Tres

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-¿Quién nos escucha? -susurró ella. Abrió los ojos y saboreó el sonido de esa voz suave y armoniosa. Cómo le gustaba el cadencioso acento sureño... y el de esta mujer se deslizaba por su piel como la seda más fina. Haciendo caso omiso de su férrea voluntad, su cuerpo se agitó en perversa respuesta. La necesidad de probar esos labios llenos y entreabiertos mientras ella se abría de piernas para permitirle hundirse en su calor, creció hasta el límite. Sí, cómo deseaba saborear a esta mujer... Todo su cuerpo. Se retiró un poco para estudiar mejor su rostro. Tenía una melena de un castaño profundo, veteado con hebras cobrizas que reflejaban la luz. Los ojos marrón mostraban confusión y furia, un fiel reflejo de todo su carácter. En el seductor rostro se apreciaba un diminuto lunar bajo el ojo derecho. Esa marca era lo único que la distinguía de su hermana. Eso y su olor. Vanessa llevaba perfumes caros que saturaban sus agudizados sentidos, mientras que esta mujer olía ligeramente a rosas.
En ese instante, Ross la deseó con una necesidad tan acuciante que se quedó petrificado. Hacía siglos que no deseaba así a una mujer. Siglos desde que había sentido algo, cualquier cosa.

El rostro de Laura se encendió al notar cómo su erección le presionaba la cadera. Puede que el tipo no estuviese muerto, pero no había duda de que estaba duro. Y eso no tenía nada que ver con el rigor mortis.

-Mira tío, creo que necesitas encontrar otro sitio donde descansar.
Los ojos de él se posaron hambrientos sobre sus labios y Laura percibió el fiero deseo que ardía en la profundidades de esa mirada negra como la noche.
Al instante, contrajo la mandíbula con fuerza, como si estuviese luchando consigo mismo. Su fuerza masculina y su abierta sexualidad la abrumaban. Allí, debajo de él, se dio cuenta de lo vulnerable que era. Y de lo mucho que deseaba probar esos hermosos labios. La idea la excitaba a la par que la aterrorizaba.
Él parpadeó y, como si se hubiese cubierto con un velo, toda emoción despareció de su rostro. Entonces la liberó. Cuando se apartó de ella, Laura vio una mancha de sangre en su jersey rosa.
-¡Oh, Dios mío! -jadeó-. ¿Estás herido?
El hombre respiró hondo y se sentó a su lado.
-Ya sanará.
Laura no podía dar crédito a ese tono de voz tan impasible. Teniendo en cuenta la cantidad de sangre que manchaba su ropa, estaba claro que la herida era grave y aún así él no daba señales de estar dolorido.
-¿Dónde tienes la herida?
No contestó. En lugar de hacerlo, se pasó la mano izquierda por el cabello rubio. Se detuvo para mirar con furia el enorme grillete de plata que le rodeaba la muñeca derecha y, acto seguido, comenzó a tirar airadamente de él.
Por la expresión letal y fría de sus ojos, Laura supo que los grilletes le molestaban más que ella.
Ahora que estaba despierto, y no encima de ella, Laura se quedó extasiada por la oscura melancolía que reflejaban sus rasgos. Había algo muy romántico y atrayente en su rostro. Algo muy heroico. Se lo imaginaba, sin ningún esfuerzo, vestido como un libertino de la regencia o como un caballero medieval. Sus facciones clásicas le conferían una cualidad indefinible que parecía estar fuera de lugar en este mundo moderno.

-Bueno, bueno -dijo una voz sin rostro-. El Cazador Oscuro se ha despertado.
Laura reconoció esa voz diabólica; era la misma persona que la había golpeado en casa de Vanessa.
-Desi, corazón -dijo con tono gélido el hombre que se alzaba junto a ella mientras observaba los muros cubiertos de orín-. Aún sigues con tus jueguecitos, por lo que veo. Ahora, ¿por qué no te comportas como un buen Daimon y te apareces ante mí?
-Todo a su debido tiempo, Cazador Oscuro, todo a su debido tiempo. Te habrás dado cuenta de que no soy como los demás, que se limitan a correr para ocultarse del gran lobo feroz. Soy el leñador malo que se encarga de matar al lobo. La voz incorpórea hizo una pausa teatral.
-Vanessa Marano y tú han sometido a los míos a una persecución implacable. Ha llegado la hora de que sepan lo que es el miedo. Cuando haya acabado con ustedes, me suplicarán que los mate.
El Cazador Oscuro bajó la cabeza y se rió.
-Desi, cielo, en mi vida he suplicado por nada; y es bastante posible que el sol se desintegre antes de que le pida clemencia a alguien como tú.
-Hubris -dijo Desi-. Me encanta castigar ese pecado.
El Cazador Oscuro se puso en pie y Laura vio la herida que tenía en el costado. La camisa estaba ligeramente desgarrada y había una mancha de sangre en el suelo, donde había estado sentado. Pero no dio muestras de estar dolorido.
-Dime, ¿te gustan tus grilletes? -preguntó Desi-. Son de la fragua de Hefesto. Sólo un dios, o una llave hecha por el mismo Hefesto, pueden abrirlos. Y puesto que los dioses te han abandonado...
El Cazador Oscuro estudió la habitación. La ferocidad que reflejaban sus ojos habría espantado al mismísimo diablo. -Voy a disfrutar tanto matándote...
Desiderius soltó una carcajada.
-Dudo mucho que tengas la oportunidad de hacerlo cuando tu amiguita descubra lo que eres. El Cazador Oscuro lanzó una rápida mirada a Laura, avisándola que se mantuviera callada. Pero no hacía falta que lo hiciera. Lo último que pretendía era traicionar a su hermana.
-¿Por eso nos has encadenado? -preguntó el desconocido-. ¿Quieres vernos luchar?
-Uf, no -dijo Desiderius-. Nada más lejos de mi intención. Por mí no habría problema en que se maten el uno al otro, pero lo que pretendo es liberarlos al amanecer. Para entonces, el Cazador Oscuro se convertirá en la presa, y yo voy a disfrutar enormemente con la persecución y la tortura a la que pienso someterte. No hay ningún escondite donde no pueda encontrarte.
El Cazador Oscuro sonrió con arrogancia. -¿Te crees capaz de darme caza?
-Claro. Por supuesto que sí. Por si no lo sabes, conozco tu punto débil mucho mejor que tú.
-No tengo ningún punto débil. Desiderius se rió.
-Así habla un verdadero Cazador Oscuro. Pero todos tenemos nuestro talón de Aquiles, especialmente aquellos que sirven a Artemisa. Y tú no eres ninguna excepción.
Laura juraría que había escuchado al tal Desiderius relamerse de satisfacción.
-Tu debilidad es tu nobleza. Esa mujer te odia y, aun así, no la matarás, por mucho que suponga una amenaza para ti. Mientras ella intenta matarte, tú la protegerás de mí con tu propia vida. -Desiderius lanzó una siniestra carcajada-. No puedes soportar que un humano esté en peligro, ¿no es cierto?
-Desi, Desi, Desi... -rezongó el Cazador Oscuro-. ¿Qué voy a hacer contigo?
-No te atrevas a hablarme así.
-¿Y por qué no?
-Porque no soy ningún Daimon asustado que huye de ti temblando de miedo. Soy tu peor pesadilla.

Night Pleasure |Raura|Where stories live. Discover now