Mi querida Imeldita

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Esté es un AU, donde Héctor es quien se hace cargo de la crianza de Coco, a falta de Imelda; así que preparen los pañuelos mi gente, esto se va a poner triste...

Autor de la imagen: kerolunaticat

Coco no me pertenece, uso sus personajes sin fines de lucro

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Imelda era el amor de su vida, la más hermosa muchacha de toda Santa Cecilia, pero al igual que su belleza era feroz, una mujer orgullosa y fuerte como toro. Por eso fue una sorpresa que ella logrará casarse, siempre había rechazado cuanto pretendiente con unas palabras cortantes y una mirada que dejaba frío a cualquiera.

El único que consiguió enamorarla.

El único que la quería con todo su amor.

Fue Héctor, un muchacho con aspiraciones de músico que un día fue a la carpintería de su padre para comprar una guitarra y se topó con unos oscuros que le robaron el alma, el sueño y el corazón.

Poco a poco se les empezó a ver juntos, eran chiquillos aún; él tenía 15 cuando la vio por primera vez y ella 13, con el pasar de las estaciones ambos crecieron junto con el cariño que se tenían. Esto se transformó en amor, uno de los más sinceros y puro que presenció el pueblo.

Ese día de marzo con una revolución encima, ambos fueron enlazados por la palabra de Dios, el trato se selló con un beso y la fiesta se hizo a lo grande. Ernesto se la pasó coqueteando con las señoritas, los papás de Imelda estaban orgullos de que ella escogiera un hombre de buen corazón que la cuidará, los gemelos se pasaban jugando con invitados de su edad.

Héctor e Imelda estaban sobre las nubes por al fin estar juntos, la vida les sonreía y agradecían al pasar el resto de ella al lado del otro.

La alegría les golpeo de nuevo cuando después de llegar al tercer año de matrimonio Imelda le dio la noticia ¡Iban a tener un hijo! Si hubieran existido las cámaras en ese momento, Imelda grabaría las expresiones de Héctor como su cara de incredulidad se transformaba en un grito de jubiló y la cargo con una inmensa felicidad.

Aunque después la bajo con cuidado temiendo asustar al retoño que creía en el vientre de su esposa. Ernesto alego querer ser el padrino de la criatura en cuestión de segundos y se llenó de orgullo al ver a su amigo embobado porque al fin tendría una familia.

Héctor nunca tuvo una familia completa, a su madrecita se la arrebato Dios antes de tiempo, su padre apenas lo veía, pero no tenían tan mala relación; lo que podría llamar familia sería a su abuelo que en paz descansa, la familia de su esposa y a Ernesto.

Nueve meses estuvo al cuidado de Imelda.

Nueve meses donde fue atento.

Nueve meses en el que espero ver al nuevo integrante de la familia.

Y en una madrugada de noviembre, entre llantos y gritos de dolor por la madre, la Dolores Rivera y Héctor apoyaron en el parto de Imelda, Dolores se encargaría de la criatura, por parte del futuro padre, le sostenía la mano a su esposa con fuerza.

― ¡Puja mija'! ¡Puja mija'! Ya casi sale―exclamaba la señora.

Un último grito dio Imelda junto con el llanto de un bebé.

―Lo hiciste bien, mi amor ¡Ya nació!―tranquilizo Héctor y le dio un beso en la mano que sostenía.

― ¡Es una niña! ¡Es una hermosa niña!―hablo Dolores mientras limpia la criatura.

Imelda sonrió sin fuerzas cuando vio al bebé, estaba cansada, el dolor le estaba abrumando, pero la mano de Héctor y la mirada que le dedicaba a la recién nacida le daba un enorme alivio.

―Es muy bonita...―susurro su esposo a la criatura.

―Muy linda...―secundó Imelda―Tan linda mi Socorro.

Con las pocas fuerzas que tenía beso a su retoño y le dedicó una mirada a su esposo, él estaba a punto de preguntar si se encontraba bien, si necesitaba un descanso antes de darle pecho a la niña.

―Cuídala bien, Héctor.

― ¿Por qué dice-...?―su pregunta se quedó a la mitad cuando ella cerró los ojos―Imelda, ¡Imelda! ¡IMELDA!

Dolores presenció las lágrimas de un hombre que había perdido el amor de su vida y el de una niña el de su madre. Aunque también la ardía el corazón ver a su hija sin vida, le ardía más que se fue antes de tiempo dejándolos solos a ellos.

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