Presagios

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-¡Mira mamá ahí está!
Corrió con emoción y se acercó para mirarla de cerca.
-¡Santísimo Dios!, ¡hay que santiguarse ! , hazlo hijo así :
"En el nombre del padre , del hijo, del Espíritu Santo, amén ".
La madre insistía para que su hijo aprenda a santiguarse, para que haga la señal de la cruz, sin embargo, el pequeño, se retiraba y  entumecía los brazos y los dedos para no hacerlo.

"Se riega la leche, perdí las llaves, toda la noche sin dormir, ¡ pesadillas! ¡solo esto me faltaba!, mi hijo, testarudo, rebelde.
Hoy seguro me levanté con el pie izquierdo, será como un día de esos en que todo sale al revés" --
decía la dama.

Florencia había crecido en un hogar católico, rodeada entre tantas buenas  costumbres, valores, supersticiones, creencias de sus abuelos y antepasados, que de una u otra manera marcarían   la tradición familiar y por tanto su vida.

Florencia Lozano vivió por mucho tiempo en Eloy Alfaro o Durán,
fue parroquia rural de Guayaquil desde el 16 de octubre de 1902. El 10 de enero de 1986 se convertiría en cantón durante el gobierno del Ing. León Febres Cordero. 

En este maravilloso lugar rodeado por el río Guayas, la niña Florencia llenó su infancia de risas, sueños y misterios.
Se casó muy joven y luego de algunos años enviudó. La mujer, tomaba la pequeña mano de su hijo; le enseñaba  rezar el rosario, asistir a misa todos los domingos en iglesia de la Medalla Milagrosa en la ciudad  de Guayaquil.
Federico era hijo único. Su madre salía a buscarlo por las calles polvorientas de Durán. Lo encontraba jugando con los perros sarnosos que deambulaban sin dueño, jugaba en los charcos de lodo con barcos de papel, canicas.
Pasaba horas nadando en el río bajo el sol y la basura que flotaba como alimentos de los peces.
Regresaba a casa mugriento, casi arrastrado por su madre y hacía berrinches por no permitirle que lleve perros, gatos o sapos a la casa.

- ¡Federico entiende! no podemos llevar a casa a todos los animales que se cruzan en el camino.
-Como tú digas-
Respondía con resignación y rabia, halándose con fuerza sus cabellos.

-¡No la mates!, ¡por favor! ¡no la mates!; la última vez que había llegado una igual, tú dijiste que  murió mi papá... pero no es por ella, no le hagas daño, ¡por favor !
-¡No te asustes hijo!
-No estoy asustado mamá, me gustan las de colores, pero las negras son mucho más bellas.
- ¡Cómo puedes decir eso hijo!, estas negras son espantosas!, mejor alcánzame ese periódico, ¡no podrá escapar...! es una señal, ¡alguien va a morir! o vendrán calamidades, no se puede negar  lo innegable.
Se cuenta que Cuando Cortázar murió en París, miles de mariposas invadieron Buenos Aires.
La despedida fue el paisaje perfecto como miles de pañuelos negros agitándose en el cielo. Seguro que fue la mejor despedida para este escritor.

La madre comenzó a sollozar  tapándose la cara con sus manos, balbuceando  palabras con angustia.
-Y con esta mariposa en la casa, yo no deseo despedir a nadie.
-Pero, ¡cálmate mamá!, nadie morirá, los insectos vuelan y van por donde a ellos les da la gana y no saben nada de la vida o de la muerte, ellos viven de su libertad.
-¡Baja la voz, siempre hablas y hablas, la abuela está dormida!, ¡no le vayas a contar nada! ¡ Apúrate para que te bañes!.
-Mamá debes ser valiente, la muerte no es el fin, no seas miedosa.
-Pásame la escoba, hijo,  la bajaré la dejaremos libre, no la mataré.
-No es miedo a la muerte ni a lo que no conocemos del  más allá, es el temor a sufrir, a desprenderse de lo que amas. ¿Entiendes?
- Pero, mamá ella es inocente no tiene la culpa de nada.
¿Quién es inocente hijo... la muerte ?
-Sí, también mamá, ella también.-

La madre se acercaba con cautela, sus manos temblaban como en ocasiones anteriores; la portadora de la muerte estaba en la parte superior de las cortinas amarillas, lucía perfecta, mas se confundía entre el negro y el marrón, sus alas abiertas, desplegadas, abanico de libertad y de misterio, lucían hermosas.
Era una "ascalapha odorata" originaria de América, mal agüera,  -decían los campesinos, la gente, el pueblo- triste y solitaria, la fea y distinta, la negra, aquella mensajera del dolor, de malas noticias, enfermedades y velorios.
Para los griegos, la mariposa negra era el misticismo, sería el reflejo del alma, el interior del
yo, de lo más profundo del ser; la portadora de la buena suerte.

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⏰ Última actualización: Mar 16, 2018 ⏰

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El palpitar de los espíritus . AnabellerasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora