Capítulo Treinta y Uno

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Por unos minutos tuve la sensación de que el tiempo se detuvo. Solo se me repetían las palabras de Gael en la mente, una y otra vez.

Nos iban a atacar de forma inminente.

Y ahí fue cuando mis pensamientos empezaron a ser caóticos, pensaba demasiadas cosas en poco tiempo y no sacaba nada en claro. Necesitaba saber el motivo de un ataque tan pronto, la razón por la que me querían, una exacta, o por qué querían destruir este reino entre otras muchas cosas. Aunque cuando pensé en Febe y el riesgo que corría aquí si nos atacaban, me estremecí. Ella no podía vivir algo así, no podía perderla, no podía hacerlo. Ya había pasado demasiadas cosas para hacerlo de nuevo.

—¿Aerith? —Mi madre me tocó el brazo devolviéndome a la realidad.

La miré y supe que, por la forma en la que me sonreía intentando tranquilizarme, vio el horror debajo de mis ojos verdes, que expresaban lo que sentía.Solo podía pensar en Febe.

—¿Estás seguro de ello? —pregunté después de intentar ordenar mis ideas. Los guardias seguían detrás de él junto a Andrea. Les hice un movimiento con la mano para que se marchasen, quería hablar a solas con él o al menos sin tener a personas que estuvieran del lado de Salvatore.

Seguía sin fiarme de la mayoría de hadas del reino.

—¿Crees que miento? —rebatió de inmediato y pareció que estaba dolido por su tono de voz.

—No he dicho eso —murmuré, retándolo con la mirada—. Solo quiero asegurarme de lo que dices...

Hubo una lucha silenciosa entre nuestros ojos, él me reprochaba la desconfianza que tenía, porque era así, no porque no confiase en él, era solo que la idea de que Febe pudiese estar en peligro me hacía dudar de todo. No duró, sus ojos se entrecerraron y se llenaron de preocupación, como si entendiese lo que estaba pensando.

—He convocado una reunión del consejo con urgencia —anunció Andrea—. Será mejor que vayamos yendo para allá, deben ya estar todos.

—Sí, mejor no contarlo dos veces, ¿verdad, Gael? —sonrió mi madre aunque no estaba para nada feliz, estaba igual de preocupada que yo.

Gael le devolvió la sonrisa a mi madre y no entendí nada. ¿Qué me había perdido? Ni sabía que se habían vuelto cercanos, aunque era una cosa más para la lista de cosas que desconocía. Decidí no darle importancia, no al menos por ahora, había cosas mucho más importantes.

Al llegar a la sala de reuniones ya estaban todos, y Godrik fue el único que se alegró de ver a Gael entrar ya que se levantó para abrazarlo.

—Tu entrada ha sido épica —se rio—, pero no lo hagas nunca más, ¿de acuerdo? La seguridad del reino es muy importante. Tienes que dejar que te identifiquen. Aerith no estará siempre disponible para ti.

Imperdonable  ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora