¡El maravilloso tío bueno es un vampiro!
-¡No, no, no y no! -El cuerpo de Laura era presa de continuos estremecimientos de terror y le estaba costando un esfuerzo supremo contener los chillidos-. ¿Vas a chuparme la sangre?
Él alzó una ceja en un gesto sarcástico. -¿Es que tengo pinta de abogado?
Laura ignoró el mordaz comentario.
-¿Vas a matarme?
Él soltó un suspiro exasperado y su rostro adoptó una expresión irritada.
-Si tuviese intención de hacerlo, ¿no crees que ya estarías muerta?
Se acercó a ella y le ofreció un amago de sonrisa maliciosa que Laura reconoció como un intento de intimidación. Y vaya si funcionó.
Hunter alzó la mano que tenía libre para acariciarle la piel del cuello, bajo la que latía la yugular. El roce, ligero como una pluma, provocó una oleada de escalofríos por todo su cuerpo.
-Puestos a pensarlo, podría dejarte seca y después arrancarte la mano de un bocado, para librarme de ti. Aterrorizada, abrió los ojos de par en par.
-Pero... estás de suerte; tampoco tengo intención de hacer eso.
-Deja el sarcasmo, ¿vale? -balbució con el corazón desbocado, ya que no estaba muy segura de que estuviese bromeando y de que en el momento menos pensado, se abalanzara sobre ella con el rostro desencajado y comenzara a chuparle la sangre.
-Me resulta difícil hacer frente a esta situación. Ponte en mi lugar. Lo único que hice fue ir a casa de Vanessa para sacar a su perro porque si no iba a hacerse pis en su cama. De ahí pasé a ser golpeada en la cabeza y he acabado encadenada a un vampiro. Perdóname si parezco un poco trastornada en este momento.Para su sorpresa, Hunter alzó una mano y dio un paso hacia atrás.
-Tienes razón. Supongo que no estás acostumbrada a que la gente te ataque sin motivo aparente.
Por su tono, Laura supo que él -muy al contrario- tenía una amplia experiencia en encontrarse en medio de este tipo de situaciones.
Hunter le respondió con una sonrisa forzada que no le llegó a los ojos.
-Si te sirve de consuelo, no me alimento de humanos.
Por alguna razón, la confesión sirvió para mejorar su ánimo. No es que acabara de creérselo pero, aun así, se sentía más tranquila.
-Entonces, ¿eres como Ángel?
Él puso los ojos en blanco.
-Ves demasiada televisión -murmuró y añadió en voz más alta-: El Ángel tiene alma. Yo no.
-Me estás asustando de nuevo. La expresión de su rostro indicó que estaba pensando en lo que le había dicho antes: «Nena, todavía no has visto nada escalofriante». Volvió a mirar al pasillo.
-De acuerdo. Vamos a tener que salir corriendo antes de que el sol avance.
Hunter le dedicó una mirada penetrante.
-El problema más grave es que no sé adónde lleva este pasillo. En el caso de que nos condujera a un lugar al aire libre y sufriera una agonizante muerte por combustión espontánea, necesitaría que me hicieras un favor.
-¿Un favor? -preguntó con incredulidad. Desde luego qué cojones tenía el tío. La intimidaba, la amenazaba ¿y se atrevía, después de todo, a pedirle un favor?.
-Claro, ¿por qué no? -le preguntó. Se quitó el anillo que llevaba en la mano derecha y se lo ofreció.-Necesito que lo guardes y que busques un árbol.
Laura miró el anillo con el ceño fruncido. Estaba rayado y tenía bastantes abolladuras, lo que indicaba que había sido bastante maltratado. O que la mano que adornaba había sufrido muchas vicisitudes. Los rubíes se engarzaban en la parte superior y sostenían una espada de diamantes, rodeada por diminutas esmeraldas con forma de hojas de laurel y rematada por un zafiro a modo de corona. Estaba claro que era una joya antigua y muy valiosa. ¿Por qué se lo confiaba a ella? Sin saber muy bien qué hacer con él, se lo metió en el bolsillo de los vaqueros.
-¿Sirve cualquier árbol? -le preguntó.
-Cualquiera. Cuando estés debajo del árbol, pronuncia las siguientes palabras: «Artemisa, yo te invoco en tu forma humana».
-Artemis...
Hunter le puso la mano sobre los labios. -Por Zeus, no lo digas hasta que yo haya desaparecido. Una vez hayas pronunciado las palabras, espera hasta aparezca una mujer pelirroja, muy alta, y le dices que necesitas protección frente a Desiderius.
Laura arqueó una ceja.
-¿Quieres que invoque a una diosa para que me proteja?
-Si no lo haces, Las atrapará a ti y a tu hermana.
-¿Es que te importa?
-Mi trabajo consiste en proteger a los humanos de los Daimons; eso es lo que hace un Cazador Oscuro.
Aunque había adoptado una expresión dura, sus ojos brillaban de un modo que le decía que tras aquella historia se ocultaba mucho más.
-¿Qué son los Daimons? -le preguntó.
-Son vampiros con sobredosis de esteroides y complejo de dioses. Prométeme que lo harás.
¿Por qué no? Era una petición muy extraña pero, teniendo en cuenta que estaba encadenada con unos grilletes a un vampiro, ¿quién era ella para decidir lo que era extraño y lo que no?
-Vale.
-Bien. Ahora, salgamos de aquí a toda prisa.
Antes de que pudiera contestar, Hunter agarró el grillete que rodeaba su muñeca y corrió hacia la derecha, siguiendo el pasillo. Mientras corrían sobre el suelo oxidado, Laura se dio cuenta que estaban en una especie de fábrica abandonada. Al final del pasillo encontraron unas escaleras que bajaban al piso inferior. Hunter tiró de ella hasta llegar al último escalón y aparecieron en una habitación enorme con suelo de cemento. Las antiguas paredes metálicas estaban abolladas y los rayos del sol se filtraban a través de las grietas.
El Cazador Oscuro retrocedió hasta quedar en las sombras, lejos de la luz. Su rostro parecía ligeramente quemado por el sol pero, en conjunto, no se veía muy mal tras su loca carrera.
-¿Y ahora qué? -le preguntó ella mientras recobraba el aliento.
Él ni siquiera tenía la respiración alterada. Pero había clavado los ojos en sus pechos con sumo interés y la miraba de forma un tanto... ardiente.
Laura cruzó los brazos como barrera de protección. Y, por primera vez, le vio esbozar una verdadera sonrisa cuando cayó en la cuenta de que la mano de Hunter estaba peligrosamente cerca de su pecho. Tan cerca que las puntas de sus dedos le rozaban el pezón.
Laura sintió que el fuego corría por sus venas. Bajó los brazos de inmediato hasta dejarlos a ambos lados del cuerpo, todo ello bajo la sonrisa burlona de él que, aunque malvada y de labios firmemente apretados, seguía siendo devastadora.
El brillo de diversión en sus ojos quitaba el aliento y su rostro se había suavizado hasta mostrar un encanto juvenil que podría derretir el corazón de cualquier fémina. Echó un vistazo alrededor de la fábrica vacía.
-Ahora hace falta un móvil o una línea de metro. Sabía que debería haber aceptado la plaza de Nueva York. Confundida, Laura alzó la mirada.
-¿Plaza? ¿A qué te refieres? ¿Es que lo de cazar es un empleo regularizado?
-Sí, incluso me pagan.
-¿Quién te paga?
En lugar de contestar, Hunter alzó una mano indicando que guardara silencio; un gesto que estaba empezando a cabrearla. Básicamente, porque siempre presagiaba algún tipo de problema. Y ya estaba cansada de enfrentarse a los problemas de Vanessa. Dos segundos después, se escucharon los pasos de alguien que rodeaba el edificio desde el exterior.
Hunter la ocultó entre las sombras, junto a él, mientras escuchaban con atención. Había colocado el brazo libre alrededor de sus hombros, para poder mantenerla pegada a su cuerpo.
Laura se quedó petrificada cuando su espalda se apoyó por completo en el pecho masculino y la asaltó una oleada de inoportuno deseo. La tibieza que emanaba del cuerpo de Hunter la ayudaba a entrar en calor, y esa aura de virilidad y poder masculino la subyugaban. Y aún más inquietante era el agradable aroma a cuero y sándalo que comenzaba a invadir sus sentidos.
Deseaba a este hombre.
¿Estás loca?
¡Este tipo es un vampiro!
Vale, pero un vampiro que está como un tren.
Ross no podía respirar debido a la proximidad del cuerpo de Laura. Sus agudizados sentidos la percibían por completo. Escuchaba el ritmo alocado de su corazón, la sequedad de su boca y, lo que era peor, podía paladear su deseo. Y eso lo estimulaba aún más. Y le recordaba por qué había establecido el hábito de evitar a las mujeres tanto como le resultaba posible.
