Cecile creyó que si le decía a su mejor amigo que lo amaba, terminarían juntos y serían felices por siempre, pero Damien la rechazó de la forma más cruel, así que tuvo que construir su corazón de nuevo y esconderlo para que nadie viera los rasguños...
ESTA HISTORIA VA A SER EDITADA (O SEA QUE PUEDO QUITAR O AGREGAR COSAS), POR ESO LA SUBIRÉ DE NUEVO :) Gracias por esperarla.
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—Dime algo... —empezó a pronunciar lo que creí que sería uno de sus interesantes discursos filosóficos.
En ocasiones a Damien le gustaba perderse en la niebla de sus pensamientos y no le daba miedo pronunciar delante de mí un montón de cosas sin sentido que otros sin duda tacharían de extrañas, por eso era mi amigo, me gustaba ser rara con él.
Frikis: eso repetían los chicos cuando caminábamos por los pasillos cargando nuestros libros y hablando de lo que se nos ocurriera, en ocasiones temas simples como nuestras lecturas o complejos. A veces hablaba de la creación del universo, de las moléculas creando seres vivos, de que si un ser supremo conocía nuestro destino entonces no éramos libres y habíamos sido engañados; otras veces decía que la pizza con piña era un sacrilegio, ese era su debate favorito y el más divertido.
Jamás nos aburríamos, no importaba qué tan absurdo fuera el tema.
A mí no me importaba lo que otros dijeran, pero a él a veces le afectaban las críticas, las burlas de un cúmulo de chicos que seguro se sacaban los mocos cuando nadie veía. Por ese motivo se guardaba las charlas especiales para mí, algo que agradecía.
Solíamos escondernos detrás de las gradas de la secundaria o nos apartábamos del mundo subiendo al tejado de mi casa, a escondidas para que mis padres no nos regañaran, se nos pasaban las horas sin darnos cuenta, contando las estrellas e imaginando que algún día volaríamos en naves espaciales blandiendo sables de La Fuerza.
—Algo —interrumpí sonriendo de lado. Damien giró los ojos e intentó esconder su sonrisilla, era un chico lindo a pesar de que su rostro estaba cubierto de acné, tenía los ojos de un color entre el azul y el verde, ciertas veces se veían más azules, otras parecían dos árboles fosforescentes.
—Muy graciosa. —Bufó entre dientes. Se aclaró la garganta a continuación y se puso serio—. ¿Prefieres perdonar la traición de un amigo o la infidelidad de una pareja?
—La infidelidad, sin duda —dije. Su mandíbula se desencajó, me miró anonadado.
—¿Por qué si es tu amigo y el otro seguro es un patán? —cuestionó arrugando la frente.
—Por eso mismo, porque si fuera mi amigo no me traicionaría, un amigo jamás haría eso, ¿no crees? No podría perdonarlo porque estaría depositando toda mi confianza —solté con pasión, sintiendo las palabras dentro de mi pecho—. Tú eres mi amigo, el mejor de todos, sé que jamás me traicionarás.
—Oh, nunca lo haré. —Afirmó sacudiendo la cabeza—. Si lo hiciera creo que me torturarías toda la vida, eres malévola.
Fingió un escalofrío, su acto me hizo carcajear.
—Me conoces bien —murmuré sonriendo.
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