Capítulo 2

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Valentina observó con detenimiento la habitación que tenía ante sí: la amplia cama, hecha con pulcritud, la ropa dispuesta cuidadosamente sobre ella, las oscuras cortinas, que tapaban los ventanales, la lámpara, de la que venía toda la luz de la estancia. 

Podía oír a su hermano, trasteando en el armario que sabía que estaba en la pared a su izquierda, fuera de su marco de visión, y entonces vio como unos pantalones caían con cierta gracia sobre la cama. ¿Eran los grises? La resolución de la cámara no le dejaba apreciarlo con total exactitud.

—Mati —llamó con cierta impaciencia—. Mati...

—Acá estoy, relinda. 

De repente, su mellizo apareció frente a la pantalla del ordenador y le sonrió con calidez. La habitación de su hermano se tambaleó peligrosamente y comprendió que Vico había cogido su ordenador portátil y lo transportaba en sus manos. Cuando paró todo movimiento, vio que ahora el ordenador estaba dispuesto sobre la cama, dándole una perspectiva diferente de la habitación. Mateo cogió los pantalones  para enseñárselos. 

—¿Y? —preguntó con cierta expectación, poniéndoselos frente a las caderas para hacer visible el efecto—. ¿Qué te parece? 

—¿De verdad vas a ir vos solo? —se quejó.

Vico chasqueó la lengua con cierta frustración y se sentó en la cama. Valentina se sintió mal por volver a sacar el tema a colación, pero no podía menos que estar resentida con su flamante "cuñado". Ella había estado allí para ambos durante toda su relación, los había acompañado en su largo camino, que había ido evolucionando del más profundo sigilo a la una tímida libertad, pasando por todos y cada uno de los estadios intermedios. Siendo testigo de cada uno de sus pasos, había observado cómo sufría Dani con cada pequeño avance y cómo la felicidad de su hermano iba floreciendo con cada victoria cosechada. No era ella quien para juzgarlos, y no podía menos que admirar a Dani por conseguir superar todos sus temores, ¿pero de qué le servía salir del armario como jugador en activo si no se permitía a sí mismo disfrutar de la libertad que su nueva condición le brindaba?

—Esta es mi ilusión, no la de Dani —dijo al final Mateo.

—Ya, pero...

—Aparte —la interrumpió él—, que seamos pareja no quiere decir que tengamos que hacerlo todo juntos.

—Dale, ahora encima defendelo. —Valentina cruzó los brazos sobre su pecho en señal de reprobación. Sabía perfectamente lo que su hermano estaba haciendo, lo que había estado haciendo desde el momento en el que se había enamorado de Dani. Resopló ruidosamente, pero Mateo, aparentemente empeñado en ignorar su desagrado, volvió a mostrarle los pantalones.

—¿Y estos qué te parecen?

—¿Con esa blusa? Ni hablar. Mejor ponete los negros.

—Gracias, linda.

Su hermano cortó la comunicación, y al saberse libre de su mirada, gritó, exasperada.

—¡Ese Dani...! —siseó entre dientes.

Miró hacia su izquierda, donde un rollizo bebé dormía con placidez entre las desordenadas y frescas sábanas de su cunita.

—¿Y qué? —preguntó ella, necesitada de cierto desahogo—. ¿Qué opinás vos de todo este despelote?

Sin despertarse, la criatura soltó una sonora pedorreta.

—Sí —dijo su madre, sintiéndose más y más malhumorada por momentos—, yo pienso exactamente lo mismo.

*

Tras apagar su ordenador portátil, Mateo se dirigió al cuarto de baño para darse una rápida ducha. Luego, haciendo caso de las indicaciones de su hermana, se puso la ropa que ambos habían elegido durante su conversación a través de la pantalla. Quizás era una tontería, se dijo a sí mismo mientras se calzaba los estrechos pantalones negros, pero se sentía nervioso, como antes de una primera cita con un chico especial. «Solo voy a una discoteca, ni que fuera la primera vez. No veré nada que no haya visto antes», se dijo, en un intento de calmar el desbocado latido de su corazón. Sin embargo, no lo consiguió. Una parte de él creía —sabía— que esa noche sería especial, única, que pasaría algo significativo para su vida, aunque si lo pensaba racionalmente no se le ocurría ninguna razón por la que una noche de marcha podía ser relevante en su vida.

Una noche en el SodomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora