Cuando Caroline se despertó a la mañana, se dio cuenta de que Klaus ya no estaba.
"Obligaciones de híbrido original, supongo", pensó.
Y la nota que encontró pegada en el espejo de su pequeño salón de belleza, le confirmó aquello.
"Debo ir a hablar con el alcalde, dulzura. Regreso para el almuerzo.
Te amo.
Klaus".
"Iré a correr sola, entonces".
Realmente no lo necesitaba, tampoco Klaus, pero a ambos se les había pegado el hábito. Era una buena forma de pasar tiempo juntos.
Recién la tarde anterior habían llegado a Roma,pero Caroline conocía muy bien la ciudad por lo que no tenía problema en recorrerla sola.
Se dirigió al centro. En una de las bancas vio a un hombre que, en cualquier otro momento, lo habría tomado como un vampiro o brujo. Muy oscuro. Muy Damon.
Quizás no estaba tan equivocada.
Avanzó unas calles más.
Ahí estaba de nuevo. Fingía leer un periódico y no se le veía el rostro, pero Caroline era capaz de sentir su olor.
Dos calles más.
De nuevo.
"Klaus", pensó, mientras cambiaba de rumbo.
Llegó hasta el Palacio Poli. Justo atrás, se encontraba La Fuente de Trevi. Caroline por supuesto había oído hablar de los mitos con respecto a ella.
Miró alrededor. Su corazón latía más fuerte de lo que nunca lo había hecho.
"Si me pasa algo, que Klaus me encuentre antes de que llegue lo peor" -pronunció en un susurro, antes de que la moneda llegara hasta el fondo de la fuente.
Apretó los puños y se dispuso a continuar.
Mal plan. El hombre estaba justo frente a ella.
-Si corres, mato a toda la gente que está reunida en esta plaza.
Caroline observó a su alrededor.
Mujeres. Hombres. Parejas. Hijos.
Risas. Brincos. Felicidad.
Jamás podría ser tan egoísta como para poner en peligro a tanta gente. Además, si intentaba escapar, de igual modo no lo conseguiría.
Caroline despertó.
Estaba esposada de pies y manos a una mesa se piedra.
Estaba oscuro. Solo entraba un poco de luz por una pequeña ventana a un costado.
El atractivo, pero claramente peligroso hombre, estaba sentado a unos metros de donde la mantenía a ella. La observaba buscando respuestas en su rostro, y disfrutando de su miedo. Pero al mismo tiempo, su mirada tenía un toque pervertido.
Caroline comenzó a tiritar.
-Despertó la bella durmiente. -apoyó su rostro sobre su mentón-. ¡Y vaya que eres bella! Klaus sí que debe divertirse.
Klaus. Y una vez más, resultaba ser el por qué de todo.
-¿Qué es lo que quieres? -formuló Caroline, apenas.
-Muchas cosas...Caroline Forbes.
-Dime lo que quieres, y prometo que lo hago.
-Eso se puede interpretar de demasiadas maneras, hermosa.
-¡Eres asqueroso! ¡Dime qué es lo que quieres! -chilló. Lágrimas comenzaban a mojar sus mejillas.
-Bien -se acercó hasta la mesa-. Necesito tu collar.
El collar no estaba en su cuello.
Había salido sin él.
-¿Qué collar?
El hombre rodó los ojos.
-El que sé que te dio ese híbrido del demonio.
-Dime tú dónde está, entonces -Caroline intentaba lucir más calmada, pero su pánico no hacía más que aumentar.
-No te hagas la dura conmigo, rubia. Saldrás mal.
Pero Caroline era testaruda, y le gustaba ser así. Además, se le vino a la cabeza la idea de que si aquel brujo estaba tan decidido por obtener ese collar, quería decir que era muy valioso. Y más si Klaus sevlo había confiado a ella.
"Me lo dio porque haría todo para protegerme. De esa manera el collar no caería en malas manos"
Su plan no había funcionado. No porque no la cuidara, sino porque ellos trataban de vivir una vida normal, cuando en realidad eso no era posible.
-¡No sé dónde está, maldita sea! -gritó por enésima vez.
-Bien. Entonces tendremos que hacerlo de la manera mala. Tú te lo buscaste.