Llenándonos de nosotros.

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La noche sin luna que gritaba tu nombre 

y las nubes cargadas de recuerdos que empapaban mi alma.

Y la música, llena de nuestros momentos.

Y mis ojos llorosos, impotentes.

Y el cigarro se consumía, gritando a todo pulmón nuestras letras que tuve que borrar.

Y comparar a quien me hable con lo que algún día fuimos, 

llenos de dolor y amor, pero llenos de nosotros.


Y años más tarde te volví a encontrar, para que me sanaras.

Y siempre me encontraste, sabías dónde buscar.

Y supiste cómo llegar a conquistarme, siempre paciente y sabio.

Y cuando nos equivocamos, superando lo que pasaba con besos y abrazos 

y durmiendo juntos, porque era lo mejor, poniendo nuestro playlist.

Y a sabiendas de lo que tuvimos, sabemos esperar.

Y nos cuidamos a distancia, con miles de kilómetros separando tu lugar de mis luces de navidad.

Y verde manzana, sentada en la ventana, riendo.

Siempre reía. Siempre lloraba. Siempre estaba ahí.

Y siempre estabas ahí, aunque me equivocara.


Como niño perdido, éramos nosotros en nuestros brazos, 

reclamando más de lo que podíamos dar, reclamando la injusticia del momento.

Y horas de llamadas, de escuchar en silencio, de vernos derrotados, de secarnos las lágrimas una y otra vez, 

de perseguirnos por calles desiertas y congelados, tratando de entrar en calor.

Y en la melodía de esa vieja guitarra con la que apoyaba mis historias, todas escritas hacia vos, describiendo lo buenos que llegamos a ser.


Con un final abierto, mejor sin finalizar, 

vemos pasar la vida del otro, anhelando volver, anhelando encontrar nuestro momento.

Y sabemos dónde buscar.

Con tu turquesa puesta, y la promesa en los labios, sé dónde encontrarte.

Porque siempre estás ahí, metido en mi mente.

Y sé que estás a un mensaje de distancia, a través de una ciudad fría y vacía,

llena de nosotros.  

Recordándonos en la madrugada.Where stories live. Discover now