Inicios

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Todo comenzó por aquel cuadro como premonitorio de desastres ocultos en mi destino.

Me independicé de mis padres, dejé mi dormitorio, mi hogar, mi familia, llevé mi desorden y a cuestas la sensación amarga de la despedida.
Encontré un departamento cómodo para mí sola -ningún extraño- no tenía el más mínimo deseo de compartir mi espacio de desorden, lleno de libros, postales, botellas pintadas, conchas, una pared llena de clavos que colgaban cuadros de varios tamaños, máscaras y sartenes rústicos, nada en su lugar; excepto mi afición y mi felicidad.
Soltera, libre, sin novio, ni amante, sin compromisos.
Esperaría algún día compartir mi desorden con alguien que disfrute del arte, sobre todo, que juntos conozcamos el amor y la libertad.
Por el momento la soledad sería mi amiga y compañera, testigo de mi paz , de mis anhelos. Viviría con ella y sé también que no invadiría mis alegrías ni me llevaría a la tristeza, la soledad sería la liberación de encontrarme a mí misma, de traer a mi memoria anhelos y sueños a mi antojo y no necesitar de ninguna piel.

Toda mi vida he coleccionado
libros (bibliofilia) los apilo sin ningún orden, pero reconozco a cada uno, la obra, su autor.
En una mesa de antaño reposan pinceles manchados, cajitas y tubos de pinturas, una taza de café a medio tomar.
Tres estanterías de recuerdos, desde una plancha de hierro, adornos de cobre, llaves, monedas. En varios cajones he guardado cajetillas de cigarrillos de varios países, estampillas, pequeños borradores de colores, cámaras fotográficas, esferos y lápices, frascos de perfumes, muñecas rubias y morenas, sin piernas unas , bizcas otras. ( mis favoritas desde niña)

Aunque no me considero una anticuaria soy una persona que le agrada coleccionar antigüedades de todo tipo, -como ya les anticipé-desde libros, pinturas, piezas oxidadas por el pasar del tiempo, máscaras reflejos de rostros incoloros, muecas de ironía, postales... fotos cientos de fotos, ¡ah! y mi baúl lleno de boletos y recibos de cada salida, de cada cita... de cartas de amor, de despedidas , misivas de amigos y familiares cuando viví por algunos años en el exterior (todo tesoro personal invaluable),¡qué ridícula!

No soy historiadora, me gusta analizar y reencontrarme con el pasado de cada rústico hallazgo, antigüedades como testigos del tiempo añejo.
No soy escritora,  plasmo mi sentir en cada letra, en cada palabra, en cada párrafo; escribo  para respirar, para vivir y volver a vivir, para amar y volver amar con la niebla que cubre los deseos del placer.
Me atrae el olor a húmedo de cada página de los libros olvidados, la literatura , cada autor que palpita en el arte, líneas y pensamientos envueltos en la expresión de la vida, de la muerte.
El presente , el pasado, el futuro conjugados en un solo tiempo para crear la fantasía o la ficción más allá de la lógica.
Amo ser maestra, guiar a los niños y adolescentes es mi fortuna, las mañanas, las horas, el tiempo en cada  aula, las risas y travesuras , todos los abrazos me dan la energía para educar.

Acariciar mis cofres envejecidos de madera, escuchar la caja musical, la máquina de coser de la bisabuela, escribir mis poemas al unísono de las teclas olvidadas... admirar cada pintura, retocar  imágenes  descoloridas, darles el brillo momentáneo que se deterioró a la ausencia de su creador, aunque de ninguna manera sea pintora
Escuchar las melodías como fondo armonioso de composiciones líricas , música que complementa el ritmo de la alegría o la nostalgia.

Sentía repudio por un cuadro, el mismo que lo apañé de la basura un sábado por la noche. Era la clásica pintura de Leonardo da Vinci "La última cena". Obra famosa del Renacimiento y del arte cristiano religioso. Representa los últimos días de la vida de Jesús según el evangelio de Juan, 13:12. :
"Jesús anuncia a sus doce discípulos que uno de ellos lo traicionará".
La pintura era buena réplica al óleo, -de algún pintor improvisado- estaba elaborada en una base de cartón y yeso, con un rústico marco dorado.
Creo que lo despreciaron por la pérdida de color, sin fisonomías y dejando entrever que eran imágenes con ojos borrados,  caras pálidas y desencajadas -como algunos rostros humanos-, un cuadro deteriorado e inservible.
Dejé el cuadro junto a mi cama y sentía, de alguna manera, satisfacción de haberlo rescatado, pero a la vez , despertaba en mí una inexplicable repulsión.
No podía conciliar el sueño, ¿alucinaba?, miré angustiada como algunas siluetas blancas  salían del cuadro. Caminaban una tras la otra, se esparcían por el cuarto y husmeaban todo a su paso, parecían que disfrutaban de los objetos antiguos de mi dormitorio.
Nuevamente se formaban cual soldados e ingresaban uno a uno al cuadro. Luego de algunas horas, mientras  dormía, despertaba a la madrugada -3 am- y escuchaba voces, murmullos.
Los veía a ellos, a los apóstoles, quería contarlos entre las  sombras de sus túnicas hasta llegar al doce... uno, dos, tres... miraba las sombras de  sus barbas, el cabello sobre sus hombros. Me miraban, me velaban rodeando mi cama, mis sueños, mi calma.
Uno de ellos, acariciaba mi cabello, tomaba mi mano, besaba mi cuello, bajaba a mi cuerpo...
Sentí mucho miedo y creí que era producto de alguna pesadilla, de mi astigmatismo o de los juegos de magia de la oscuridad.
Intenté levantarme de la cama, estaba muy nerviosa, el "apóstol"  que me acariciaba me detuvo. No me hablaba mas me transmitía la serenidad para que vuelva a dormir, -no logré dormir por un buen tiempo-
Mi cuerpo se transformaba y subía por mi piel el escalofrío, como destellos de nieve, que se deshacían por  el calor de sus besos.
El éxtasis de  una pasión desconocida con un sabor nuevo; la sensación confusa entre el temor y el deseo, entre la cordura y perderse en las sombras de lo prohibido.
Era imposible detener al tiempo junto a la humedad de cuerpos que empañaban con  lujuria   los cristales fríos de los ventanales.

El palpitar de los espíritus . AnabellerasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora