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Mi casa estaba un poco lejos de la de Harry, aún así dejé que me acompañara. Durante los quince o veinte minutos de camino no podía dejar de mirar al suelo, era incómodo no tener ningún tema de conversación, caminabamos lento, disfrutando del frío que nos congelaba la punta de la nariz.

Nos detuvimos frente a la puerta de mi casa, él simplemente me sonrió y dijo:

-Saluda a tu familia de mi parte-y se dió la vuelta.

Me quedé parada procesando lo que acababa de pasar, no reaccioné hasta que ví como desapareció al doblar la esquina. Los sentimientos se apoderaron de mi y comencé a llorar, no tenía idea de porque las lágrimas empezaron a resbalarse por mi rostro.

Estaba enojada, estaba triste, me sentía confundida, ¿qué se supone que debió de haber sucedido?

Recordé que debía entrar a mi casa y eso hice, me sequé las lágrimas y me comporté lo menos bebé que pude, al abrir la puerta se sintió cálido.

-Alice, ¿dónde estabas y por qué no llamaste? -gritó mi mamá desde la planta alta- No puedes ir por ahí como si te mandaras tú sola, estoy considerando seriamente no permitirte salir. Un toque de queda en esta casa, eso te hace falta...

-Perdón mami, no volverá a pasar-respondí tratando de sonar sincera.

Fui a la cocina y me encontré a mi hermano con una cerveza en la mano, por las latas que había en el bote de la basura supe que no era la primera de el día.

-Tengo que llevarte a alcohólicos anónimos o algo así Pat-dije mientras contaba las latas vacías.

-Fueron cinco, y no me las tomé yo solo-en su voz y su aliento se podía comprobar lo ebrio que estaba.

-¿Con quién tomaste? No hay nadie aqui.

-Bieeen, no me creas, yo no necesito de tu ayuda ni la de los borrachos sufridos de tu grupo.

-¿A qué hora te tomaste la primera? Cuando me llamaste te escuchabas bien. No puedes tomar tanto, ¿eres idiota?

-No soy idiota, ¿y tú eres mi mamá? Ni siquiera ella me sermonea ni me fastidia como tú, además ya tengo 18 soy mayor que tú y soy casi un adulto.

Salí de ahí muy molesta y corrí a encerrarme en mi cuarto.

Apenas eran las once y media, no estaba cansada, traté de hacer mi tarea pero no podía dejar de pensar, unos estúpidos y preciosos ojos color verde no me dejaban concentrarme, me sentí un poco culpable por preocuparme más por gustarle a un chico que por los problemas de mi propio hermano.

Cuando me quedé dormida, después de una hora, con la cara entre un libro mis sueños fueron hacia donde Harry estaba.

I can wait foreverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora