3. Primer mandamiento

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MAYA

Me despertó uno de los sonidos más característicos de mi casa, el ruido de un cacharro rompiéndose desde la cocina. Me pregunté quien demonios habría sido esta vez, sin embargo, me preocupó más si habían quedado cristales por el suelo que pudieran pisarse.

Me obligué, no sin mucho esfuerzo, a levantarme y después de ponerme mis zapatillas de casa, bajé las escaleras casi en dos saltos.

-Yo te he dicho que no podías cogerlas, que iba a darse cuenta- chillaba Mia haciendo entender su desacuerdo con su hermano pequeño.

-No ha sido por Mark Lewis, el bote se ha roto porque se...- en el mismo instante en el que irrumpí en la cocina, los dos se colocaron frente a los cristales rotos para ocultarlos de mí.

-¿El tarro de las galletas de nuevo?- ambos asintieron con algo de culpabilidad en sus caritas, francamente, habían roto ese maldito trasto tantas veces que no me sorprendía que ya no se asustarán de las consecuencias.

-Yo ya le he avisado de que iba a venir el monstruo Mark Lewis pero no me ha hecho caso- continuó explicando Cloe, mi hermana pequeña de seis años. El monstruo Mark Lewis era una invención mía, el nombre se trataba del de mi primer y único novio con el cual, lógicamente, no acabé bien. Los niños eran demasiado revoltosos y llegó un momento en el que ni los castigos ni las represarias funcionaban, así que un buen día les conté que cada vez que hicieran algo malo vendría el monstruo Mark Lewis y provocaría un accidente. Hoy Sam, el más pequeño de nosotros con cuatro años de edad, había robado del bote de galletas con chocolate que estaba estratégicamente colocado encima de la nevera para que no pudiera cogerlas. Teniendo en cuenta que es un niño pequeño ha debido subirse a la encimera de la cocina y desde ahí tantear como ha podido el tarro hasta que finalmente se ha caído, esto último es "supuestamente" el accidente provocado por Mark Lewis.

-Mia, sube a vestirte para ir al colegio. No te voy a reñir pero deberías haberme avisado de lo que estaba haciendo tu hermano, podríais haberos cortado con los cristales- ella me miró desde abajo mientras me daba la razón moviendo afirmativamente la cabeza y cuando terminé abandonó la cocina sin rechistar.

Mi hermana solía ser la más formal de los dos, no obstante, cuando se juntaba con Sam ambos eran dos terremotos. Eran el equipo perfecto, él era demasiado travieso y lanzado pero ella conseguía tranquilizarlo mucho, lo había visto yo misma, juntos eran como un huracán pero de alguna manera se complementaban tanto que la unión era hasta saludable. Él representaba el veneno y ella el antídoto.

Se trataba de dos niños que, por desgracia, pasaban mucho tiempo solos y que habían aprendido a protegerse el uno al otro.

-Y Sam- proseguí con mi discurso-, estoy muy triste y enfadada contigo. Hoy no cenarás tortitas y mucho menos galletas con chocolate.

-Lo siento- se disculpó al tiempo que se frotaba los ojos ya con alguna lágrima.

-Vístete- concluí y comencé a barrer los trocitos de cristales y galletas desperdigados por el suelo. Me aseguré varias veces de que no quedara ni un solo pedacito, pues mis hermanos siempre andaban descalzos por casa y no quería que se hicieran daño.

-¡Bajad a desayunar!- grité mientras terminaba de servir sus tazones de cereales, Cloe tenía uno de Winnie the Pooh y Sam una taza de Goofy y el pato Donald, pero esta última se rompió hace dos semanas y ahora usaba una que venía de regalo con el café.

Tengo que ahorrar para comprarle otra que le guste más, pensé.

Los dejé desayunando y me apresuré al piso de arriba a prepararme para el instituto, para mí era el primer día de clase pero los niños llevaban ya una semana de curso. Tuve que cambiarme de centro este año porque ya no podíamos permitirnos uno privado.

Ella es problemática (EEPI2)Where stories live. Discover now