-Está delicioso este café. -murmuro después de beber un sorbo.
Me he quemado los labios al apoyarlos en la taza.
-Lo sé mi amor. ¿Te apetece dar un paseo por el parque? Creo que nos vendría muy bien despejar la mente en estos momentos. -dice mientras me acaricia la mano.
-Sabes que no me gustan los paseos en esta época del año. Hace demasiado calor. Aparte, quiero irme a mi casa. -digo dibujando un mohín en mis labios.
-Joe amor. -suelta un pequeño suspiro.
-No me llames amor. No lo mereces. -digo molesta.
-Carla... -suelta de nuevo un suspiro.- Lo siento de verdad, cariño. Perdón. Ya no sé cómo demostrarte que me arrepiento por lo sucedido. -dice colocando su mano sobre la mía.
Enseguida quito la mía de debajo.
-No tienes nada que hacer. Ya has perdido mi confianza. -murmuro aguantando las lágrimas.
-Carla, ¿de verdad me lo estás diciendo? -susurra mientras veo que comienzan a caer lágrimas por su mejilla.
-Creo que es un poco tarde para arrepentirse. La verdad... creo que te podrías haber arrepentido cuando estabas con ella. O cuando la abrazabas y besabas. O cuando dormías con ella. ¿No crees? -tengo la voz temblorosa.
-Te amo. -susurra mientras se quita las lágrimas de su cara.
-Ya veo. No me haces ni caso. Te da igual lo que yo opine. -digo frunciendo el ceño.
-Amor, sí que te escuché, y tienes razón, pero... Lo importante es... si me quieres. -dice cortante.
-Te seré sincera... -hay 5 segundos de completo silencio.- Estoy cansadísima. Y... te quiero,... pero tengo dignidad, y creo que no merezco estar con una persona como tú, Ian. Yo soy una persona que cuando ama, ama de verdad. Y una persona que ama de verdad, es fiel, y no miente. Yo creo... que merezco una persona que me quiera de verdad y que me respete.
-Vale. Ya está. ¿Se acabó no? -dice riéndose irónicamente.
Parece enfadado.
-Creo que la que debería estar enfadada soy yo.
-No estoy enfadado. Joder. Carla. Siempre igual.
-Vale, veo que te estoy molestando, así que mejor me voy. Nos veremos algún día. Adiós. -sonrío sutílmente, me levanto de la silla, y salgo rápidamente de la cafetería.
Al salir por la puerta, en seguida recibo una llamada de Mirella.
-Ey. ¿Qué tal estás?. -murmura tras el teléfono.
-Pues genial la verdad. -estoy llorando pero no lo dejo notar.
-Me alegro Carla. Entonces... ¿Ya no estáis juntos? -dice cortante.
-No. -sonrío falsamente aunque no me esté viendo.
-Bueno vale. Solo te llamé para ver qué tal estabas, y sé que estás llorando, así que mejor te desahogas luego en casa cuando llegues.
-Está bien. -asiento.
-Te quiero.
-Y yo. -cuelgo el teléfono y lo guardo en el bolsillo trasero del pantalón.
Comienzo a andar en dirección a mi piso, mientras que una brisa que recorre las calles quema mi piel al rozarla. Al abrir mi bolso, saco un pañuelo, para después sentarme en un banco que se encuentra en el parque. La brisa mueve mi pelo, así que para no despeinarme, lo recojo todo en un moño. Saco un espejo de mano para mirarme en él. Tengo los ojos hinchados, el rimel corrido por toda la parte inferior del ojo y los pómulos, y el brillo de labios esparcido por el alrededor de mi boca. Estoy mareada. Siento que mi cabeza va a explotar del dolor tan intenso que tengo de llorar. No me encuentro muy bien, así que cierro mis ojos y recapacito durante 2 minutos. Las lágrimas siguen cayendo de mis ojos como lluvia. Empiezo a jadear de manera intensa mientras lloro y agacho la cabeza.
-Perdona, ¿estás bien? -murmura alguien se sienta a mi lado.
Levanto la cabeza para ver quién habla. Es un joven. Parece un estudiante, ya que lleva cargado a la espalda un violín, y en su mano derecha un libro, que rápidamente reconozco: Harry Potter. Empiezo a analizar cada parte de su rostro, cuando coloca su mano sobre mi rodilla. Tiene un cabello liso color castaño claro, unos labios finos y rosados que dibujan una pequeña sonrisa y unos ojos color marrón miel que se rasgan al sonreír. También tiene unas pequeñas gafas cuandrangulares, y unas pecas que cubren toda la zona de su nariz y pómulos. En ese momento, con el pañuelo que saqué de mi bolso, quito las lágrimas de mis ojos, y miro hacia otro lado muy avergonzada.
-¿Necesitas algo? No tengas vergüenza de mirarme, no pasa nada por llorar. -dice mientras acaricia mi hombro.
-Estoy bien, gracias. -murmuro tímidamente.
Miro hacia otro lado intentando taparme.
-Creo que no. Pero si quieres me voy y no te molesto. -no se mueve.
Giro lentamente mi cabeza para después mirarle fijamente a los ojos, y romper a llorar.
-Ey... No llores. -murmura mientras me atrae hacia él para abrazarme.
Esta situación es muy extraña e incómoda, ya que no comprendo por qué estoy abrazando a un desconocido. Aún así, me encuentro mejor por abrazarle. Cuando me separo de él para mirarlo, veo que he manchado su camisa color marrón con el rímel húmedo de mis ojos.
-Perdón. Te manché un poco tu camisa con mi maquillaje. -digo lamentándome seriamente.
Comienza a reírse tiernamente. Le devuelvo la sonrisa.
-Tengo que irme, que no tengo mucho tiempo para llegar a casa. Encantado nos vemos otro día. Ah, y por favor, no sigas llorando. -se levanta del banco para después alejarse de mí andando.
-Adiós. -digo sonriendo aunque ya no me esté mirando.
De repente, me doy cuenta de que se ha dejado su libro sobre el banco.
-¡Ey chico! ¡Tu libro! -exclamo cogiendo el libro y moviéndolo con la mano de lado a lado al aire.
Qué amable. Pero está un poco sordo. Por lo menos este chico me ha alegrado lo que queda de día. Cojo el libro y lo guardo en mi bolso.
Después de estar 5 minutos observando a los perros corriendo por el césped, veo que es hora de irme a casa, así que paso el pañuelo por debajo de mis ojos con el fin de quitar todas las lágrimas, cojo mi bolso, me levanto, y comienzo a caminar en dirección a casa.
Comienzo a rebuscar en mi bolso las llaves, cuando las encuentro. Abro la puerta, y entro. Creo que hay alguien en el apartamento.
-¿¡Hola!? -exclamo mientras dejo el bolso sobre la mesa del salón.
-Cariño... -aparece Mirella delante mío abalanzándose sobre mí para abrazarme.- Tienes mala cara, se ve que has llorado. Joe mi amor... -se separa de mí, y con sus dedos acaricia mi mejilla.- ¿Qué tal estás? No vuelvas a llorar, eh.
-Vale... -digo cabizbaja.
-Eso espero. Oye, y ve a ducharte, ponte guapa, que esta noche salimos a cenar a un restaurante. ¿Vale?
-¿Enserio?. Vale genial. Me voy a duchar ya. -le doy un beso en la mejilla, y me dirijo a la ducha.
Después de ducharme, he ido a mi habitación, y después al armario para ver qué ponerme.
-¡Mirella!. -exclamo.
Entra Mirella por la puerta, y se sienta en la cama.
-Dime Carla... ¿Qué necesitas? -dice mirando de arriba a abajo mi armario.- Ah. Ya veo...
-A ver... ¿Vestido de tubo color borgoña hasta las rodillas y manga corta o un mono un poco ancho color blanco hasta los pies? -digo enseñándoselos.
-Vestido borgoña. Sin duda. -dice asintiendo con la cabeza.
-Vale gracias.
-Un placer. -sonríe exageradamente.- Me voy a vestir yo también. En 20 minutos en el salón. Adiós. -sonríe y sale de la habitación rápidamente.
Me pongo el vestido y me miro frente al espejo. Me gusta mucho. Me pongo unos tacones negros, y me siento frente a mi mesa, donde tengo el maquillaje. Selecciono un rimel para alargar y dar color a mis pestañas, un pelín de iluminador en el lagrimal y pómulos, y lo que no podía faltar, un pintalabios mate, que por desgracia me regaló Ian, del mismo color que el vestido. Mi pelo castaño es liso por naturaleza, así que no lo peino si quiera. Me echo un poco de perfume y me doy unos pequeños retoques en mi maquillaje.
Cuando ya he acabado de arreglarme, cojo mi bolso negro, y voy al salón a esperar a Mirella.
-¿¡Estás ya!? -exclamo.
-¡No!. ¡Paciencia! Me queda poco.
Pasados 10 minutos, sale Mirella de su habitación, cuando me quedo asombrada por lo guapa que va.
-Wow... Estás... Preciosísima. Yo contigo no compito. -digo para después soltar una carcajada.
-Pero, ¿qué dices?. Pero si tú estás aún más preciosa que yo. -me mira de arriba a abajo con cara de asombro.
-Bueno... Creo que al final las dos estamos igual de preciosas. -sonrío y me acerco a ella para cogerla de la mano y salir del piso.
Al salir de casa, buscamos el coche, y cuando lo encontramos, nos subimos en él.
-¿Dónde me llevas?. -pregunto.
-Reservé mesa en un restaurante italiano. -sonríe mientras arranca el coche.
-Me encanta el italiano. Se me hace la boca agua con tan solo pensar en su comida. -digo poniendo los ojos en blanco y mordiéndome el labio inferior.
-Lo sé. -echa a reír.
Después de estar 10 minutos en el coche, hemos llegado, y estamos entrando en el restaurante.
-Aquella mesa de allí señoritas. -dice un camarero señalando una mesa situada al fondo del salón.
-Gracias. -murmuro.
Nos sentamos en la mesa, y nos acomodamos.
-¿Qué quieres tomar? -pregunta el camarero.
-Vino de la casa por favor.
-Estupendo. Ahora mismo se lo traigo.
Cuando el camarero se aleja, veo que Mirella me está observando melancólicamente.
-¿Estás bien Mirella? -pregunto frunciendo el ceño y colocando mi mano sobre la suya.
-Debería de hacer yo esa pregunta. ¿No es así? -dice acariciándome la mano.
La expresión de mi cara cambia de repente. Hasta este momento se me olvidó el día de mierda que tuve hoy. Pero con tan solo unas pocas palabras, toda la mierda ha vuelto a mí rápidamente. Pero ya no me afecta casi nada. O por lo menos, eso intento. Cuando reacciono a sus palabras, digo lo primero que me viene en mente.
-Bien, ¿por qué preguntas? -digo sonriendo débilmente.
-No por nada. Se te ve muchísimo mejor que antes, y eso me tranquiliza la verdad. Espero no volver a verte llorar de nuevo hasta por lo menos dentro de un par de años. Ehhhh... -sonríe y me da un beso en la mejilla.
-Aquí tienen. -aparece por sorpresa el camarero, y después sirve el vino en nuestras copas.
-Gracias. -digo mientras se aleja de nosotras.
-Oye por cierto, si esta mañana estuviste con Ian, y me llamaste a mediodía porque ya no estabas con él, pero llegaste por la tarde... ¿Qué hiciste desde el mediodía hasta la tarde? -pregunta levantando las cejas y sonriendo.- Sé que soy muy cotilla.
-Por eso te amo. -sonrío y la cojo de la mano.
-Perdón... ¿Saben ya qué pedir? -pregunta el camarero interrumpiendo nuestra conversación.
Después de charlar y observar la carta del restaurante nos decidimos por algunos platos exquisitos.
-Vale,... Pues vamos a pedir pasta risotto y tallarines de queso roquefort.
-Vale, perfecto. -apunta en su libreta.- En 15 minutos está la comida. -se aleja y se dirige a lo que parece ser la cocina.
-Pues... Estuve en un banco. -continuo diciendo.
-¿Haciendo qué?. -murmura.
-Pues llorando... Ah, y con un desconocido que me estaba consolando.
-¿Con quién? -dice enarcando las cejas.
-Con un chico que se paró a consolarme. Un chico muy majo. -sonrío sutílmente.
-Uyuyuy... ya veo. El héroe, tu salvador. -enarca las cejas intentando descifrar algo.- Se te iluminan los ojos. ¿Te gustó o qué?
La miro con rareza.
-Qué va. -suelto una carcajada.- No lo conozco.
-Bueno si tú lo dices... -sonríe.- Y... ¿cómo se llama?
Me encojo de hombros.
-No lo sé.
-No sabes cómo se llama, pero estuviste con él como si os conocieras de algo. Qué normal. -ríe mientras me mira y ladea la cabeza de lado a lado.
-Bueno pero... no me hace falta saber su nombre para llevarme bien con él, no es necesario. Aparte, dudo que lo vuelva a ver.
-¿A sí? Y si lo vuelves a ver, ¿cómo lo llamarás?
-No sé... Tal vez... el chico del libro.
-¿Y eso? ¿Por qué el chico del libro? -pregunta.
-Es que llevaba un violín a la espalda, y un libro en la mano, que por cierto se olvidó en el banco, y tengo en casa. Y bueno... de ahí el nombre. -sonrío tímidamente.
-Ah, así que músico. -sonríe.- Interesante. Aparte, se dedica a la música, como tú.
-Pues sí. -esbozo una sonrisa.
-Uno músico, y el otro cantante, la pareja perfecta. -comienza a reír a carcajadas.
Cuando el camarero ha servido la cena, hemos comido rápidamente. Estábamos hambrientas.
Al acabar de cenar, nos hemos tomado un par de copas más, y de inmediato hemos regresado a casa.
-Estoy cansadísima. -digo mientras abro la puerta de casa y tiro los tacones al suelo.
-Me voy a dormir. Hasta mañana mi amor. -me da un beso en la mejilla, y va hasta su habitación.
-Adiós. -digo sonriendo.
Voy a mi habitación, y me dejó caer sobre la cama. ¡Qué cansancio! Estoy muerta. Me desmaquillo, me quito la ropa, y me voy a dormir. Me pongo una alarma para mañana por la mañana. A las 9 AM. Cierro los ojos, y enseguida me quedo dormida.

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El Chico Del Libro
RomansaEs una bonita tarde de otoño. Tal vez, un paseo por el parque venga bien. Tal vez me encuentre con él de nuevo. El chico del libro.