Las grises nubes se arremolinaban sobre su cabeza y se extendían por el horizonte hasta donde el cielo y el mar se fundían en uno solo, el viento llevaba consigo la fresca brisa marina que golpeaba su rostro obligándolo a entrecerrar los ojos, todo indicaba que no tardaría mucho en desatarse la tormenta que había sido anunciada en el pronóstico del clima desde la mañana, tan solo era cuestión de tiempo para que incluso él tuviera que alegarse de la solitaria playa y volver a su hogar.
Comenzó a caminar recorriendo el solitario muelle en dirección a la playa, los locales que usualmente solía frecuentar para comprar alguna chuchería había cerrado hacia horas en un intento de minimizar cualquier perdida que la tormenta pudiera provocar, el clima había disuadido a los pocos, pero frecuentes visitantes de aquel hostil pedazo de tierra cercano al mar de permanecer más en aquel sitio, miro a su alrededor buscando divisar alguna otra señal de presencia humana con la esperanza de encontrar alguna otra alma que le hiciera compañía y que le distrajera aunque fuera momentáneamente de sus propios pensamientos, sin embargo en aquellos momentos él parecía ser el único tonto recorriendo el lugar, no sabía porque se encontraba esperando algo diferente.
Aquella playa siempre fue solitaria y hostil, sus aguas traicioneras y llenas de corrientes que podrían arrastrar a las profundidades a cualquier bañista descuidado, el oleaje solía mantener un ritmo tranquilo e hipnotizante que solo resultaba atractivo para los ancianos que solían acudir hasta aquel lugar a sentarse por horas para mirar el vaivén de las olas o para mojar sus cansados pies en la orilla, quizás las únicas otras visitas que recibía aquel lugar fuera la de parejas de enamorados que acudían rehuyendo del ajetreo de las familias y los otros muchos visitantes de las playas más populares y seguras de los alrededores.
De alguna manera la ausencia de cualquier pareja en los alrededores le quito un ligero peso de encima, lo último que deseaba en aquellos momentos era encontrarse con una feliz pareja que le recordara aquello por lo que había decidido acudir hasta aquel lugar en un intento de despejar su mente y detener aquellos fatalistas pensamientos que le habían hecho hacer decenas de llamadas a alguien que sabía nunca volvería a contestarlas.
Entrecruzo los brazos abrazándose a sí mismo mientras sentía su cuerpo estremecerse y su piel erizarse por el viento cada vez más helado y violento que arrastraba consigo suficiente briza para comenzar a humedecer su ropa, definitivamente aquella era su señal para olvidar su terquedad por permanecer en aquella playa.
Los desgastados escalones del muelle crujieron bajo su peso a medida que bajaba a la playa, jamás estacionaba cerca de aquel lugar, incluso si era más fácil para él, siempre solía hacerlo en el extremo más alejado de la playa, donde el camino terminaba; la gente solía alejarse de aquella dirección gracias a su hostil terreno dominado especialmente por rocas de todos los tamaños, algunas lo suficientemente altas para mantener a cualquier persona fuera de la vista y otras pequeñas y escarpadas que traicioneramente se encontraban enterradas en la arena listas para provocar un considerable dolor a cualquiera lo suficientemente descuidado para pisarlas, algo que aprendió por experiencia personal durante su primera visita a aquella playa, al menos había aprendido que era mejor usar calzado que ir descalzo si es que deseaba pasear por el lugar, aun con todo eso no podía evitar adorar aquel pedregoso y solitario terreno, amaba acercarse a los pequeños estaques formados entre aquellas rocas y que recreaban escenas del mar en miniatura que aparecían cuando había marea baja y desaparecían cuando subía, liberando a sus cautivos y trayendo a otros nuevos.
Sonrió para sí mismo pensando que aquellas pequeñas fosas de vida marina siempre habían sido una excelente excusa para ocultar los verdaderos motivos por los que visitaba religiosamente aquella hostil y aburrida playa, se suponía que era un hombre adulto, alguien lo suficientemente maduro para saber que los cuentos de hadas solo eran eso, cuentos para ilusionar a los niños llenando sus cabezas de fantasías en donde los buenos siempre ganas y criaturas mágicas aguardan en cada rincón esperando ser descubiertas por ojos atentos, se suponía que era un adulto, alguien que no debía depositar su fe en semejantes tonterías, que había aprendido de muchas malas maneras lo oscura que podía ser la vida conforme crecía y sin embargo continuaba aferrándose desesperadamente a aquellas ingenuas ilusiones infantiles de que en el mundo podían existir aquellos seres feéricos que siempre hicieron sus sueños y peores momentos mucho más dulces.

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Fantasía
FanficLa ilustración de la hermosa mujer de cabellos dorados y hermosa cola de escamas celestes mirando hacia la playa con una mirada llena de una abrumadora melancolía, aún permanecía fresca en su memoria, paso años deseando que al volver a leer la histo...