Prologo.

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11 de Noviembre, 1991.
Dublín - Irlanda.

Las calles eran frías esa noche de noviembre. Thomas caminaba por el puerto de Dublín justo como hacía todos los años en la misma fecha.

Fue hacia el muelle 5, justo detrás del embarcadero entre los containers.
Caminó unos metros hasta que oyó algo detrás de él, un repiqueteo. Se dió la vuelta para ver qué era; pero solo era la caída de las gotas de agua que se deslizaban desde la superficie de los containers hasta los charcos de agua estancada que habían a los pies de Thomas. Nada fuera de lo normal, no había porque preocuparse pensó Thomas, no es la primera vez que lo hacía y en el fondo sabía que no sería la última.

Fue al punto de encuentro, donde sabía que siempre iba a estar esa peculiar sombra esperando a que él llegue a la hora citada desde ya hacía varios años.
Siempre en el mismo lugar, a la misma hora y  la misma fecha todos los años.
Y tendía a preguntarse seguido, si lo que hacía algún día le daría lo que tanto había anhelado por tanto tiempo, quería que así fuese y que todo por lo que había peleado y todo lo malo que hizo valiese la pena.

Eso era lo que Thomas quería sin recordar exactamente desde cuando empezó a pensar en ella.
Su razón de ser, quien lo incitava a realizar tantas cosas. Cosas que nunca  habría creído ser capaz de hacer, por ella está allí: Enfrentando lo imposible para las mentes sin capacidad de creer ni soñar.
Pero aunque por muy maravilloso que sonase, era peligroso. Tan peligroso que llegaba a matarte, justo como le pasó a ella.

Caminó lentamente hacia el estrecho callejón donde la luz no llegaba pero lograba verse esa siniestra sombra que le perseguía desde ya hacía mucho tiempo. Se detuvo frente a la sombra subiendo el cuello de su gabán cubriendo gran parte del menton mientras el borde de esta le rozaba el labio inferior, sintió  una sacudida en todo su cuerpo que hizo que todas las vellosidades de su cuerpo se pusieran de punta, no podia con la tensión del lugar, era muy abrumadora para el pobre Thomas que a pesar de ya haber vivido mucho, seguía siendo  demasiado para su delgado cuerpo ya desgastado por el tiempo.

— T-te he traído lo que me pediste — Tiritaba por el frío que hacía esa noche, con el invierno ya pisándole los talones el aire de esa noche era devastador.

Escucho una siniestra risita entre la oscuridad, como la de un duende. Pero aquella sombra no era un duende, Thomas sabía perfectamente lo que era y era de temer.

Aquella sombra más oscura que el propio callejón con su postura encorvada y espalda ancha se dio la vuelta lentamente con una gran sonrisa de oreja a oreja sin dejar ver los dientes ladeó la cabeza hacia un lado resaltando sus brillantes ojos amarillos que parecían los de un cocodrilo a punto de atacar.

Thomas tragó fuerte y se apretó más contra su gabán agarrando aún más fuerte el cuello de este contra su propio cuello para que su temblar en las manos no se notará.

La silueta con una voz tétrica le hablo con una enorme sonrisa dejando a la vista sus amarillentos y afilados dientes:

— Mi querido Thomas. Presiento que lo que me has traído no es precisamente lo que quiero... No, no, no — Suelta una pequeña risita como si supiera de lo que habla.

La respiración de Thomas se altera momentáneamente y empieza a sentir un temblor en sus piernas, aprieta los dientes y trata de recuperar el control de su cuerpo sabiendo que a este monstruo no hay que mostrarle debilidad, de lo contrario tomara ventaja y será posible que te atormente y torture de la peor manera.

El ser levanta levemente la cabeza como si olfateara el aire y vuelve a reír con el mismo tono de niño travieso:

— Puedo oler el miedo en el aire mi querido Thomas. No tendrás miedo ¿O si? — Le sonríe muy abiertamente — Muéstrame lo que me has traído — Agrega extendiendo su alargada y huesuda mano hacia Thomas.

Downfall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora