalixe se empieza a reír, así que decide seguirle el juego pero con maullidos fuertes y agonizantes.
Las dos parecen granja con sus sonidos, y la gente se les queda viendo extrañada, pero disfrutan lo que significa aquello que sin vergüenza hacen.
Los muchachos avanzan, sin volver a mirar atrás.
Paula regresa la mirada a la pantalla plasma con una sonrisa.
"Ni me gustaba jugar con Barbies."
Paula lame su paleta después de confesar.
"A mi sí."
Dalixe admite.
En ese momento, se termina el comercial.
Ambas miradas de las niñas aún quedán plasmadas en el la pantalla oscura.
El celular de Dalixe vibra. Lo checa.
19:24.
"Mierda, la cena."
Dalixe toma del brazo a Paula, y la arrastra por el lago de gente ruidosa, todos en constante movimiento como las particulas del gas; se separan, se dispersan, las obstaculizan a ambas niñas con la presión de llegar al restaurante del piso de arriba.
Un cuerpo externo interrumpe la conexión física entre Paula y Dalixe. Dalixe se detiene al no sentir el contacto con Paula; voltea abajo, a su alrededor, y sólo hay personas que no tienen el aura de Paulita, no tienen el pelo, la piel, los ojos negros de Paulita.
Dalixe no puede respirar. Dalixe está a punto de perder la razón. Dalixe empuja con un brazo a una mujer, a un niño con otra.
¿Dónde carajos está?
En eso un dedo pequeño se sume en el cachete de Dalixe.
"¡Paula!"
Dalixe la abraza y cierra los ojos, como si se vieran después de cien años de soledad.
"¡Ya vámonos!

Al llegar a la entrada del restaurante, Paula y Dalixe derrapan enfrente de la puerta. Entre risa y risa entran no antes de que Dalixe se estrelle con el vidrio, y la paleta de Paula se cayera al auxiliarla.
El lugar huele a fresas, o al menos, al ver las paredes rojas de piel, Dalixe se imagina el sabor de la cachetada de fresa en su lengua.

