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Chapter eleven | La Kryptonita perdida.






En cuclillas y sigilo caminaba por el pasillo, intentando que no me vieran los guardias y la gente de Luthor que andaban por ahí. Podía sentir mis latidos de mi corazón muy fuerte pasar por mis oídos, mi adrenalina y enojo estaba a su máximo nivel. Estaba enfadado conmigo mismo, con mi familia, con mi madre, con mi abuelo, con todo el mundo. Esa era otra razón que se sumaba para estar solo. Guardé mi arma en la parte de atrás de mi uniforme y seguí caminando.

Encontré un pasillo solitario, algo reducido, perfecto para recuperar las fuerzas.

Coloqué mi espalda contra la pared y me dejé caer al suelo, saqué de mi cinturón unas cuantas gomitas que aún conservaba de la última vez que estuve con mi padre.

Nunca es mal momento para las gomitas de ositos.

Cuando entraban en mi boca, no tenían ese sabor dulce y lleno de esa sensación que te daba por comer más, mi lengua las sentía amargas, ni una chispa de alegría o el toque del dulce que te hace levantar. Sonará una mierda, pero solo empeoraba aún más la situación en la que estaba.

Como todo mal momento, me empezaron a invadir los malos momentos de mi vida.

Mi madre jamás me quiso como se debería.

Mi abuelo solo me veía como un arma, su mejor truco bajo la manga, aun pienso que era... algo cool, pero una parte de mi desprecia ese sentimiento.

A pesar de que mi padre me haya traído de la muerte, nunca logro llegar a sus expectativas, ni siquiera se molestó en recordarse de mis cumpleaños. Me metió a una escuela con la poca esperanza que le quedaba que me convirtiera en alguien mejor ¿Y que hice? La arruine.

A los que considero mi familia, no tienen tiempo para mí, soy como una goma de mascar pegada en sus zapatos. A excepción de Alfred, él ha sido mejor familia que los demás y tal vez de Drake, él estaba muerto en ese entonces.

Mi equipo no me ve como un líder.

La gente no me quiere por lo que soy.

Soy una basura de persona.

Y mis amigos. Ni siquiera puedo confiar en nadie.

Pude sentir algo frío resbalándose en mi mejilla.

Cuando vi al suelo, una gota había caído de mí. Me sentía raro, pero quería desahogarme de la manera que no acostumbraba hacer, llorar.

Algunas otras lagrimas la siguieron.


***


—¿Cómo supiste de los rastreadores? —preguntó Jon en voz baja.

𝐁𝐎𝐘 𝐖𝐎𝐍𝐃𝐄𝐑 ━ 𝘥𝘢𝘮𝘪𝘢𝘯 𝘸𝘢𝘺𝘯𝘦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora