Todo ocurrió a mis 15 años, yo era el único hijo de el rey de Without Hope, un reino alejado de la mano de Dios, donde los piratas a menudo desembarcaban e intentaban quedarse con él ( por razones que desconozco). Al ser el hijo único, mi padre intentó protegerme, bueno, más al reino que a mí, de la única manera que supo. Me obligó a fingir ser una mujer, para que la gente pensara que no habría descendencia y así nadie quisiera matarme por ella.
Estaba aburrido de estar en la mansión, pero si quería salir tendría que ponerme ese dichoso vestido, por no hablar del corsé. Me recosté totalmente en la ventana, mirando el mar. Era tán hermoso... Soñaba con, algún día, poder montar en un barco, acariciar la tela blanca de las velas y vivir aventuras fuera de este pequeño, pero codiciado reino.
-¿Taemin?- Tocaron a la puerta. Sin duda ese no podía ser otro que mi padre, las sirvientas me llamaban "señorita". Odiaba que incluso ellas tubieran que creer que era una chica.
-Adelante-Me giré para ver a mi padre entrar, con paso elegante.
-Buenos días, hija- Detuvo su paso e hizo una breve reverencia.
-Hijo-Le corregí.-No hay sirvientas en este ala ahora mismo.
-Cierto, pero si pierdo la costumbre, podría equivocarme frente a ellas. Y te recuerdo que las damas no deben corregír con tanto descaro.
-Lo siento, padre- Hice una reverencia igual de breve que la suya.-Y buenos días.
-Así me gusta- Me dedicó una seca sonrisa.
-¿Se le ofrece algo más?-Pregunté, intentado que mi tono de sarcasmo no se hiciera notar.
-Si, como ya sabes, pronto será tu decimoquinto cumpleaños-Otra vez con ese rollo...La maldita fiesta de conmemoración de mi cumpleaños.-Debemos ir preparando la fiesta, quería preguntarte donde preferirías que se celebrara, si dentro de la mansión o fuero, en los jardines.
-Preferiría no celebrarla...-Mascullé entre dientes.
-Perdón, ¿qué has dicho?-Mi padre no había escuchado mi comentario, cosa que agradecí.
-E-en el jardín-Contesté rápidamente.
-Esta bien, en el jardín será. Ahora, si me disculpas.-Se retiró sin más, cerrando la puerta tras de sí.
Cumpliría 15 años dentro de dos días, y no quería una fiesta. Ya que eso implicaba ponerse un traje incomodamente elegante, hablar solo con gente de la realeza y que los solteros de mi edad que buscaban mujeres ricas y jovenes con las que casarse, me sigieran toda la noche.
Por eso solicité que fuera en los jardines, así, mientras la gente disfrutaba de la fiesta, yo podría ir al pequeño laberinto de setos y disfrutar de la intimidad.
Los dos días pasaron demasiado rápido para mi gusto, pero ya era mediodía y todo estaba preparado. Las mesas, sillas, comida, bebido...absolutamente todo, estab impoluto y como nuevo, esperando ser usado esa misma noche.
Después de darme un baño, mi padre me ordenó que vistiera un vestido blanco, apretado de cintura y un corsé de encajes. Se veía precioso puesto, pero casi no podía respirar.
-Estas preciosa-Me dijo mi padre cuando me vió bajar las grandes escaleras.-Pronto vendrán los invitados, ¿porque no miras la decoracion mientras tanto?
-Si, padre.-Fuí hacia la cocina. No me interesaba en absoluto la decoración, sin embargo si que tenía un poco de hambre. Y los pasteles que hacian en nuestra cocina eran deliciosos.
-Buenas noches, señorita-Me saludaron las cocineras, haciendo una reverencia, la cuál yo devolví.
-Buenas noches. ¿Podrían decirme que pastelería prepararon para esta noche?-Les dediqué una sonrisa.
-Jajaja, por supuesto.-Devolviendome la sonrisa, me enseñaron una bandeja llena de pasteles de todas las clases y gustos.
-Taemin, el conde ya a llegado, ¿podrías venir a saludarlo?-Me llamó mi padre.
-¡Ah!, por supuesto.-Me despedí de las cocineras y fui hacia donde estaban mi padre y el susodicho conde.
Después de presentarme a todas las personas importantes de la fiesta, mi padre se puso ha hablar de negocios, como siempre. Asi que apreveché para escapar. Fuí hacia el laberinto sn que nadie se fijara en mí. Seguro os preguntareis porque nadie se fija en la persona a la que le celebran la fiesta, simple; vienen por negocios, nada más.
En el cento del laberinto había un banco y una fuente en frente, no me costó mucho encotrarlos, ya que me sabía ese laberinto como la palma de mi mano. Me senté en el banco, bueno, mas bien fui cayendo hasta quedar tumbada en el, mirando las estrellas.
Me dediqué a identificarlas una por una, las conocía todas. Mi pasión por la navegación y el mar me habían hecho querer estudiar estas cosas.
De pronto oí un ruido, como una rama del seto más cercano a mí, rompiendose. Me incorporé, sentado en el banco y miré entre los setos por los que había entrado antes.
-Hola, princesita-me dijo el hombre frente a mí. Tenía un parche en el ojo derecho, vestía ropas desgastadas y también llevaba un trapo en la mano. Me asusté e intenté correr, pero antes de que puediera moverme más de un paso, sentí una mano en mi cintura y un golpe en la cabeza. Perdí el conocimiento, sumiendome en un profundo sueño..