Cuando encuentran la mesa repleta de cabecera a cabecera por todos sus amigos y amigas cercanos, se sientan enseguida, pero esta vez, separadas una de la otra.
Paula se sienta con su novio, tan buena persona y tan frágil que parece que se puede romper, y Dalixe se sienta a lado de un muchacho que conoce desde hace ya bastante tiempo; no se hablan desde hace semanas.
Dalixe lamenta su posición en la mesa. Deja la cachetada roja a medio comer en la mesa.
Les traen a todos una copa de vino blanco. Dalixe pide vino tinto.
Le toma; le desgracia el sabor, pero la costumbre no la deja demostrar ese disgusto.
Otro sorbo.
"Es porque es rojo, ¿verdad? Ni te gusta. Se te nota."
El dicho muchacho se atreve a hablarle a Dalixe.
Dalixe observa desde su esquina a Paula. Ella se ríe con su novio.
"No."
Dalixe le da otro sorbo a su mentira.
El muchacho la observa con cautela. Ella lo mira rápidamente, pero baja los ojos a sus piernas bajo la mesa.
"Oye, ¿y que traes en tu lengua? ¿También roja? Que pedo, tu blusa también."
Dalixe se cierra la chamarra. Se siente exhibida.
"Que te valga."
Dalixe al fin lo mira a los ojos.
Son sombríos y sin colores fascinantes como los del comercial del videojuego. Dalixe lo lamenta tanto por él.
"Ey, ¿qué te pasa?-"
Se levanta de su silla arduamente, con una agresividad que nunca le conoció Dalixe.
"Es tu culpa todo lo que pasa aquí. Yo intento arreglar las cosas, y todo lo que haces es ignorarme o hablarme como si fuera tu perro. Yo siento cosas bien por ti.-"
"¡Cállate animal! Yo intento que todo sea como antes. Yo intento que nos podamos a ver a los ojos sin que me recuerdes lo terrible que has sido como amigo. Eras mi amigo. Eres un asco."
Dalixe se deja llevar por las emociones, y grita todo lo que se ahogaba en su garganta. Todos en la mesa los están viendo.
"Tu sabías que es lo iba a pasar, tu sabías que yo te tenía una confianza enorme, ¡enorme! ¿Por qué todo tiene que acabar por tu maldita calentura?"
Dalixe está llorando, frágil, al fin liberada.
"¡Yo te quiero! Tu eres la mamona que no me acepta como otra cosa. Yo te quiero bien, deberías estar agradecida! "
Dalixe se levanta con furia.
"¿Por qué no la amas a ella? ¿O a ella?"
Dalixe apunta a dos de sus amigas quienes reciben la pregunta con mucha indignación.
Las lagrimas se resbalan en las mejillas de Dalixe.
"Ojalá algún día pierdas a alguien, para que sepas que es lo que...-"
El vaso de vino tinto sobre él. Él, mojado, un rojo que se mezcla con el color de sus prendas y se vuelve un color feo. Sus ojos inspeccionan su cuerpo sucio con vino.
Todo el restaurante está en silencio.
Dalixe deja el vaso de vidrio en la mesa, temblando.
Mira a Paula, ella con cara de susto, como cuando los muchachos les empezaron a decir de cosas en la tienda de videojuegos.
¿Por qué no le ladra a él?
Dalixe toma su cachetada de dulce, y se dirige hacia el fin del mundo.
Se dirige al balcón del restaurante.
La noche es fría, el cielo negro y con ciertos destellos que le da un poco de luminosidad.
El aire mueve las palmeras de lado a lado, y el cabello de Dalixe baila en unísono.
El olor a tacos invade su nariz desde el puesto de abajo.
"Dalixe. ¿Todo bien?"
Sale otro muchacho de camisa roja, quien alrededor de su cuello trae un diente de tiburón.
"No sé. Me emperré."
"Ese wey está bien tonto. Ya me trae hasta la madre también."
Él se recarga en el barandal, justo a lado de Dalixe.
Dalixe se queda en silencio.
"¿Recuerdas las constelaciones de las que te platiqué? Están justo arriba de nosotros."
Dalixe lo mira a el, en vez de admirar aquello que le indica. Su corazón no late más fuerte, pero tampoco cambiaría estar ahí a su lado por nada. Su pureza al decir cosas sobre el espacio, sobre sus mascotas, sobre cada una de esas cosas insignificantes que al ser escuchadas por Dalixe, cobran una importancia tremenda por su simplicidad y soltura.
Él baja la mirada hacia ella, y ella voltea hacia arriba.
"Que cool."
Dalixe hace como que las identifica.
"A la próxima dile que su puta madre es la que le va a tirar la sopa encima."
Se ríe de su propio comentario.
Dalixe mira abajo, hacia donde las luces de la ciudad se ven de colores fluorescentes y escandalosos, como un gran letrero de neón puesto sobre la triste ciudad; sólo se ve así los viernes y sábados.
"¿Y tu por qué no dijiste nada? Todos están de acuerdo con que es un animal, pero nadie dice nada. Me dejan en un hoyo negro del que es imposible salir sola."
Dalixe se quita la vergüenza de reclamarle, y lo mira con firmeza.
"A todos ya nos hartó. Está todo tonto.
¡Ve! ¡Es un ovni! ¡Te lo juro!"
Dalixe sube sus ojos a donde él le indica.
Solo son un par de luces rojas que se mueven en ángulo llano.
"Olvídalo, es un avión. ¿Entramos?"
El no espera su respuesta, así que toma el camino hacia el restaurante. Dalixe observa sus pasos, alejando su presencia lentamente. Al levantar su pie en el quinto paso, Dalixe identifica una pequeña flor tirada y destruida.
Reacciona en cuestión de secundos, y se inca a recogerla. Él se detiene y la mira con desentendimiento.
"Les vale. Les vale lo que soy, lo que seré. ¿Desde cuando me convertí en un objeto al que le dan la denominación que ustedes gustan, amigos? ¿Desde cuándo, quiero saber yo?"

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Crónicas de alguien medio vulgarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora