Diversión

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Entonces, no tenía nada qué hacer. Miraba a la pared pensando en los errores que ha cometido en su vida (Ninguno, según él, pero aun así piensa en ello) "¿Qué hago?". Ya han pasado diez minutos, que han parecido eternos. No tenía sueño, ni hambre, solo quería entretenerse.

— ¡King Dice!—Cedió con el aburrimiento y decidió llamar a su lacayo. — ¡Ven aquí inmediatamente!

Mientras, el cabeza de dado estaba a gusto manteniendo una conversación con uno de sus trabajadores: Hopus Pocus. Le gustaba charlar con él a menudo, siempre tenía algo qué decir al ser un conejo con algunos tornillos sueltos. Al escuchar el llamado de su jefe, hizo una mueca de molestia y suspiró ruidosamente.

—¿Ahora qué querrá?—Se preguntó a sí mismo en voz alta, torciendo los ojos.

—No lo sé, tal vez hiciste algo malo ¿Tan rebelde eres, Dice?—Empezó a carcajearse de la nada. —Nos vemos luego. —Se retiró dando saltos largos a seguir trabajando.

—Conejo loco...—Movió la cabeza de un lado para otro, sonriendo. También se retiró y subió rápidamente a la oficina del Diablo. Abrió con cuidado, sin hacer ruido, la gran puerta y entró. Miró a su jefe en el trono, tenía una cara de malas pulgas, decidió esperar a que él dijera algo.

—Estoy aburrido. —Por fin habló, miró a su lacayo. —Haz algo para entretenerme.

—Q-qué...—"¡¿Para eso me llamó, porque estaba aburrido?! ¿Y quiere que lo entretenga? Desde cuando ése es mi trabajo..." Pensó el dado, incrédulo. Su jefe nunca dejará de sorprenderlo, ya ni se acordaba porqué seguía trabajando allí. —Oh, bueno... déjame pensar en algo.—No sabía qué hacer, el Diablo era muy quisquilloso con todo, además de que lo único que le divertiría sería algo caótico, pero ahora no era el momento ni el lugar para destruir cosas... aunque sí era espaciosa la oficina. Se le vino una idea, chasqueó los dedos. — ¡Ya sé!

— ¿A dónde vamos a quemar cosas?—Preguntó animado su jefe, alzando el tridente listo para irse.

—¿Qué? ¡No, no! Nada de eso, ¡Vamos a bailar!—Le sonrió, como si fuera la mejor idea que hubiera tenido en mucho tiempo.

—¿Bailar? Tienes que estar bromeando.

—Ya sé lo que está pensando, jefe, pero es muy divertido. Iré a alistar el tocadiscos. —Lucía muy animado. De un cajón sacó un vinilo y lo colocó en el aparato.

Empezó la música, era fácil de bailar y pegadiza, "Jazz" pensó el Diablo. No quería bailar, a él no le gustaba bailar ¡Y no era porque no supiera! (De hecho, sí es por eso). Frunció el entrecejo y apretó los dientes, comenzó a caminar hacía el aparato para prenderle fuego, estaba a punto de hacerlo, pero alguien lo agarró del brazo y lo jaló a un lado impidiéndole el movimiento, claro que tenía que ser King Dice, el cual ya estaba bailando animadamente: otra de las muchas cosas que sabía hacer muy bien. Por eso al Diablo no le gustaba, detestaba sentirse humillado o inferior a alguien sólo por no saber hacer tales cosas.

—¡Para ya! Odio esto ¡No quiero bailar!—Le gritó al contrario, a la vez que jalaba del brazo donde King Dice aún no le soltaba, al contrario, apretó más el agarre. —¡Dice, es una orden!—Estaba perdiendo la paciencia.

El subordinado no le hizo caso, ni le prestó atención a las constantes quejas del otro, se estaba divirtiendo y sabía que podía hacer sentir lo mismo a su jefe, solo tenía que hacerlo bailar. Sabe que nunca lo ha intentado ¿así cómo sabrá si es divertido o no?

Jaló a su jefe, ahora con los dos brazos, haciéndole dar vueltas y seguir el ritmo de la canción. Hizo que imitara sus pasos como si fuera una especie de títere y en un momento le soltó, sin querer, y el Diablo estaba bailando por su cuenta, ignorando la situación, hasta que abrió los ojos y notó la mirada que tenía King Dice en él, divertido. Los pómulos estaban sonrosados y marcados por la razón de que estaba sonriendo, y al Diablo le encantó esa expresión "Hermoso..." era lo que había pensado de King Dice. Deformó su cara, de nuevo, frunciendo el ceño y apretando los dientes, con la novedad de que ahora estaba levemente sonrojado, no podía creer lo que había pensado de su lacayo, no sabía que podía tener esa clase de emociones, era simplemente repulsivo.

King Dice notó como el otro había parado de bailar, vio la expresión del contrario e inmediatamente cambió de humor, "No puede ser, es terco hasta consigo mismo." Pensó, deteniendo su baile.

—Está bien, iremos a quemar cosas.—Dijo desganado, yendo hacía el tocadiscos para apagarlo, pero una garra en su hombro le impidió la acción. Volteó a ver al dueño de aquella garra.— ¿Sí?

—Yo no he dicho que apagaras la música.—Utilizo un tono amenazante, pero el lacayo entendió bien: quería seguir bailando. King Dice volvió a sonreír casi involuntariamente y se alejó del aparato.

—Cierto.—De nuevo, agarró a su jefe, pero esta vez de la mano, y comenzaron a bailar.

Del otro lado de la puerta, estaba un blanco conejo oyendo con sus grandes orejas, pero sólo podía distinguir la música, se preguntaba "¿Qué está pasando allá adentro?" una y otra vez, ya que no es algo de todos los días que el Diablo tenga ese tipo de música en alto volumen, pero recordó a King Dice y sonrió al entender que los dos estaban haciendo un progreso. 

Snake Eyes!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora