23 de junio de 1997
Durante todo el trayecto se han escuchado petardos. Es de noche, y desde la ventanilla de la derecha se ve el mar oscuro chispeando de color blanco a la luz de la luna.
Carlos no es muy bueno conduciendo. La única que se lo echa en cara es su hermana pequeña, Beatriz, sentada a su lado. Hace poco que se ha sacado el carnet y aún no se ha acostumbrado al Opel Corsa de su padre, se defiende Carlos. Raquel le quita importancia. Tanto ella como Susana se ríen, ambas en los asientos de atrás.
—Ignórala. Lo haces súper bien, Carlos —lo anima Susana.
Para Susana eso es cierto. Bueno, no del todo. En realidad no tiene nada de cierto. Debe de parecérselo porque ha bebido, está más o menos contenta. Y Carlos es mono. Además, ha sido el único que se ha ofrecido a llevarlas.
—Gracias, tía —responde, sacándose el cigarrillo de la boca—. A ver si aprendes, Beatriz, que solo te falta ser también la más borde.
—¿Qué quieres decir con "también", gilipollas?
—Que ya eres la más fea del grupo.
Raquel se parte de risa de una forma escandalosa. Susana sonríe porque indirectamente la ha llamado guapa. Menuda tontería, no debería importarle lo que Carlos piense de ella. Ni siquiera sabe si le gusta.
Cruzan una mirada en el retrovisor y en seguida la aparta. Es tímida, o eso le han dicho muchas veces sus amigas. También le han dicho que a ver cuándo se busca un novio. Susana siempre ha pensado que un novio no se busca, se encuentra. A eso siempre le responden que no va a encontrarlo si se queda esperando sentada.
Quizá por eso se ha animado a ir con ellas a una recóndita cala rocosa la noche de San Juan. No es que esté buscando un novio, no, es solo que se ha cansado de estar en casa como sus padres esperan de ella. Y por eso está bebiendo, porque sus padres no quieren que sea como las otras chicas.
Pero Susana les ha dicho mil veces que quiere ser como las otras chicas. Necesita intentarlo, al menos. Y, en cualquier caso, tampoco necesita ser idéntica a ellas. O sea, muchos saben lo que empiezan a hacer algunas de las chicas de su clase. Raquel dice que ya ha probado cosas con su novio, por ejemplo.
Lo que pasa es que a Susana le da tanta envidia como miedo. O rechazo, no sabe cómo llamarlo. Tampoco es como esas que la llamarían puta. En fin, es su novio, y tienen quince años. No es tan raro, ¿no?
En el fondo, todo es porque Susana no sabe si está preparada para tener un novio. O una novia. ¿Lo haría solo por fastidiar a sus padres? Y tiene otras cosas buenas: con una novia no dolería tanto. Raquel le dijo que la primera vez fue horriblemente dolorosa.
Quizá es eso lo que le da miedo. Para colmo es clitoriana, como suele decir Beatriz en broma. Así que, ¿cómo va a entrar su novio si aún no se ha atrevido con un dedo?
Bah, más tonterías, piensa. Vaya, salir con alguien no la obliga a nada, ni siquiera aunque ella también quiera.
—Pásame la Fanta —le pide a Beatriz, estirándose hacia adelante.
Toma un trago de limonada con vodka. Aprieta los párpados con cara de asco, porque la verdad es que odia el vodka. Se arrepiente de haber cedido en esto. Es barato y la pillas en seguida, vale. Venga, Susana, otro trago, se dice.
Dada la situación no debería estar pensando en cuántos dedos le caben, sobre todo ahora, que Carlos la está mirando. Cualquiera se daría cuenta de que lo hace muy a menudo. ¿Se habrá fijado en ella? Según Raquel, eso es justo lo que está pasando desde hace seis meses. A veces es molesta porque no para de lanzar indirectas al respecto.
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PLAY VHS
General FictionHistorias sobre la amistad, el amor, la superación, el dolor y la familia. Historias, en fin, sobre la vida.