La nueva alianza dudó menos de lo que dura un suspiro en activar el procedimiento del referéndum. Era una pregunta sencilla, tan básica que vi la risa socarrona de algunas personas cuando la escucharon: ¿Continuar con el aterrizaje o partir hacia un nuevo mundo? Dos únicas opciones, dos variables y solo una posibilidad de respuesta.
Nadie, con excepción de los miembros más antiguos de la Horizontes, congeniaba con el antiguo pacto. Nos consideraban seres pedantes, con ínfulas de superioridad para ellos infundada. No tenían para menos, toda la gloria que nuestra generación cosechó se quedó en la atmósfera nitrogenada de La tierra; allí en el espacio éramos unos tripulantes más, con el poder; y la gente siempre odia a quien tiene el poder.
Linton y su gente, en cambio, movieron mejor sus fichas. Sabían que no podrían hacer nada contra nosotros y que intentar asesinarnos solo activaría (una vez más) alguna contingencia de Octavia, por lo que se dedicaron a manipular a la gente; les dijeron que nos volvimos ancianos ebrios de una autoridad que no nos correspondía, un rezago de esos mismos antepasados que los condenaron a una vida entre las estrellas. Y tenían razón. No los culpo.
Pasaron dos días desde el altercado con ellos. Yo caminaba por la sección de los cuartos, una capa de la esfera que giraba a menos revoluciones por segundo y que, por ende, mantenía una gravedad más adecuada para conciliar el sueño en el sector. Buscaba a Shui. No lo vi desde aquella ocasión y casi nunca pasaba más de dos minutos a su lado. Él solía culparme por tenerlo encerrado allí; decía que, al concebir a Guanyu, él no tenía una razón real para existir. No tenía una idea de lo equivocado que estaba.
Conocía el recorrido a su habitación de memoria, no necesitaba la guía de Octavia ni de sus brazos apéndice. Aun a mi edad podía distinguir el olor de mi primogénito en toda la zona. Era un olor a aceite y a cables; lo noté acompañado de otra persona, esta despedía un aroma a viejo, a óxido; supe quién era.
Me acerqué hasta la puerta para confirmar sus sospechas. El tono con el que Joao hablaba era casi dulce, muy diferente su tradicional severidad.
—...que no podemos pasarnos más tiempo aquí. —le decía el viejo de piel morena y rugosa—. Sabemos también que tal vez nunca tendremos una nueva oportunidad de pisar tierra firme, una oportunidad para echar raíces.
Podía imaginarme a Shui, asintiendo lentamente, mientras el malnacido al que hasta hace unos minutos admiraba con una devoción febril le ponía una mano al hombro y fingía comprensión. Ya no recordaba la cantidad de veces en las que me sinceré con él, en la búsqueda de un consejo que me permitiera recuperar a la sangre de mi sangre. Que tonto fui, que tonto.
—No puedo traicionar a mi gente, ellos son mi familia ahora. No mi padre, él ni siquiera me quiso, no pensó en mi cuando trajo a esa niña al mundo. —Habló el muchacho, trataba de ser diplomático, pero podía notar su lucha interna por aceptar cualquier proposición que signifique abandonar la esfera.
-Bien, no lo hagas por él. —Continuó Joao. —Hazlo por esa misma familia. Sabes que se equivocan. ¿A dónde irán a parar? ¿Cuánto tiempo pasará hasta que encuentren algo con las condiciones idóneas para sobrevivir? En Gea tenemos todo lo que necesitamos. Podemos vivir si lo deseamos, si luchamos con ello.
Con eso seguramente lo conquisto. Mi hijo tenía una debilidad culposa por el peligro y la adrenalina. Siempre la tuvo, daría su vida si con eso conseguía una buena historia que contar para cuando sea viejo.
Sin embargo, no escuché su expresión afirmativa. Lo pensaba, pero su devoción a Linton (o a Rebbecah) debía ser más fuerte. La presencia de Joao no se hacía presente, casi lo podía ver a la espera, con los ojos clavados en el rostro de Shui, con la intención de encontrar un gesto, al menos ligero, de que lo ayudaría.
—Hazlo por ti, entonces. —Se aventuró el anciano. —¿Quieres morir en esta tumba? ¿Quieres pasarte una eternidad con la vista de masas de gas ardientes? ¿O quieres tocar una tierra a la que puedas llamar hogar? ¿Quieres que tus hijos con esa señorita tan hermosa nazcan y mueran aquí, como seguramente lo hará el resto de la nueva alianza?
Eso fue todo. Pude escuchar la voz débil del muchacho; pidió las instrucciones y Joao se las dio. Lo escuché todo, lo recordé todo. Tenía que impedir que cometiera una estupidez.
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El encuentro con Gea
Science FictionMás allá de la atmósfera de Gea se oculta un misterio. La misión "Una nueva patria", llamada por los mismos tripulantes como "Sin retorno" viajó durante 42 años hacia la superficie inerte de Trappist-1e, un planeta que, en papeles, tenía las condi...