Primera parte.
-Caroline, un regalo -Klaus le extendió un collar color plata, con una piedra rosada en el centro.
-Es realmente precioso.
-Y por lo mismo, digno de estar en tu cuello.
Sonrió.
Se posó por detrás de la rubia, quién movió su cabello hacia uno de sus hombros.
-Listo -anunció.
Y tal como Klaus lo había dicho, el collar era un perfecto accesorio para su reina.
-¿Podría saber cuánta joyería tienes guardada?
-¿Y también deseas saber cuántos vestidos tengo? -dijo, su tono burlón.
-De hecho sí. Me intriga bastante.
-Demasiada joyería. Demasiados vestidos.
-Estoy segura que tienes un armario dedicado a todo eso.
Klaus sonrió mostrando sus hoyuelos.
-Quiero verlo.
-Primero di que me quieres.
-¿Por qué?
-Estoy creyendo que estás conmigo por interés -soltó, intentando contener la risa.
-Te quiero.
El hibrido la rodeó por la cintura.
-¿Cuánto?
-Mucho.
-¿Qué es mucho?
Lo rodeó con sus largos brazos, mientras recorría con pequeños besos el camino desde su cuello hasta su boca.
-Eso es mucho para mí -dijo.
-¿Eso es todo? -Klaus lucía decepcionado.
Y Caroline tomó esas palabras como un verdadero reto.
Hizo que Klaus levantara sus brazos, para que así le resultara más fácil sacarle su camiseta. Desde ese momento, repitió el mismo proceso que había seguido hace minutos, pero esta vez desde su raro tatuaje de pájaros que tenía en la clavícula hasta un poco más abajo de su ombligo.
Desde esa posición, la rubia lo observó.
Lucía totalmente satisfecho.
-Me convenciste, amor.
-Eres delicioso.
-Pero no más que tú.
Y dicho eso, se sumieron en una noche repleta de pasión y lujuria.
