Nuestro trato (Popee x Kedamono) (Popee The Performer)

Capítulo 5 - El juego comienza

Capítulo 5 — • El juego comienza • —

—¡K-Keda...! —Popee jadeó asombrado mientras intentaba retirárselo de su cuerpo. Sin embargo aquel beso no había hecho más que hacerlo sentir débil. Su cuerpo se sentía demasiado sensible y su cabeza daba muchas vueltas. No se sentía como él mismo. Sintió un estremecimiento recorrerlo antes de tomarlo de la oreja y alejarlo de él al no agradarle la idea de ser la "víctima". Frunció el ceño entre incrédulo y claramente irritado ante el gruñido que recibió ante su acción—. ¿Qué crees que haces?

—¿Mmm~? Yo solo.... —Kedamono balbuceó temblando muy notablemente como si se estuviese conteniendo. Su máscara se miraba con un rostro atontado, sonrojado y con un hilo de baba escurriendo. Posó ambas patas sobre los hombros del menor mientras movía su cola de un lado a otro de manera inconsciente—. Quiero jugar... —Jadeó antes de cerrar sus ojos sintiendo su mente perderse ante el calor que empezaba a nublarle todos sus sentidos.

—¿Q-Quieres jugar? —Preguntó sorprendido e incrédulo viendo a su único "amigo" desesperado. Sacudió su cabeza al pensar en otras cosas, sonrió de manera maliciosa antes de abalanzarse sobre el lobo aprovechando su descuido. Se sentó sobre él antes de mirarlo fijamente—. Juguemos entonces, Ke-da-mo-no~ —Dijo por sílabas antes de empezar a acariciar su pecho y estómago de manera suave.

—¡E-Espe...! —Se estremeció de manera brusca mientras tensaba todo su cuerpo al no estar acostumbrado a esa clase de caricias. Su cola se enroscaba y se movía intentando contener aquellas emociones que empezaban a invadirlo. Nunca había sentido aquel sentimiento tan llenadero y desesperante, no sabía como reaccionar. Su máscara cayo revelando una en el momento exacto en que un gemido escapaba. Avergonzado tapó su máscara nueva con ambas patas.

Deseaba poder enterrarse en algún lugar con una buena cubeta de alitas de pollo. Eso sonaba bien demasiado bien.

—¿Quién eres tú para darme ordenes? -Preguntó Popee de forma chula sintiéndose con poder al tenerlo debajo de él retorciéndose como el eslabón débil que era, a comparación de él mismo claro. Se removió amoldándose mejor sobre el cuerpo tembloroso, algo incómodo se acomodo en el estómago al no sentir correcto ir más abajo—. ¿Desesperado? —Sonrió de forma burlona ignorando aquel pensamiento anterior ladeando su rostro para una mejor visibilidad.

—¡N-No yo...! —Ahogó un gemido pasando su máscara a una ya completamente roja con sus ojos completamente llorosos. Sentía su piel sensible y el tener a ese chico rubio brillante ante los rayos del sol detrás de él dedicándole esa sonrisa terroríficamente atrayente, no podía más que sentir como estaba a punto de perder el conocimiento—. ¡E-Estamos al aire libre!

Toda acción paró ante aquella afirmación.

—Quejumbroso —Respondió Popee viendo a todos lados de forma seria aunque sintiéndose internamente avergonzado por haber olvidado ese detalle al haberse dejado llevar. Volteó su cabeza hacia su costado queriendo dejar de sentirse tan incómodo. Un tic comenzó a golpear fuertemente en su ojo izquierdo. Papi los estaba viendo detrás de un arbusto que se encontraba tan visible que si no hubiese estado tan pendiente de Kedamono se hubiera dado cuenta al instante.

—Ignórame, ¡tú puedes tigre! Lo siento, ¡Tú puedes conejito! —Papi lo animó con una risita completamente inocente llevando carteles donde colocaba el nombre del ship de su hijo y Kedamono. Sonrió completamente emocionado, ellos dos se miraban tan lindos que no podía más que sentirse orgulloso. No se dejaría intimidar por aquella mirada asesina del chico rebelde que tenía como hijo.

—¿Acaso viste todas las máscaras que mostró Kedamono todo este tiempo? —Preguntó Popee levantándose mientras al mismo tiempo acomodaba aquellos mechones rubios que se habían salido tras aquel ajetreo dentro de su traje. Suspiró un par de veces volteando dándole la espalda a Kedamono y la cara a su padre. Sonrió de la forma más "tranquila" que podía. Podía sentir sus mejillas doler de lo grande que era su sonrisa—. ¿Estuviste aquí desde que llegue?