No sintieron miedo cuando el extraño gigante se acercó a ellos. Tenía cara de buenachon y parecía que sus intenciones no eran malas.
-Disculpad ¿tenéis un cigarro? -preguntó en un tono cortés, con una agradable sonrisa.-
-Claro -contestó Kurt, levantándose para sacar una cajetilla de tabaco de su bolsillo. Junto al desconocido el rubio se veía mucho más bajo de lo que era y el contraste impresionó a Kat.
-Muchas gracias -su sonrisa aún no se había desvanecido mientras tomaba el cigarrillo que le ofrecía el de ojos azules. Kat permaneció en silencio, observandoles mientras se balanceaba con lentitud, dando leves patadas al suelo.
-No quiero aprovecharme, pero papel no tendréis ¿verdad?
-Claro -contestó Kat- no te preocupes -se levantó y le acercó el librito de papel de fumar que extrajó del bolsillo delantero de sus pantalones vaqueros.- Aquí tienes. -alzó la vista y le dedicó una leve sonrisa. Ahora que estaba frente a él pudo apreciar mejor sus rasgos; llevaba una desaliñada melena castaña y tenía los ojos verdes. "Parece majo", pensó.
-¿Puedo coger un trozo de cartón? -preguntó el desconocido, señalando el librito de papel.-
Los dos amigos se miraron con complicidad, sonriendo con picardia pues se imaginaban lo que pretendía hacer, y asintieron a la vez, dándole permiso al joven. Ambos volvieron a tomar asiento en los columpios mientras miraban cómo el agradable desconocido se sentaba frente a ellos, en el suelo, cruzandose de piernas cómo los indios. Deshizó el cigarro y lo mezcló con una hierba. Kurt y Kat se miraron y echaron a reír, divertidos por confirmar que sus sospechas eran acertadas.
-Por cierto, mi nombre es Krist -se presentó el desconocido después de reír, sin saber por qué, acompañando a los dos amigos.-
-Nosotros somos Kat y Kurt. -A Kurt no se le daban bien, ni le gustaban las presentaciones, así que de esa parte se solía encargar ella.- Encantada, Chris.
-Chris no, Krist -le corrigió, aún sonriendo y en un tono de voz pausado y agradable.- Krist -pusó especial énfasis en pronunciar la te.- Con ese te. Krist
-Es que se parecen. -se justificó Kat.-
-Tranquila, no eres la primera ni la última persona que se confunde. -Krist le sonrió, quitándole hierro al asunto. Era cierto que muchas veces le habían llamado Chris en lugar de Krist, incluso en premios y orlas escolares su nombre estaba mal escrito. Él lo pasaba por alto, después de todo era una tontería.
Cuando acabó de liar el canuto lo prendió y aspiró, retuvó el humo durante unos segundos, antes de liberarlo, dándole salida por sus orificios nasales y boca.
-¿Queréis? -sostuvo el cigarrillo de la paz en el aire, esperando que alguno de los dos lo tomara. Kat no dudo ni medio segundo en catarlo y tras darle dos profundas caladas se lo pasó a Kurt. El cigarro cambió de pareja repetidas veces antes de, finalmente, ser asesinado.
-Me caes bien. -le confesó Kat a Krist, rompiendo el silencio, con una estúpida sonrisa dibujada en su rostro, que delataba que había sido cómplice del crimen.-
-Joder, y tú a mí. -contestó Krist sonriendo cómo un idiota feliz, prueba de que también había ayudado a acabar con la vida del canuto- Deberíamos quedar otro día. Los tres. Sí, joder, sería divertido.
-Por mí vale. -accedió Kurt, sonriendo, marca de que había sido cómplice-
-Decidme ¿qué tipo de música os gusta? -cambió de tema Krist. La música para él era un tema de conversación revelador, con el que, en ocasiones, se podía entablar una agradable conversación, conocer mejor a una persona o dar paso a un voraz debate. Kat miró a Kurt, dándole pie a que contestara él ya que, sin duda, era el que mejor entendía del tema.
-Em, bueno, nos gusta el punk en general. Ya sabes, -se encogió de hombros.- algo de los Sex Pistols un poco de los Ramones, ya sabes -se rascó la nuca. Parecía algo incómodo, era algo tímido y no sabía muy bien que decir. Si no fuera por Kat ni siquiera se habría quedado allí, se habría marchado en busca de algo de intimidad.-
-Oh -exclamó sorprendido por la respuesta y sonrió satisfecho.- A mí también me gusta, es tan...
-Vísceral -finalizó la frase Kat.-
-Rabioso. Pasional... -prosiguió Kurt, mientras miraba fijamente las dilatadas pupilas de su amiga, esbozando su característica sonrisa. Krist les miró anonadado, inclinandose hacía adelante, prestándoles toda la atención del mundo. Sus ojos brillaban cómo manifiesto de admiración ante tal muestra de sentimentalismo hacía su género musical favorito.-
-Exacto -asintió, totalmente deacuerdo.- Me habéis leído la mente, chicos.
Pasaron un buen rato hablando de música, los tres estaban disfrutando de la improvisada velada.
-Vaya -murmuró Krist después de mirar su muñeca y consultar la hora.- Será mejor que vuelva a casa, -pensó en voz alta.- y vosotros deberías hacer lo mismo -les aconsejó.- Hasta la próxima -se despidió chocando los nudillos con sus nuevos amigos y se marchó, dejandolos a solas de nuevo, no sin antes intercambiar sus números de teléfono. Kurt y Kat se quedaron en silencio, mirándose fijamente a los ojos durante lo que parecieron horas pero que, realmente, sólo fueron unos minutos.
-Vámonos -susurró Kat, aún sumergida en el ártico mar que eran los ojos del muchacho. A pesar de haber hablado en un tono de voz muy bajo este la escuchó y asintió. Cuando se pusieron en pie, ambos notaron cómo el colocón se les subía a la cabeza. Estaban algo mareados y el hambre tan sólo empeoraba la situación. Se dieron la mano y caminaron juntos hasta casa de Kat, donde decidieron pasar la noche. Debido a su estado, obviamente, no iban a escalar por la terraza, así que entraron por la puerta principal, haciendo uso de la llave de repuesto que los Lexington escondían bajo una piedra que residía escondida entre un arbusto y un flamenco de plástico,que servía de decoración. Kat siempre pensó que aquel flamenco más feo y antiestético no podía ser, sus padres opinaban todo lo contrario. Entraron con sigilo. El mayor sigilo que dos adolescentes bajo los efectos del cannabis podían emplear, es decir, poco. Por suerte no había nadie en casa. Dieron zancadas hasta llegar a la cocina, donde devoraron todo lo que había, exceptuando las verduras. Beacon, helado, chocolate, queso... Dejaron la cocina pelada.
-Que más da. -Comentó Kat,aún con la boca llena de beacon.- Mañana mi madre tiene que hacer la compra y toda esta mierda iba a caducar.
-Aún así me sabe mal,Kat. No sé, a veces siento que eres demasiado generosa conmigo
-No digas tonterías -se encaramó en la encimera, tomando asiento.- Es lo que hacen los amigos.
-Amigos -murmuró Kurt, cabizbajo y con el ceño fruncido, cabilando.- Kat -alzó la vista hasta encontrar la mirada de la muchacha.-
-Dime -la chica se tensó, algo incómoda; imaginaba que tipo de conversación se avecinaba.-
-Tú y yo... ya sabes -se echó el pelo hacía atrás y suspiró, buscando el modo de expresar lo que sentía sin que la situación se tornara más violenta.- Tú me gustas mucho, aunque ya lo sabes... yo... no sé... me gustaría, ya sabes -finalmente suspiró resignado, dejándose caer sobre una silla que se hallaba tras él. Kurt era una persona que "cantaba fracaso antes de tiempo" en lugar de victoria.
-Está bien -contestó Kat, intentando mantenerse firme. Sus mejillas se habían tornado de un color rojo carmesí. Kurt se pusó en pie tan rápido que se mareó, aún así se mantuvo firme. Kat bajó de la encimera y se quedó de pie frente a él.
Tragó saliva cuando Kurt acarició sus mejillas y se inclinó hacía ella hasta que sus labios chocaron. Al principio fue un suave beso que, al cabo del rato, se tornó un salvaje y violento baile entre sus lenguas. Esta era la supernova emocional a la que tanto habían temido y, ahora, que la habían hecho estallar se dieron cuenta de que no todas las explosiones son catastróficas y desoladoras. Más bien era un Big Bang de sentimientos; aquel primer beso fue la explosión y todo lo que ocurrió después sus consecuencias.
-Continuará-
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Drain you
FanfictionDos viejos amigos, leales, jóvenes, inquietos y curiosos viven en el pequeño pueblo de Aberdeen, cerca de Seattle. Así empieza la historia de Kat Lexington, una chica con una vida de todo menos aburrida.