Maldito seas, Desiderius. Porque, en esos instantes, le resultaba muy difícil recordar que no podía poseerla. Y aún más difícil era obviar su aroma. O su forma de moverse, como la de una bailarina segura de sus pasos. Su cuerpo esbelto era la personificación de la elegancia y no le costaba mucho esfuerzo imaginarla sentada a horcajadas sobre él mientras le proporcionaba un placer sexual que, estaba completamente seguro, ningún otro hombre le había dado antes.
Su entrepierna se tensó hasta un punto cercano al dolor. No podía recordar la última vez que se había puesto tan duro por una mujer. Y tenía que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no besarla; y para no enterrar los labios en su garganta e inhalar ese aroma dulce y cálido mientras... Flexionó los dedos, aumentando la presión que ejercía sobre los hombros de la chica, al darse cuenta de que sólo tenía que bajar la mano unos centímetros y podría acariciar su pecho.
Tan sólo unos centímetros... De repente, el sonido de un walkie-talkie rompió el silencio.
-Es un albañil -susurró Laura, echando a correr hacia una ventana.
Ross siseó cuando ella lo arrastró hacia la luz del sol y volvió bruscamente a la sombra.
-Lo siento -murmuró. Se acercó con cuidado a la ventana, asegurándose de no exponer a Hunter a los rayos del sol.
-¡Eh! -exclamó para llamar la atención del trabajador, que se encontraba a unos metros de distancia, hurgando en un viejo tractor.
El albañil la miró, perplejo. Se acercó a la ventana con el ceño fruncido y miró hacia el interior. Entrecerró los ojos al encontrarlos.
-¿Qué están haciendo aquí? Esta zona está cerrada al público.
-Es una larga historia -le contestó Laura-. La versión resumida es que me dejaron tirada. ¿Por casualidad no tendría un móvil? Necesito hacer una llamada. ¿Le importaría prestármelo?
Aún frunciendo el ceño, el tipo le pasó el móvil a través de la ventana.
Hunter se lo quitó de inmediato.
-¡Oye! -le espetó, alargando el brazo para volver a cogerlo. Poniéndolo fuera de su alcance, la ignoró mientras marcaba un número.
-¿Dónde estamos? -le preguntó al trabajador mientras se colocaba el teléfono en la oreja.
-En la antigua planta Olson.
-¿En Slidell?
Laura alzó una ceja, atónita al comprobar que el Cazador Oscuro había reconocido el lugar. Ella llevaba toda la vida viviendo en Nueva Orleáns y no tenía ni idea de que existiese este sitio.
-Sí -contestó el hombre. Hunter asintió con la cabeza. -Oye -le dijo a su interlocutor-, soy yo. Estoy en la antigua planta Olson, en Slidell. ¿Sabes dónde está?
Hizo una pausa para escuchar lo que tuviese que decirle la persona que se encontraba al otro lado de la línea.
Laura lo observó atentamente. Le sorprendía que fuese capaz de hablar sin enseñar los colmillos, pero los disimulaba muy bien. Y, ahora que lo pensaba, ¿cómo podía un vampiro estar tan bronceado y su piel ser cálida al tacto? ¿Cómo tenía pulso? ¿Cómo es que su corazón seguía latiendo? ¿No se suponía que los vampiros eran no-muertos, pálidos y fríos?
-Sí -dijo Hunter-. Necesito que me saques de aquí, preferiblemente antes de que el día avance.
El Cazador Oscuro cortó la llamada y arrojó el teléfono al trabajador, que esperaba al otro lado de la ventana.
-¡Eh! -le gritó Laura, sacando el brazo por la ventana para reclamar el teléfono. - Lo necesito.
-¿A quién vas a llamar? -le preguntó Hunter de modo amenazador.
-No es asunto tuyo.
Él le quitó el teléfono de nuevo. -Mientras estemos encadenados es asunto mío.
Laura lo miró con los ojos entrecerrados y agarró el teléfono.
-Tócame las narices, tío, y doy dos pasos a la derecha.
La furiosa y candente mirada que le dedicó el Cazador Oscuro hizo que un escalofrío le recorriera la espalda.
-No te atrevas a llamar a tu hermana.
La furia que reflejaba su rostro consiguió que Laura recapacitara y retrocediera, ya que no quería tentar a la suerte. Le entregó el teléfono al hombre.
-Gracias -le dijo. El tipo se colocó el móvil en el cinturón y la miró de forma acusadora.
-Tienen que marcharse, ya saben que esto es...
El Cazador Oscuro alzó la mano y los ojos del hombre perdieron toda expresión.
-No hay nadie en el edificio. Ve a hacer tu trabajo.
El tipo se alejó sin decir una palabra más. ¿Control mental? Laura miró boquiabierta a Hunter. Por supuesto que tenía poderes mentales. Era un vampiro.
-Será mejor que no uses ese truco conmigo -le dijo Laura.
-No te preocupes. Eres demasiado obstinada para que funcione.
-Bien.
-No, desde mi punto de vista no es bueno.
Aunque las palabras fueron más bien cortantes, había una luz en la profundidad de sus ojos que indicaba que no estaba tan molesto como pretendía hacerla creer. Ella lo miró con recelo. Estaba apoyado sobre una columna, con aire despreocupado y, aun así, Laura tenía la impresión de que estaba absolutamente atento a todo lo que los rodeaba, tanto en el interior del edificio como en el exterior.
-¿Por qué te convertiste en un vampiro? -le preguntó antes de pensar lo que iba a decir. - ¿Has convertido a alguien en contra de su voluntad?
Él abrió los ojos y alzó una ceja.
-Nadie se convierte en Cazador Oscuro a menos que lo desee.
-Y tú estuviste de acuerdo porque querías... -su voz se desvaneció mientras esperaba que él le explicara.
-...acabar con las humanas entrometidas que no dejan de darme la lata con sus preguntas.
Laura debería estar asustada, pero aún resonaban en sus oídos las palabras de Desiderius, según las cuáles Hunter jamás haría daño a un humano. ¿Sería cierto? Recorrió con la mirada su delicioso cuerpo, deseando poder estar completamente segura.
Ambos se quedaron callados durante unos instantes, hasta que fue incapaz de soportarlo por más tiempo.
-Entonces -dijo, intentando romper el incómodo silencio- ¿cuánto crees que tendremos que esperar?
-No lo sé.
-¿A quién llamaste? -Un nuevo intento de conversación.
-A nadie.
Laura respiró hondo y luchó por controlar el súbito impulso de estrangularlo.
-No te gusta que te hagan preguntas, ¿verdad?
-¿Quieres que te sea sincero? Ni siquiera me gusta hablar. Prefiero esperar en silencio.
-¿Ensimismado?
-Sí.
Laura sopló un resoplido.
-Bueno, pues resulta que estoy aburrida, y si tengo que estar aquí esperando a que vengan a por nosotros, me gustaría entretenerme con algo.
La mirada de Hunter descendió hasta sus labios y, muy despacio, siguió bajando hasta sus pechos y sus caderas. Después cerró los ojos, pero Laura había visto el deseo voraz en aquellas profundidades oscuras. Podía sentir su deseo; un deseo violento y exigente.
-Se me ocurre un modo de entretenerte...
Ella abrió los ojos de par en par.
-No irás a morderme, ¿verdad?
Hunter le contestó con una pícara sonrisa.
-No quiero morderte, agapeemenee. Quiero desnudarte y mordisquear cada centímetro de tu piel, especialmente tus pec...
Laura alargó un brazo y le tapó la boca con la mano para hacerlo callar. La suavidad de esos labios, en contraste con la aspereza de su barba, la dejó aturdida. Y el contacto de su piel bajo la mano provocaba una especie de descarga eléctrica.
Tragando saliva, se apartó de él.
-Pensaba que los vampiros no podían tener relaciones sexuales.
Él alzó una ceja y la miró con expresión burlona.
-¿Qué tal si tú y yo llevamos a cabo un pequeño experimento, sólo para probar?
Laura pensó que debería sentirse molesta. Debería enfadarse. Debería sentirse de cualquier forma, salvo excitada por sus palabras.
Pero, mientras recorría con la mirada ese cuerpo esbelto y perfecto, la idea comenzaba a resultarle cada vez más atractiva.
Ross notó su confusión. Estaba considerando su oferta. Si el ardor en su entrepierna no hubiese sido tan insoportable, incluso se habría reído. Pero, tal y como estaban las cosas, ni él mismo estaba muy seguro de si su proposición había sido un simple jueguecito o de si lo había dicho en serio. Lo único que sabía con certeza era que su cuerpo respondía al de ella. Era exactamente el tipo de mujer que siempre le había atraído: inteligente y valiente. En pocas palabras: fascinante.
Echó un vistazo a la pared que se alzaba tras ella e imaginó lo que sentiría al apoyarla allí mientras la penetraba fuerte, rápido y salvajemente.
Casi podía sentirse ya en su interior. Podía escucharla gemir en su oído y él...
Ross sacudió la cabeza para alejar las imágenes. Había ocasiones en las que odiaba sus habilidades psíquicas. Y ésta era, definitivamente, una de ellas. Pasándose la lengua por los labios resecos, recordó la época de su vida en la que no habría dudado en llevarse a una mujer como ésta a la cama.
Una época en la que le habría quitado esa ropa conservadora y anodina y hubiese besado cada centímetro de su piel desnuda hasta que se entregara al deseo y se comportara con salvaje desenfreno. Una época en la que la hubiese acariciado hasta llevarla al borde de la locura una y otra vez, mientras ella se aferraba a él pidiéndole más.
Apretó los dientes al sentir que la sangre comenzaba a hervirle. Cómo le gustaría volver a vivir aquellos días. Pero eso había sido mucho tiempo atrás. Y no importaba lo mucho que la deseara, ella no estaba disponible para él. Jamás conocería su cuerpo. Jamás la conocería a ella. Punto. Por eso no le había preguntado el nombre ni le había dicho el suyo. No tenía ninguna intención de usarlo. Ella no era nada más que otra persona anónima a la que había jurado proteger. No habría más intimidad que ésa entre ellos. Era un Cazador Oscuro, y ella una humana no iniciada. No les estaba permitido mezclarse.
Alzó la vista al escuchar el lejano aullido de una sirena que se aproximaba y dio las gracias silenciosamente a Tate por su don de la oportunidad. Laura echó un vistazo por la ventana al escuchar la ambulancia. Era muy raro que se detuviera frente a la fábrica. Al instante, las puertas del edificio se abrieron, dejando paso a la ambulancia.
-¿Nuestro taxi? -preguntó.
El Cazador Oscuro asintió.
Una vez la ambulancia estuvo en el interior de la fábrica, de modo que la luz del sol no la alcanzara, un hombre afroamericano muy alto salió de ella y se acercó. Dejó escapar un largo silbido al ver el rostro de Hunter, quemado por el sol.
-Tío, estás hecho un desastre. ¿Debería preguntar por los grilletes?
Hunter echó a andar hacia el conductor de la ambulancia, precediendo a Laura.
-No, a menos que quieras morir.
-Vale -dijo el hombre, de buen humor-. Puedo imaginármelo, pero tenemos un problema: no van a pasar desapercibidos en una bolsa para cadáveres, con eso puesto. La gente va a notarlo sin ninguna duda.
-Ya lo he pensado -dijo Hunter-. Si alguien pregunta diles que morí de un infarto durante una salvaje sexcapada con ella.
Una escalofriante sensación descendió por la espalda de Laura al recordar esa misma palabra en boca de Selena el día anterior.
-¿Cómo has dicho?
Hunter la contempló con una mirada divertida y le hizo saber que estaba disfrutando enormemente con su tormento. -Y que no puede encontrar la llave.
Tate soltó una carcajada.
-De eso nada -le dijo Laura acaloradamente.
Hunter le dedicó esa sonrisa pícara suya que la dejaba totalmente derretida. La forma en que sus ojos la recorrieron de arriba abajo le provocó un estremecimiento.
-Mira el lado bueno: tendrás una fila de hombres interesados en pedirte una cita.
-No tiene gracia.
Hunter se encogió de hombros.
-Es la única manera de salir de aquí.
-Será para ti -le contestó ella-. Yo puedo salir caminando ahora mismo y hacer que te desintegres.
Él alzó una ceja.
-Inténtalo.
Y lo hizo. Para darse cuenta al instante de que los vampiros altos y peligrosos no se mueven ni un milímetro a no ser que quieran hacerlo.
-Vale -dijo ella, frotándose la muñeca que el grillete acababa de marcar-. Nos vamos en la ambulancia entonces.
YOU ARE READING
Night Pleasure |Raura|
Fiksi PenggemarRoss, príncipe y heredero de Tracia por nacimiento, es desheredado cuando se casa con una ex-prostituta contra los deseos de su padre. El bravo general macedonio, traicionado por la mujer a la que tanto ama, venderá su alma a Artemisa para obtener s...