Sinceramente, añoro no soñar. Siempre me había quejado un poco porque todos mis amigos tenían sueños muy raros y divertidos, y quería saber cómo se sentía.
Ahora que lo sé, quiero mi anestesia.
Son como las tres de la mañana, y no puedo dormir más de media hora. Cada vez que cierro los ojos, un torrente de imágenes de cosas que ni he hecho ni he visto en mi vida vienen a atormentarme: La mujer que siempre aparece como mi madre aunque no lo sea, un chico que se parece a mí sonriendome cálidamente, siempre llamándome "hermanita", una sala que es de color blanco de techo a suelo con una mesa en el centro, en la que hay varios recipientes de colores, yo introduciendo una contraseña... Y lo peor de todo. Siempre aparece un tipo enorme, calvo y con la nariz deforme felicitándome por, según él, cagarla hasta el fondo.
He dimitido en dormir, así que me pongo una bata y voy a la cocina.
Mi piso siempre ha sido pequeño, pero acogedor. Tiene lo justo para sobrevivir: Cocina, salón, cinco estanterías a punto de explotar por el exceso de libros acumulados, dos dormitorios con estanterías a punto de explotar por un exceso de libros y un baño.
Me dirijo hacia el salón, donde tengo el ordenador y lo abro sin demasiada gana.
Justo cuando la pantalla se enciende, un recuerdo que no me suena de nada empuja desde el fondo de mi mente:
- Javier, eres un pesado, vete a paseo por lo menos 5 minutos. - Dije yo, con voz de fastidio al chico que en sueños me llamaba hermanita.
- No me da la gana. - Dijo siguiéndome y echándose atrás un mechón de pelo rubio. A parte de que era más alto que yo y ese color de pelo tan llamativo, éramos iguales físicamente. - Te vas a acabar metiendo en problemas... Como siempre, para variar.
- Habló el tranquilo de la casa.
- Sabes que ese título lo ostenta nuestra madre, a la que le va a dar un infarto como sigas así. ¿Cómo que has entrado en el correo de...? - Justo entra en la habitación en la que habíamos entrado un señor de no más de 40 años, armado.
Y ahí termina el flashback.
Cuando vuelvo a ver normal, veo que mis dedos están apretando tan fuerte el ordenador que se me han puesto de un poco saludable color blanco, así que lo dejo en la mesa y me paso la mano por la frente, que está sudando. También noto que he empezado a hiperventilar, como si hubiera corrido maratón y media en los pocos segundos que creo que ha durado ese... ¿Recuerdo? ¿Alucinación?
Sinceramente, no sé que es peor.
Después de este pequeño episodio, decido que necesito urgentemente aire fresco, así que salgo a la calle a que me dé el aire. ¿A quién le importa que sean las 3:30 de la madrugada de un lunes?
Me visto rápidamente y me pongo los mitones de lana que me había regalado Juan en mi cumpleaños antes de salir a la calle. No sé porqué, pero siempre me había reconfortado el tacto de aquellos ya un poco deshilachados por el uso guantes sin dedos.
Salgo a toda pastilla y haciendo el menor ruido posible para que mis padres no se enteren de mis viajecitos nocturnos.
Cómo es finales de septiembre, el aire fresco no llega a ser del todo frío, así que realmente me ayuda el paseo por sitios que sé de seguro que son reales, no lo que sea que he estado viendo ayer y hoy.
Después de vagar sin rumbo fijo por lo que parece es tres cuartos de hora, acabo delante de la casa de los J, como llamo a la familia de Juan: El padre se llama Jaime, la madre Josefina (Pepa para los amigos) y los dos hijos Juan y Julia. Sí, soy terriblemente original poniendo motes.
Me dispongo a darme la vuelta cuando recuerdo las palabras que Juan me había dicho muchas veces: Da igual que hora sea, porque por culpa de mi insomnio, puedo ayudarte en cualquier instante.
En cualquier instante...
Al final, la brisa decide por mi, ya que un vaso de papel se estampa contra una ventana y se queda allí pegado.
Juan levanta la persiana y abre la ventana, para volver a bajar la persiana y coger el vaso. Justo cuando termina le da por mirar abajo y me ve a mí partiéndome de risa por sus caras mientras intentaba alcanzar al pobre recipiente.
Después de pasar la sorpresa me hace una seña para que suba. Mientras el baja (creo que mientras se intenta poner la camiseta) yo me dirijo hacia la puerta, un poco arrastrando los pies. Creo que no debería haberme dejado caer por aquí, pero bueno.
Él me abre y me mira con un poco de preocupación. Bueno, a ver, no todos los días se presenta tu mejor amiga en plena noche de lunes a martes lectivo en tu casa, y si se presenta no suele ser nada bueno.
Luego se hace a un lado y me deja pasar, pero cuando paso al lado suyo me coge como un saco de patatas y me tengo que esforzar para no reírme mientras me sube por las escaleras.
Cuando entramos en su habitación, que está toda empapelada con carteles de portadas de "El Caso", me suelta encima de su cama sin ningún tipo de ceremonia preliminar.
Yo solo me cruzo de brazos y le saco la lengua por semejante trato a la que es su presidenta.
- Bueno, ¿alguna razón mística para visitarme, o solo vienes a incordiar? - Me pregunta mientras se cruza de brazos. Realmente, quiere tirarse el día haciendo el vago, pero como su padre le obliga a hacer ejercicio, va un poco al gimnasio para poder cogerme en volandas, aunque no lo quiera admitir. Y se le está empezando a notar.
- Nada, solo que no puedo dormir... - Vaciló un poco antes de contarle la ajetreada noche que he tenido.
- Bueno, pues... Esto escapa a mi entendimiento, francamente. - Dijo él antes de sentarse en el alféizar de la ventana. - ¿Se puede saber desde cuándo los sueños pasan nada más que te duermes?
- Ah, ¿qué eso no es lo normal? - Dije ladeando la cabeza antes de darme cuenta que en efecto, según el profesor de biología, no es normal.
Él solo se da una palmada en toda la cara, claro signo de insulto y luego se tira a la cama al lado mío. ¿Porqué los ricos duermen en camas de matrimonio si solo son uno?
- Pues intenta dormir.
- Ya lo he intentado.
- Pues duerme conmigo. A lo mejor es que estás sola.
Le miro con una ceja alzada pero el parece bastante serio, así que solo me encojo de hombros e intento dormir.
Pues la verdad, no sirve de nada, así que a la media hora arropo al chico y me doy un paseo a casa.
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Operación Oeth
FantasyLa tierra es solo un lugar de recreo para los habitantes del planeta Oeth. Lo utilizan para irse de vacaciones... o de cárcel. El gobierno de este mundo está dirigido por una asamblea de gente sabia, pero muy mayor, por lo que hay gente quiere derro...