Cap. 1

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Del día que desperté mi mejor recuerdo es el de, tras abrir los ojos, ver la luna brillando en el cielo. Gigante, llena y resplandeciente como nunca la volví a ver. Con esa vista, una sensación me recorrió el cuerpo. Inexplicable, como un abrazo protector al alma. A mi alrededor no había más que paredes que no se cerraban en un techo sobre mí. Parecía ser un callejón.
Lo siguiente que sentí fue confusión. No sabía qué pasaba, ni dónde estaba. No podía recordar cómo llegué ahí ni quién era. Pero no me asusté. La luna me acogía y sentí que con ella ahí, nada malo podría pasarme. No había razón para el temor.

Claro, eso fue hace casi 10 años y desde entonces no he parado de notar las diferencias y similitudes que tengo con los humanos. Podía ver, oír, reír, hablar, tocar y hasta me veía como ellos. Pero ellos no me veían a mí, no me escuchaban, no podían tocarme, me traspasaban como si no existiera. La palabra que me vino a la mente la primera vez que pasó fue "espíritu". Otra cosa que noté también fue que ellos crecían, envejecían y morían. ¿Y yo? 10 años y sigo igual, no envejezco.

Vivir así es una sensación de lo más rara. Por ejemplo, la primera vez que vi un árbol supe inmediatamente lo que era, pero no recuerdo haber visto uno antes, o sentarme a sus pies, o escalarlo como vi que algunos niños hacían.

Niños... Tan encantadores como a veces insoportables.
Pero ese es su encanto.

Jugar con ellos es un regalo, aunque no sepan que estoy ahí. En cierto modo aprendí a jugar sin que ellos sepan. Me di cuenta que tenía cierta habilidad para encontrar juegos de cosas simples y se lo podía transmitir a los niños. Ellos hacían el resto. Donde los adultos veían una rama, yo veía una espada, y los niños montaban una historia de piratas. Y así jugaba yo, a través de ellos.

Durante 10 años fue así.
Hasta que un día los niños dejaron de sonreír.
Ese día mi camino me cruzó con dos yetis que me metieron en un saco y me arrojaron por un portal mágico.

Cuando por fin me quité la tela de la cabeza, mi confusión fue más grande que mi primer día. Y digo, ver a todos los Guardianes reunidos en una misma hora y lugar no es nada común. Pero en especial por que él estaba ahí.

Por si no lo entienden, unos semanas después de mi primer día en un clima nevado (causado por él mismo), conocí a Jack Frost. Y fue de lo más reconfortante en mi hasta entonces corta existencia. Jack me orientó, me contó que lo que me pasaba le pasó a él. También me habló de los Guardianes y lo que significaban, desde entonces siempre quise conocerlos a todos, pero nunca tuve oportunidad. Y me narró lo que pasó con Pitch Black, con quién habían combatido solo unos días antes de que yo tuviera memoria. Además me enseñó muchas cosas, como el clima nevado, el jugar con la nieve y con los niños.

La diferencia entre él y yo es que a él sí lo veían.

____: ¿Qué hago aquí?

Todo el salón era preciosamente acogedor, irradiaba un aire navideño, y no lo digo solo porque casi todo era rojo. También noté que olía a galletas recién hechas.

Jack: Esa es una pregunta que yo también me hago. ¿Por qué está ella aquí?

Fruncí el ceño. Jack y yo nos llevábamos bien aunque no nos viéramos seguido, ¿por qué se pone así?

Norte: Nada como una buena discusión para comenzar la mañana -exclamó a Jack frotándose las manos. Supongo que tuvieron una discusión antes que yo llegara-. Bienvenida al polo norte, ____. 

Giré sobre mí misma observando cada detalle, solo lograba que me encantara más. Luego recordé que prácticamente me secuestraron y aún no sabía por qué.

____: ¿Hice algo malo y se juntaron para llevarme a una prisión de caramelo? No se preocupen, si es en el taller de Santa iré encantada.

Norte me apuntó con un dedo en complicidad.

No Lo Hagas... (Jack Frost y Tu) (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora