Capitulo III

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Recuerdos nunca recordados.


La bruma desapareció lentamente, mi visión sigue tan obscura que no puedo identificar ninguna silueta u objeto que me diga en dónde estoy. No siento mi cuerpo y nada en él me indica en qué posición me encuentro.
Solo siento como si mi mente vagará por el lugar en donde me encuentro.

De la nada una pequeña luz aparece en la estancia y la sigo. Sé que lo hago porque cada vez la veo más cerca, mas no siento como si caminara o me moviera.
Es como si levitara hacia ella.
Una vez frente a ella, un gran reflector se posó sobre mi haciendo que me dolieran los ojos por la repentina luz. Los entre cierro y trato de mirar a mi alrededor.
En el suelo, en el borde entre la luz y la completa oscuridad hay un bulto y junto a el un cúmulo de ropas desgarradas y manchadas en un color rojo carmesí. Antes de acercarme al bulto, inspecciono minuciosamente el lugar antes de ir allí.
Lentamente me muevo hacia el bulto de la estancia y empiezo a mirarlo en todos los ángulos que puedo. Logro identificar que es de un color rosa muy pálido y está retorcido, me vuelvo frente a este y me doy cuenta que hay una especie de esfera un poco deforme de donde brotan unas pequeñas fibras de color negro. Y entonces supe que ese bulto era una cuerpo, me quedé muy quieta en un estado de shock y fue cuando todo a mi alrededor cambio repentinamente siendo envuelta en todo un vórtice de colores brillantes, me sentía en medio de un huracán.

Todo empezó a compactarse a mi alrededor, dándole forma a un escenario de tonalidades verdes y un pincelado cielo de tonos grises y blancos.
Todo tomaba forma y cuando me di cuenta, estaba en medio de un camino pedregoso muy estrecho. Mire a mí alrededor y a mi misma, podía ver mis manos y mi ropa, ya poseía una forma en concreto, ya no era sólo un pensamiento perdido.
Podía sentir las afiladas piedras bajo mis pies descalzos y el suelo húmedo cubierto por una fina capa de tierra. Todo a mi alrededor eran sólo
árboles muy altos y unos más viejos que otros, podía decir que median más de 30 metros de altura, y el cielo que apenas podía ver entre las copas de los árboles era de un gris pálido.

No podía evitar sonreír por todo lo que veía. Todo era muy hermoso, aunque el lugar se veía desolado y triste, me gustaba. Nunca había estado en medio de un bosque tan verde, es más, nunca en mi vida había llegado a ver árboles tan altos, ni sentir la tierra húmeda bajo mis pies, o ver tanta hierba esparcida sin control por todas partes y tampoco llegué a ver un cielo tan iluminado.

Esto era todo un paraíso para mí.

De repente escuché el crujir de hojas secas y pisadas que iban a toda prisa, me quedé muy quieta en mi lugar tratando de predecir de donde venían aquellas pisadas. Entonces una silueta pequeña echa todo un vórtice de colores bastante chillones y una cabellera negra muy larga fuera de control con un vaivén en todos los sentidos corría en mi dirección sin intención de detenerse.
Apenas consiente de que venía en mi dirección apenas tuve tiempo de reaccionar, sabía que me estrellaría. Pero justo cuando iba a hacerme a un lado, ella pasó a través de mí. Apenas sentí su tacto contra mi persona. La chica me había traspasado y sólo pude ver cómo mi cuerpo se deshacía como si yo fuera todo un montón de polvo y me soplarán.

Me di la vuelta para ver a aquella chica que iba a toda prisa. No pude evitar sentir en el fondo cierta curiosidad y atracción. Sentí como si conociera a esa chica, así que decidí seguirla.
Eché a correr tras ella, y no me fue difícil alcanzarla y seguirle el pasó. De echo, mi peso no era más que el de una pluma.
Pronto llegamos a una pradera llena de vida con flores de todos los colores aquí y allí. Todo era verdaderamente hermoso, y no pude evitar mirar hacia arriba y ver toda una parvada de aves de colores volar hacia el bosque.
La chica freno en seco y se quedó contemplando la pradera, esperaba a algo. Pronto pude ver cómo la hierba alta se movía y una silueta se levantaba sobre esta.

Downfall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora