2. El instituto del vicio.

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Victoria Evans

El primer día siempre era una mierda, como los del resto del curso. Aunque para mí ya era una costumbre, y se me hacía algo más ameno sobrellevar la rutina con este grupo de idiotas.

Los nervios de Troye se podían detectar a kilómetros. Incluso aunque este curso fuéramos a ser oficialmente los mayores del instituto, siempre temía quedarse solo en alguna que otra clase; cosa que era imposible, puesto que todos nosotros compartíamos la mayor parte de las asignaturas, y siempre había alguien que tuviese optativas en común con él. Sophie, por el contrario, desprendía un aura de indiferencia y una expresión que gritaba: "¡Odio el instituto y al profesor de matemáticas!", mientras que Tracey seguía tan radiante como de costumbre. Outfit perfecto, peinado perfecto, y -¿cómo olvidarlo?- esmalte de uñas perfecto.

-¡Victoria, ven aquí ya! ¡Quiero ver los nuevos horarios! -me gritaba Troye con fastidio.

-¿Eres estúpido o qué? Todavía tenemos que esperar por los demás.

-Me da igual -respondió halándome del brazo- que lo miren ellos luego.

Nos acercamos a la oficina de Secretaría.

-Buenos días. Troye Henderson y Victoria Evans -me señaló. La señora, que rondaba cerca de los 40, llevaba unas cat-eye glasses muy propias de los años cincuenta. Después de teclear nuestros nombres en el ordenador nos tendió unos papeles con nuestros respectivos horarios-. Gracias.

-Hola, Sophie Brown.

-Aquí no aparece ninguna Sophie.

-¿Cómo que no? ¿Me estás vacilando o qué? -preguntó Sophie gesticulando exageradamente.

-Le digo que no, señorita. Si tiene algún problema vaya a hablar con el director -respondió la secretaria con indiferencia.

-Oye tía, te aseguro que mi amiga se ha matriculado para el último curso conmigo. Tiene que haber un error -se interpuso Tracey.

-Oh, ¿para el último curso dices? Pensaba que venías a sustituir a Donna, la limpiadora.

La cara de póker que puso mi amiga valía millones. Tracey se aguantó una pequeña risa que salió de su boca, mientras Troye y yo cruzamos las miradas.

-¿Cómo?

-¿Le pasa algo, señorita?

-¿Que si me pasa algo? -apretó levemente la mandíbula y el puño- ¡¿PUEDE DEJAR DE DECIR TONTERÍAS Y BUSCAR MI HORARIO DE UNA VEZ?! ¡TENGO PRISA!

-Relájate, cariño. Podrías haber empezado por ahí. Aquí tienes.

Se lo arrancó bruscamente de la mano y vino hacia nosotros con Tracey, quien había roto en una histérica carcajada.

-¿VIERON ESO?

-NO ME HE PERDIDO NI UN DETALLE -contestó Troye mientras los tres nos reíamos al unísono.

-¿Saben qué? Que les jodan -dijo Sophie mientras nos enseñaba su dedo corazón y marcaba un número en su iPhone para después colocárselo en la oreja-. ¿Es que los demás no piensan venir o qué?

-Ashley me ha dicho que a las menos cuarto estaría aquí. Faltan cinco minutos, supongo que no tardará mucho en llegar- respondió Tracey mientras se secaba las lágrimas producidas por la risa.

-Creo que sobran esos cinco minutos- dije observando a la puerta de la entrada.

Como si de una película se tratase, entraban nuestros amigos con paso decidido y triunfante. Ashley, Charlotte, Andrew y Mary habían llegado; esta última, maldiciendo algo por lo bajo.

Le rêve americainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora