Prólogo

34 4 0
                                    

Hace 3 años:
Sus ojos fríos me miraban, como inyectados en sangre, que hacen que sienta un gélido aire por la espalda. Con la piel de gallina le miro bien, "El Cerillas". "El Cerillas" está en mi casa. Un psicópata asesino que no se aleja de su encendedor. Este maníaco se divierte matando a gente al azar quemándolos en la casa de la propia víctima. La policía esta desesperada por encarcelar al pirómano este.

Incluso con trece años rezo para que dios me salve. Cuando de repente habla:

- Un niño...- dice en voz baja - ¿Por qué no corres, chico?

- ¿Por qué debería? - digo intentando ocultar mi temor.

Al ver que tiene una caja de cerillas en una mano y un fósforo en la otra veo mi error en haberle contestado.

- Soy "El Cerillas", y pensaba quemar la casa.

Me impresiona como puede decir algo así sin inmutarse lo más mínimo.

-¿Y tus padres? - dice de repente.

-Estoy solo - digo tembloroso.

-¿Solo? - dice mientras me arrepiento de haberle dicho la verdad - Solo...

Aprieta con fuerza la cerilla, se acabó. Me pregunto que pensaran mis padres al ver la casa en llamas y mi cadáver calcinado. Pero en vez de prenderla la suelta y se sienta a mi lado. Ahora, ahora podría salir corriendo y encerrarlo en el salón, llamar a la policía y se termino el asunto; pero en vez de eso le pregunto que le ocurre.

- Eres igual.

- ¿Igual?

- Eres igual que yo de niño, el mismo que día que los perdí.

- ¿Perdiste?

- A mis padres.

Se hace un incomodo silencio, miro la cerilla tirada en el piso, ya no tengo miedo. Le pido que prosiga.

- Mis propios padres intentaron matarme.

Sus palabras recorren todo mi cuerpo, ahora si tengo miedo.

- Vivíamos a las afueras de un pequeño pueblo. Mis padres tuvieron un trauma que los volvió locos, al estar en un pueblo pequeño a nadie le importaba sus formas de comportarse. Eran buenas personas a pesar de no estar cuerdos; ellos solían cuidarme hasta que la locura se fue de la ralla, empecé a cuidarles yo. Un año después de que me empezase a encargarme de ellos ocurrió. Estaba solo en mi habitación y mis padres prendieron una cerilla y la tiraron a mi cuarto, supongo que se aburrían. Nada más me fije en el fósforo me lance por la ventana más cercana de mi habitación, al estar en una planta baja no me paso nada y mientras todo quedaba consumido por las llamas oía a mis padres desternillarse.

De repente deja de hablar, me mira, pero su mirada se desvía a la cerilla.

-Por favor, continúe. - le digo para intentar alejar su atención de ella.

-Sí, perdón.

Por los pelos.

-Los bomberos del pueblo llegaron tarde. Cuando todo quedó en las cenizas todavía escuchaba el eco de sus risas descontroladas.

Había escuchado historias de miedo para no dormir en meses, pero pensar que esto es real.

-A partir de hay empecé a vivir por mi cuenta. Pero que hago hablando contigo, tendría que estar incinerando tu cadáver.

-¿Pero por qué?

-Porque...

De repente se levanto y se fue.

Y ya está, no volví ha verle. Dejo de asesinar, no volvió ha aparecer en el periódico, ni en la televisión, ni en la radio. Desapareció...

Hasta hoy.

Quemaduras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora