Capítulo 2.

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Evelyn.

Para poder iniciar con esta historia, debemos ir mas atras que hace cuatro años, iremos al inicio de todo, cuando él llego a mi vida, que es aproximadamente, unos 18 años atras.

Todo comenzó un mes de Noviembre. Tenía cuatro años cuando él apareció, con sus ojos azules, cabello castaño usualmente despeinado, pero con restos de un peinado hecho a la fuerza por su mamá, su piel clara y una cicatriz en su pecho que llegaba a su cuello, aunque a pesar de eso, siempre le restó importancia a esa »insignificante cicatriz« (que era como él se refería a ella).

Mi vida antes de su aparición no era la gran cosa, me la pasaba en casa, ya que aún no asistía a la escuela por no tenía la edad requerida para ello, sin embargo, ansiaba con asistir ya a una escuela, hacer amigos y saber que se sentía tener un maestro, pero quien me culpa, solo era una inocente niña que no tenía idea lo insoportable que era la escuela. Al entrar al preescolar, llena de sueños y esperanzas, ilusionada con hacer amigos, descubrí que no se me facilitaba hacer amigos, las primeras tres semanas, llegue a casa deprimida, porque ningún niño quería jugar conmigo, al pasar de unos meses, aprendí a jugar y comer sola, algunos niños se me acercaban, pero al cabo de un rato se iban con otros y así pasaba mis recreos: mesa (en la que comía el almuerzo que mi mamá se encargaba de prepararme cada mañana), columpios y yo. Hasta que en un recreo, él hizo acto de presencia.

El preescolar, era una escuela más que nada, para padres que trabajaban mucho y se les dificultaba el horario escolar de sus hijos, era: preescolar, primaria y secundaria juntos. Los de preescolar teníamos el recreo antes que los de la primaria, luego le seguían ellos y a lo ultimo los de secundaria, nosotros éramos los primeros en salir de clases, pero la mayoría pasábamos a una sección llamada »guardería«, la cual yo odiaba, estaba en ese lugar desde las 12 pm. Hasta las 3 pm. Que era cuando hermano mayor podía pasar por mí. A las tres secciones escolares nos dividía una cerca y se conectaban por una puerta.

Estaba sentada en la mesa donde comía mi almuerzo, el cual se basaba en un emparedado, una mandarina y un jugo de manzana. Le di la primera mordida al emparedado y mientras masticaba, intente abrir la botella de jugo, no me gustaban las botellas, se me dificultaba abrirlas. Escuche una voz y me gire.

− ¿Necesitas ayuda? –frente a mí se encontraba el niño anteriormente descrito, quien diría, que el que él se acercara ese día a mí, le daría un giro a mi corta existencia.

− Gracias pero creo que casi lo logro. ─Con las manos en sus bolsillos, se balanceaba hacia delante y atrás con la punta de sus pies. Continúe intentando abrir la botella pero no lo logre, así que extendí mi brazo hacia él, provocando que sonriera y la tomara. Golpeo el fondo de la botella y como si nada, logro abrir la botella.

− Si golpeas el fondo con la palma de tu mano, hace cierta presión hacia la tapa, lo cual hace que esta sea más fácil de sacar, bueno, eso me dijo mi papa cuando me enseño el truco. ─Tomo la botella.

− Gracias. ─Se sienta a mi lado.

− Soy Esteban. ─Me tiende su mano.

− Soy Evelyn. ─Correspondo el saludo.

− ¿Puedo hacer una pregunta? ─Pone su dedo índice sobre su barbilla, yo solo asiento mientras vuelvo a morder el emparedado.

− ¿Por qué estás sola? Todos los niños están jugando, y no es la primera vez que te veo sola.

− ¿Por qué no estás en clase si tu recreo empieza como en 15 minutos más?

− Mi papá dice que es de mala educación responder una pregunta con otra.

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