A la edad de trece años, mi crisis existencial estaba al límite. La presión de la escuela, la estúpida humanidad que no sabía más que hacerme de lado, y la estúpida vida que no quería darme ni una oportunidad para gozar mi existencia. Solo las mariposas me hacían pensar que valía la pena quedarse en este mundo. Pero ¿tan solo para admirar? Los humanos no pueden sobrevivir así. No se puede...
- Alex, ya levántate- era la voz de mi madre. ¡ahhj! ¡¿Qué demonios quiere?!- ya es hora de levantarse, hay que ir a la escuela
- Odio la escuela- le respondo, aún sin abrir los ojos
- Bueno, es inevitable, hay que ir. Si no te quedarás todo el día en casa y no aprenderías nada
- De todas formas, no aprendo nada. La escuela es inútil- le respondo con pereza
- Pues lo siento mucho jovencita. Levántate y vístete rápido- se levanta resignada y sale de mi habitación frustrada.
Hago un esfuerzo por levantarme, y cuando logro sentarme, miro al espejo. Me quedo observándolo por un rato, pensando en lo malo que será este día.
- Malos días- me saludo a mí misma- hoy será un día como todos los otros. Comeremos lo de siempre y seremos los bichos raros de nuevo.
Me pongo de pie y me dirijo al armario. Lo abro y me quedo observándolo indecisa. Tomo los jeans de hasta arriba del monte de ropa, y la blusa gris que tiene el dibujo de un alien diciendo “I hate humans”. Me pongo las botas estilo militar y me hato el cabello en una coleta. Salgo de mi habitación y me encuentro con mi hermano
- Hola zombie- me molesta
- Hola humano- le respondo señalando a mi camisa. Él me saca la lengua y me jala el cabello sujetando mi coleta.
- ¡Suéltala Anton! - le grita mi madre. Él me suelta de mala gana. Así que yo le doy un pisotón en el pie y me voy corriendo- ¡Alex! - me reclama mi madre, pero yo me sigo de largo. Llego al comedor y me sirvo la avena que ha preparado mi madre. Me la como parada y me la acabo en menos de cinco minutos. Cuando termino, llega mi hermano y me voy corriendo. Salgo al jardín y grito:
- ¡malos días! ¡espero que todos tengan un día tan terrible como sean sus corazones! - en eso llega mi perro Howl. Mi mejor amigo, el único que ha guardado, siempre, cada uno de mis secretos, que me ha querido siempre sin cuestionarlo, y que jamás me abandona. Siempre y cuando tenga comida para darle- ¡Hola perro sarnoso! Espero que tu día sí sea bueno- le sonrío y él me lame toda la cara. Le limpio sonriéndole y me dirijo a su plato de comida. Él, tan emocionado, se pone a brincar y hacer trucos- ¡sentado! - le ordeno, y él obedece- ¡abajo! - le ordeno y como no me hace caso le repito- ¡A-B-A-J-O! – Él acata la orden y se acuesta- ¡muy bien! Ahora sentado de nuevo- y lo hace. Entonces le sirvo su comida y este se la devora poco tiempo después de que retiro mi mano.
- ¡Alex! - me grita mi hermano desde la puerta de la casa- ¡ya vámonos! - yo hago girar los ojos y luego lo sigo.
Todos los días son iguales, sale el sol, la gente va a trabajar y los niños van a las escuelas. Todos pretendiendo ser buenos ciudadanos, pero por dentro se pudren entre sus más oscuros pensamientos, engañándose a sí mismos.
En las mañanas el sonido de los motores de los autos y sus pitazos invaden el aire que fue fresco en una ocasión
- ¿por qué hacen eso? Por más ruido que hagan no avanzaremos más rápido- digo embarrándome en el asiento.
El mundo es una mierda. Eso es lo que pienso.
El auto de mi madre se detiene en la puerta de la escuela.
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Metamorfosis
Teen Fiction"Algunos creen que estoy loca, porque mi manera de pensar es distinta a la de ellos. Otros simplemente creen que soy rara, de esas personas que no encajan en sociedad, y otros que...no creen nada...son como yo. Algunos creen que estoy loca... quizás...