Kurt salió de su casa disparado hacia la de Katherine. Iba a llegar antes de la hora acordada pero eso no importaba, ya que supuso que su amiga lo supondría. Él estaba seguro de que ella le esperaba y que se alegraría de verle. Kat estaba acostumbrada a que él llegara antes de hora, pero eso le gustaba de él.
Él siempre se aseguraba de estar frente a la casa de su amiga leyendo la inscripción del buzón donde claramente ponía "Lexington".
Katherine se encontraba en el sofá, mirando al televisor, fingiendo prestar atención a aquella serie tan aburrida que veía su padre. Se levantó de un salto al oír el timbre, pero caminó con calma hasta la puerta. Cuando abrió allí estaba él, sonriente, saludándola con la mano.
-Hola -saludó la del pelo rizado.- pasa -le invitó a pasar, apartándose de delante la puerta. Kurt entró y saludó ladeando la cabeza al progenitor de la muchacha, que continuaba viendo aquella serie, que para ella era un muermo, cerveza en mano y rascándose los huevos. No notó la presencia del joven, ensimismado observando la "caja comecocos". Kat posó el dedo sobre sus labios, pidiéndole a su amigo que guardara silencio, Kurt imitó su gesto y acto seguido ambos subieron con cautela al piso de arriba, donde se encontraba el dormitorio de esta. Era el típico cuarto de chica adolescente, donde no se veían las paredes debido a la cantidad de posters que había colgados. Ni siquiera Kat recordaba de qué color eran las paredes de su cuarto y más de una tarde había jugado con Kurt a adivinar de qué color eran después de fumar un cigarrillo de la felicidad, pero nunca comprobaban quién había ganado con la excusa de jugar otro día, además consideraban interesante ese pequeño misterio. La mayoría eran pósters de los grupos de rock de la época, aunque muchos eran de los Beatles. Ambos se sentaron sobre la alfombra que ocupaba gran parte de la superficie del cuarto. Era suave y bastante agradable, aunque algo sucia y hecha polvo, con más de una quemadura por culpa de un despiste con un cigarro.
-¿Escuchamos ya el casette? -preguntó Kat a su amigo.-
-¿A qué esperas? -afirmó.-
Kat introdujó la cinta en el radiocaset y la música empezó a sonar. Reguló el volumen hasta encontrar la medida para poder disfrutar de los Sex Pistols sin molestar a su padre.
Se acostaron en la alfombra, metiendo la cabeza debajo de la cama. Se acomodaban de esta manera desde que descubrieron que desde ahí la música se oía mucho mejor gracias al eco. Lo mejor de todo es que se oía perfectamente, sin distorsiones. Cuando el casette teminó los dos se miraron a los ojos.
-Cómo mola escuchar música aquí abajo, ¿eh? -comentó él, con una sonrisa de oreja a oreja. Ella asintió, dándole toda la razón.
-Pondría la cinta de nuevo pero me da pereza rebobinarla. -confesó Kat, dejando escapar un suspiro. Se acomodó, colocando las manos tras la nuca y estirando las piernas. Desvió la mirada a Kurt y miró fijamente al somier. Notó como él continuaba mirándola y posó, de nuevo, su mirada en él.
-¿Qué? -soltó algo molesta. Se sentía incómoda por su fijación en ella, pudo sonar algo borde pero no era su intención.
-No, nada -negó con la cabeza, y miró al somier. A ella le pareció que estaba algo sonrojada y eso le causó curiosidad; ahora era ella quien le observaba. Él, por supuesto, se dio cuenta. La única diferencia con lo ocurrido anteriormente fue que Kat no recibió ningún tipo de respuesta o queja, sencillamente Kurt le aguantó la mirada. Ambos estuvieron un par de minutos mirándose a los ojos. Lo único que se oía era la respiración y los latidos de ellos dos. Por alguna razón que no llegaban a entender estaban nerviosos. Aquella situación era rara e incómoda para ambos. Aunque sentían sus mejillas arder continuaron manteniéndose la mirada. Al fin uno de los dos reaccionó. Fue él. Él se acercó a ella y la abrazó. Ella se dejó querer y hundió el rostro en su pecho, mientras describía círculos en su espalda,hasta que los dos se quedaron dormidos.
-Continuará.-
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Drain you
FanfictionDos viejos amigos, leales, jóvenes, inquietos y curiosos viven en el pequeño pueblo de Aberdeen, cerca de Seattle. Así empieza la historia de Kat Lexington, una chica con una vida de todo menos aburrida.