-Hola, papá.
Saludó de vuelta, y el hombre se quitó los zapatos para dirigirse a la cocina, con el castaño detrás. Besó lo labios de su mujer como saludo y miró a su hijo con una sonrisa de nuevo. La hermana del chico también llegó, haciendo que todos se sentaran para cenar. El chico miró su plato, con desgana. Los nervios le quitaban el hambre. ¿Le decepcionaría su decisión?
-Tooru, te veo muy nervioso. ¿Pasa algo? -preguntó su padre, y el chico se sobresaltó. -Sí, definitivamente te pasa algo.
-No ha tenido un buen día, cielo. -explicó su madre, como si de un niño pequeño se tratase. Su hermana sonrió divertida sin apartar la vista de su hermano y el chico rodó los ojos.
-¿Qué ha pasado?
-Pues, tengo algo que contarte. -dijo, revolviendo la ensalada con el tenedor para evitar hacer contacto visual con su padre.
-Adelante. -dijo, confuso y Oikawa suspiró. Levantó la mirada y miró al hombre.
-Antes de nada, quiero decirte que lo siento. Y por favor, no te enfades. -dijo, sonriendo inocentemente, y su padre le miró casa vez más serio.
-¿Qué has hecho ya? -preguntó, y las miradas de su madre y hermana se unieron a mirar al chico. Tooru respiró hondo, pensando en las palabras adecuadas. -Puedes contarlo, somos tu familia. -esas palabras fueron el impulso que le faltaba y puso una expresión seria. Respiró hondo de nuevo y miró a su familia.
-He dejado el voleibol.
Cuatro palabras fueron más que suficientes para dejar a una familia en un total silencio. Los dos padres de la mesa cruzaron miradas y la hermana del chico se dedicó a buscar una explicación en su expresión. No parecían molestos, sólo confusos. Oikawa sintió todas las miradas de su familia, juzgándolo por su decisión. Lo miraban con decepción, tal y como él temía. Pero todo eso, era una simple mala pasada de su propia cabeza.
–¿Qué te ha llevado a esa decisión, hijo? –cuestionó el hombre, mirando a su hijo algo preocupado.
–Ya no podía seguir. No... Sabía seguir. –dijo, y sus manos empezaron a sudar de un momento para otro. Daba la sensación de que nadie lo estaba entendiendo.
–¿A qué te refieres? –preguntó, esta vez, su madre.
–Me refiero a que ya no siento nada por el voley. No tengo ganas ni motivación.
–¿Eso no será un mal día? –intervino su hermana mayor, dudosa, ya que jamás había visto a su hermano así. Tooru suspiró, agotado.
–Llevo meses así.
–Tooru, no debiste seguir yendo si no querías... –dijo, acariciando su mano con ternura.
–Lo sé, pero no seguía por mí. Lo hacía por ti, papá. Por Iwa-chan. Por mi equipo. –dijo, y la pareja se miró con tristeza por ver a su hijo de aquella manera. Oikawa quería seguir aclarando a sus padres, debía hacerlo. –Seguí para no decepcionar ni fallar a nadie. Siento si estos meses no he sido yo mismo. –dijo, y su hermana buscó palabras para animarle, pero no sabía que decir, ni mucho menos que hacer.
–Hijo... –murmuró su padre, tratando de sonar paternal y calmado en lugar de preocupado, pues sabía que estando así, el castaño se culparía por preocuparles. Lo que no sabía, es que el chico ya se culpaba por todo lo que ocurría.
–Lo siento.
Dicho esto, se levantó de la silla y se dirigió cabizbajo hacia su habitación, dejando el ambiente de lo más tenso. Cuando los tres restantes oyeron la puerta de arriba cerrarse, se miraron de nuevo entre ellos con la misma tristeza que antes.
No podían ayudarle y eso, para un familiar, era la peor sensación del mundo.
[...]
Otro día, uno más en una semana cualquiera durante un mes sin importancia en el que Oikawa Tooru caminaba hacia su instituto con la cabeza alta y la mirada fija en un punto, ignorando todo alrededor.
Después de aquel fin de semana donde había hablado con sus padres y hermana para dejar el club, sentía como había un peso menos en su espalda. Aunque su cuerpo en si ahora fuese un peso pesado para él.
Estaba agotado, tanto, que se pasó las clases de la mañana durmiendo en ellas. Jamás lo había hecho, pero ahora sentía la necesidad de hacerlo para tratar de sentirse menos cansado. En cuanto escuchó el timbre, cogió su almuerzo y se dirigió a la clase de su mejor amigo, que estaba por debajo de la suya. El moreno salió y se sorprendió al ver a Oikawa esperándole en la puerta con una sonrisa. Pero sintió la diferencia entre la sonrisa que hacia antes y la de ahora.
–Pensaba que no vendrías. –dijo Iwaizumi, y el castaño esbozó una sonrisa.
–Que deje el voleibol no significa que deje a mis amigos, ¿no?
–Claro que no. –respondió de inmediato, y pensó en algo que pudiese animarlo y compensar ese fin de semana donde no se habían visto. –Es más, habíamos pensado en ir a comer después de clase. ¿Te vienes?
–Nunca faltaría a algo así. –respondió, y el moreno sonrió aliviado al oír que, como mínimo, en aquellas cosas seguía queriendo participar. Su conversación fue interrumpida por unos pasos muy sonoros que se acercaban a los dos chicos.
–¡Oikawa-san! –exclamó uno de los chicos, y el susodicho se asombró de verlos allí, al igual que el mayor.
–¿Kindaichi-chan? ¿Watari-chan? ¿Kunimi-chan? ¿Pasa algo? –preguntó, sonando curioso y preocupado a la vez. Los tres chicos mencionados se pusieron serios mientras observaban al que ahora era su ex-capitán.
–Queríamos que supieses que te queremos de vuelta en el equipo. –habló Kunimi, y los otros dos asintieron tratando de no estallar en lágrimas. Oikawa se sintió terriblemente culpable por verlos así.
–Yo...
–Pero apoyamos tu decisión y esperemos que algún día puedas volver a sentir esa inspiración. –interrumpió Kindaichi, tal y como habían ensayado. El colocador esbozó una triste y conmovida sonrisa al ver a su kohais siendo tan comprensivos.
–Chicos... Gracias. –agradeció, de todo corazón.
A pesar de todo, Oikawa seguía siendo del equipo y jamás dejaría de serlo.
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Sadness. | IwaOi [PAUSADA]
FanfictionOikawa Tooru no es el frívolo chico que todos creen que es. Se dedica a actuar como si lo fuese, pero hay mucho más en él. Tristeza. Portada by @X_GreenEyes_X