Uno

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–Pues yo digo que deberíamos meterlo en un hormiguero y arrojarle unas miguitas de pan.

Laura rió ante la sugerencia de Selena. Su hermana mayor siempre conseguía hacerla reír, sin importar la tragedia en la que estuviese inmersa. Y eso era exactamente lo que estaba haciendo, sentada en el puesto donde Selena leía el tarot y la líneas de la mano en Jackson Square una fría tarde de domingo, en lugar de estar metida en la cama con las mantas hasta las orejas.

Todavía sonriendo ante la imagen de millones de hormigas mordisqueando el pálido y blandengue cuerpo de Cliff, Laura echó un vistazo a los turistas que atestaban la zona comercial de Nueva Orleáns, aun en un oscuro día de noviembre.

El aroma del café de achicoria caliente y de los beignets llegaba flotando desde el Cafe Du Monde y cruzaba la calle, mientras los coches pasaban zumbando a unos metros de allí. Tanto las nubes como el cielo tenían un color gris plomizo que casaba a la perfección con el humor huraño de Laura.

La mayoría de los vendedores ambulantes de Jackson Square ni siquiera se molestaba en colocar los puestos durante el invierno, pero su hermana Selena consideraba que el suyo era un tesoro tan importante como la Catedral de San Louis, que se alzaba tras ellas.

Menudo tesoro...

La sencilla mesa donde echaba las cartas estaba cubierta por una faldilla púrpura que había hecho su madre, añadiendo unos «encantamientos» especiales conocidos tan sólo por su familia.

Madam Selene, la «Señora de la Luna» –como Selena era conocida–, estaba sentada tras la mesita con una ancha falda de ante verde, un jersey de punto morado y un enorme abrigo negro y plateado.

La extraña indumentaria de su hermana contrastaba enormemente con los vaqueros desgastados de Laura, su jersey rosa de ochos y su polar color café. Pero Laura siempre había preferido vestirse de modo discreto. A diferencia de su extravagante familia, odiaba destacar. Prefería confundirse con el entorno.

–He terminado con los hombres –dijo Laura–. Cliff fue la última parada del tren a ninguna parte. Estoy cansada de desperdiciar mi tiempo y mis energías con ellos. De ahora en adelante, voy a dedicar toda mi atención a la contabilidad.

Selena frunció los labios con disgusto mientras barajaba las cartas del tarot.

–¿Contabilidad? ¿Estás segura de que no te cambiaron al nacer?

Laura soltó una débil carcajada.

–En realidad, estoy segura de que eso fue lo que ocurrió. Me gustaría que mi verdadera familia me reclamara antes de que sea demasiado tarde y se manifieste cualquier rareza.

Selena se rió de ella, mientras disponía las cartas de tarot para leerlas.

–¿Sabes cuál es tu problema?

–Soy demasiado remilgada e histérica –dijo Laura, con las mismas palabras que su madre y sus ocho hermanas mayores solían usar para referirse a ella.

–Bueno, sí, eso también. Pero estoy pensando que lo que necesitas es ampliar tus horizontes. Deja de ir detrás de esos tipos con corbata apretada, que no dejan de quejarse y llorar a su mami porque no tienen vida. Tú, hermanita, necesitas una sexcapada con un hombre que acelere tu corazón. Me refiero a alguien verdaderamente imprudente y salvaje.

–¿Alguien como Bill? –pregunto Laura con una sonrisa, pensando en el marido de Selena, que era aún más remilgado que ella.

Selena negó con la cabeza.

–¡Oh, no!, eso es diferente. Mira, en nuestro caso, yo soy la salvaje y la imprudente, la que lo salva de caer en el aburrimiento. Por eso nos complementamos a la perfección. Pero tú no te complementas. Tú y tus novios ocupan los primeros peldaños en la escalera que lleva a la Ciudad del Aburrimiento.

Night Pleasure |Raura|Where stories live. Discover now