Capítulo 1: El comienzo

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Narra Rebecca:

Regresé a casa del trabajo para encontrarme con Alex viendo vídeos de sus chinos acostada en su cama boca abajo con su perro de nombre Glenn, era un perrito de raza Shih Tzu de color blanco con manchas negras —parecido a un pequeño panda bastante enano— durmiendo a su lado. Bueno, en realidad los chicos que le gustaban eran de origen coreano, pero nosotras siempre les decimos chinos a pesar de estar viviendo en Japón y de ser algo irracional tales formas de identificar a los asiáticos.

Ella siempre escuchaba su música a todo volumen cuando hacía sus deberes, tanto de la casa como de la escuela; dice que la música la ayuda a concentrarse, aunque yo no le creo mucho. No sabía cuál era el atractivo que ella veía en esos coreanos, pero por alguna razón le gustaban, al grado de llegar a emocionarse incluso si estaba viendo un video de ellos comiendo o haciendo cualquier cosa cotidiana.

—¿Qué te hace querer tanto a tus chinos?

—No lo sé, simplemente son geniales, mira esto.

Dijo mostrándome su celular, tratando de no moverse mucho para no despertar al perrito. Quedé anonadada por lo que mis ojos estaban presenciando en esos momentos: se trataba de un video de un grupo conformado por cinco chicos y, por alguna extraña razón, uno estaba sentado en una especie de trono del cual colgaba su largo cabello de color salmón y de raíces negras. A pesar de que el video era bastante peculiar y extravagante para mi gusto, el ritmo de la música era excelente, tanto que me hizo mover la cabeza para seguir el ritmo.

—¿Qué te dije? Son geniales, ¿no lo crees?

Preguntó acariciando la cabeza del perrito, el cual se había despertado por mi proximidad a su "mamá". Sonará ridículo, pero mi pasión siempre fue el baile, y al verlos bailar y cantar con tanta pasión en aquel video regresaron las ganas que perdí hace mucho tiempo atrás de retomar eso que hacía a mi corazón latir y darle sentido a mi vida.

—Todo este tiempo... ¿¡y nunca me enseñaste un vídeo de ellos!?

—Nunca me pediste que lo hiciera.

—¡Gracias, Alex! —dije abrazándola un poco brusco antes entrar a paso veloz a mi habitación.

A la semana siguiente estuve investigando mucho más sobre esa banda, ya que tenía toda la mañana libre porque era mi día de descanso del trabajo. Al vagar por unas cuantas páginas en el bendito Internet, me encontré con un llamativo anuncio acerca de unas audiciones de la misma compañía que tiene un contrato con la banda que Alex me mostró hace algunos días: YG Entertainment Inc.

—Y si... —dije para mis adentros, pensando en lo que sería de mi repentina y loca idea si teníamos éxito.

Alex llegó con una taza de chocolate caliente en la mano, entró a mi habitación después de tocar la puerta dos veces y me encontró practicando la coreografía de aquella canción, la cual había buscado con anterioridad para calentar un poco. Lo único que pude hacer fue ver de reojo una mueca de confusión en el rostro ajeno para no perder la concentración que tenía en el baile.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó una vez terminó la canción.

—Escucha esto —le expliqué a Alex el tema de las audiciones con lujo de detalle, haciendo gran énfasis en que audicionar para dicha empresa sería una excelente idea y una oportunidad que no debíamos perder.

—Es una broma, ¿cierto?

—¿Qué? No...

—No me jodas.

—Vamos. Oye, ¿y si vamos las dos como un grupo? Ya sabes, como en los viejos tiempos.

—Querrás decir dueto... vale, creo que la paciente está delirando. No pienso participar en otra de tus ideas dementes, y mucho menos si eso involucra mi futuro junto con la dignidad que me queda y que apenas estoy recuperando con mi mudanza aquí.

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