Dos serpientes rojas y calientes se deslizan a pausa por mis brazos.
Dolor. Y más dolor.
Cierro los ojos y veo la negrura que hay en mi cabeza.
Dolor y más dolor.
Las sábanas verdes de mi cama evitan que el rojo intenso de mi propia sangre me impacte.
Esta tibio. El líquido corre suave, desparramándose por el colchón. No tengo miedo.
No siento más que el ardor de mis brazos lacerados.
Mejor. Ya no siento nada, solo está el dolor.
Está negro, noche cerrada.
Silencio.
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Ella está sola, negro.
Short StoryEs una niña y está sola. Quiere morir y a nadie parece importarle.