XIV

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E14: Cristalofobia

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E14: Cristalofobia

Javed Roosevelt se despertó desorientado. Sabía perfectamente que tenía todo el derecho de estarlo, pues, cuando abrió los ojos no se encontraba en un lugar de la tierra que él conociera. Era como tal una casa hecha de madera abandonada, la luz del sol radiante se colaba por las tablas mal colocadas en una aparente ventana pero para Javed todo estaba oscuro. Tratando de levantarse cayó estruendosamente al suelo, ahí es cuando se percató de lo demacrado que se encontraba. La barba larga, la ropa desgarrada, sus costillas notorias a través de su piel y el dolor de rodillas por no tener nada de grasa que las proteja. También, la sangre seca de su cuerpo y el hecho de que sus muñecas se encontraban atadas entre sí detrás de su espalda. Por primera vez en mucho tiempo Javed Roosevelt entró en pánico, un pánico profundo que le llegó a doler y en su desesperación y con la voz que ya no tenía, empezó a gritar, gritó tanto que se lastimó la garganta, luego cayó al suelo, golpeándose la cabeza y sintió como caía en un pozo negro, profundo y estrecho que lo lastimaba aún más.

Javed Roosevelt, se despertó por segunda vez, gritó, pensando que se encontraba en aquel mohoso lugar, pero se percató de que estaba en su escritorio, encima de su silla de cuero, con las piernas dormidas y las manos entumecidas y hormigueando. Javed Roosevelt se relajó pero eso solo duró hasta que oyó unos zapatos de tacón caminar y como la misma voz masculina de antes: —Pórtate bien.

Y en aquel mismo instante, Sandra interrumpió en su oficina y la adrenalina del doctor le permitió levantarse lo más rápido que es vida había podido, puso sus manos en el cuello de la mujer y con real furia la ahorcó, la ahorcó porque quería matarla, la ahorcó porque no tenía su droga pero más que nada, la ahorcó para saber si es que Sandra era real.

Pero Sandra luchó para poder respirar, y Javed tenía las manos ya doloridas y sentía como la garganta de Sandra se iba encogiendo, pero Sandra de algún modo se zafó y trató de respirar y Javed quedó sorprendido y en shock, con una fuerza sorprendente logró romper el piso con un puñetazo y luego se masajeó las manos, dándose de que se rompió el dedo anular. Mientras que Sandra, en la esquina más alejada de la habitación, se masajeaba el cuello y trataba de respirar normalmente, tenía lágrimas en los ojos y se sentía bastante cansada. Sin embargo, para cuando Javed se tranquilizó, Sandra estaba sentada en la silla de cuero, mirándolo sin expresión alguna, con los ojos muertos y la piel pálida.

— ¿Por qué, Javed?, ¿acaso no te dijo que te comportes?; y él la miró, con los ojos algo abiertos más de lo normal y con el dedo punzante de dolor. —Tú, tú no eres real.

Sandra dio un suspiró, se levantó y se fue caminando y el sonido que producían sus zapatos con ella. — ¡Sandra! —, y Javed Roosevelt entró en pánico por segunda vez en aquel corto periodo de tiempo. Él, que siempre había sabido absolutamente todo y que controlaba cada insignificante momento de su vida, se encontraba en una situación que no entendía y que simplemente no podía controlar. Gritó por la desesperación, por la ira, por el hecho de que nunca llegó a poder expresarse de la manera adecuada, sea cualquiera la situación, gritó porque lo necesitaba y esos gritos que eran alaridos, producían un eco que reflejaba, sobretodo, dolor y Javed Roosevelt sabía perfectamente lo que era el dolor. Así pues, después de que ya no pudo más, aventó todo lo que había a su paso, lastimándose más el dedo y fue en busca de Sandra, ya no importó que haya estado tirado en el piso suplicando por ayuda cuando se acabó su droga, o por el hecho de que no podía caminar o por aquella alucinación de la cabaña. El doctor buscaba respuestas y Sandra era la única que se encontraba con él.

Experimento FOBIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora