Capitulo IV

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Lo mejor es caer.


Despierto en mi cama mojada hasta la médula por lo mucho que he sudado, estoy rodeada de muchas sábanas blancas que están pegadas a mi espalda y piernas. Entonces me paro y me las quito de encima.
Me detengo un momento,  inspecciono con sumo cuidado la habitación. En definitiva es mía, pero hay algo diferente.
Lo iluminada que está mi habitación me desconcierta momentáneamente y me asomo por la ventana.

Por primera vez desde que tengo memoria, puedo apreciar algo que no es en absoluto un cielo rojo sangre u oscuro como el ébano. Ahora las negras nubes se han dispersado para dejar ver un cielo azul con tonalidades púrpura, y una gran esfera brillante adorna el cielo.

En efecto es todo un escenario. El aire es fresco y siento una leve brisa que acaricia mi rostro. Este nuevo aire no huele a putrefacción ni a cosas similares. Es como sí, algo hubiera cambiado en todo Fallapse.

Me alejo de la ventana y corro a ponerme una camisa, mis jeans y unos zapatos. Corro fuera de mi habitación y rápidamente tomo mi abrigo de encima de una silla.

Entonces una voz me detiene:

— ¿A dónde vas tan rápido Arlette? — pronuncia una voz que ronronea.

Me detengo de un salto, y siento como un escalofrío sube por mi espalda y mis pies y manos se congelan momentáneamente. ¿Por qué nunca puedo tener un momento de tranquilidad?.

Escucho pisadas, algo pesadas sobre la alfombra. Entonces él hombre (porque sé que lo es) se para frente a mí, y no sabría que decir. Era bastante más alto que yo, aparentaba una mediana edad (pero no podría asegurarlo) y tenía una máscara, pero podía ver sus ojos.
Dos enormes esferas negras que me miraban fijamente.

— ¿Qué sucede Arlette, te comió la lengua el ratón? — Ronroneaba al pronunciar mi nombre.

Con todas las fuerzas que logré reunir, le pregunté:
— ¿Quién eres?.

— ¿Yo?. Nadie importante, sólo quiero que me respondas, ¿A dónde ibas? — Preguntó con firmeza.

— Eso no te incumbe.

— Oh... Claro que sí lo hace princesita, porque si a ti llegará a pasarte algo, no sabría que sería de mí — Sentí como si sonriera bajo la máscara.

Retrocedí un paso instintivamente y me quedé perpleja.

— ¿Quién carajos eres?.

— Uy. Cuida esa boquita, una princesita no hablaría así.

— ¡Deja de decirme princesita maldito depravado! — Exclamé apretando los puños.

Él entrecerro los ojos y me miró desafiante.

— Escúchame bien maldita zorra. Tú no vas a salir de este lugar queriéndolo o no. ¿Esta entendido? — Vociferó para después tomar una silla y sentarse junto a la puerta.

Me quedé atónita y lo mire por un buen rato. ¿Quién diablos es este tipo y de dónde salió?.

Enojada y asqueada camino de regreso a mi habitación. Tengo que salir de aquí, quiero salir. No puedo perderme eso que veo por la ventana.

Entonces recuerdo que en el edificio hay escaleras de emergencia en el exterior, a las cuales solo puedo acceder desde el salón (justo donde ese bravucón cuida de la puerta). Abro la ventana de mi habitación tratando de hacer el más mínimo ruido, saco mi cabeza por esta y vislumbro la escalera a casi 3 metros de donde me encuentro. Un muy pequeño borde de concreto sobresale del debajo de mi ventana y va en línea recta hacía la escalera; igual que en la parte superior de mi ventana.

Downfall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora