Primer Día

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Narra Lex:

El despertador sonó.
Un chirrido irritante que todos los días me levantaba.
Pero hoy era diferente. Hoy era mi primer día de clases.
Me senté en mi cama y solté un largo bostezo. No me sentía cómodo levantándome a esa hora.
Me miré a mi mismo. Mi pelaje blanco estaba siendo tapado por la piyama azul celeste que me había puesto antenoche. Le pegué un manotazo al despertador para que hiciera silencio.
Me puse de pie y me dirigí al closet. Me quité la piyama, quedando en ropa interior.
Como había dicho, mi pelaje es blanco, con un diseño de tres franjas azules en la espalda. Mis ojos son también azules.
Tomé mi ropa, unos jeans algo deslavados y una playera de cuello redondo, y me la puse pensando. No era mucho de hacer amigos, como antes.
Cuando estaba en la primaria, tenía una gran cantidad de amigos... pero cuando me mudé, perdí el contacto con muchos de ellos.
Terminé de vestirme para bajar a desayunar.
Mi madre estaba cocinando una tortilla española para mí y mi hermana. Ella era una zorro de pelaje similar al mío, pero con el diseño y los ojos de color morado. La gente dice que me parezco más a mi mamá que a mi papá. Pero en personalidad somos muy diferentes.
Mi hermana al parecer no había bajado. Suele levantarse mas tarde porque ella aún va en la primaria.
Mamá notó mi presencia y me volteó a ver, sonriendo.
—Buenos días Lex —dijo ella con su voz cordial.
—Buenos días —respondí algo desganado.
—¿Cómo amaneciste hoy? —me preguntó mamá.
Tuve la tentación de decirle "acostado", pero no tuve las agallas.
—Bien... supongo —me acerqué a una silla y me senté en ella.
—¿Listo para tu primer día en la preparatoria? —dijo ella de regreso.
—Pues... eso supongo —dije. No me sentía con muchas ganas de ir, pero tenía que.
—Pero no irás a la escuela con el estómago vacío —dijo mamá acercándose con un plato, en él, estaba la tortilla española que ella cocinó—. Disfruta, hijo.
Mamá siempre es cariñosa, aunque solo la veo en la mañana y antes de dormir, ya que trabaja en las mañanas, mi papá siempre está de viaje, así que casi nunca lo veo.
Mientras comía, empecé a pensar.
Era mi primer día en la preparatoria, honestamente, sí estaba un poco nervioso, pero no me debería preocupar por ello. Pasaré inadvertido, como todos los años.
Al acabar el desayuno, tomé mi mochila y mi llave para ir a la parada de autobús.
Esperaba al lado de un par de lobos machos con pinta de ir a la escuela. Ambos estaban enfrascados en una conversación, sonriendo, riendo y compartiendo puntos de vista. Pero algo que no vi venir es que los dos se dieron un beso, aún ignorando mi presencia.
Me sentí un poco incómodo por dos cosas. Uno, una pareja se estaba besando justo frente a mis narices; y dos, ambos eran machos.
Y... uf, tengo que admitirlo.
Soy gay.
Pero... no soy de esas personas que les guste expresarlo en todo momento. De hecho, casi nunca lo expreso.
Se estuvieron besando hasta que el autobús de otro colegio. Ambos se subieron al autobús y se sentaron juntos, entonces fue cuando se fue.
Me quedé solo en la penumbra antes de revisar mi móvil. Eran las 6:30 AM. Aún era temprano, pero entraba a las siete de la mañana.
Unos minutos después, llego mi bus, a diferencia del autobús de los lobos, el nuestro era gris con franjas amarillas cortas en el lateral. Tenía el nombre de la escuela: Preparatoria Alfred Preston. Abreviado como PAW.
Subí al autobús y me senté en un asiento junto a la ventanilla, realmente esperaba que nadie se sentara al lado de mí.
El autobús avanzó mientras yo veía el paisaje. Era lo de siempre, las mismas casas, el mismo camino. La preparatoria quedaba justo enfrente de la secundaria a la que solía ir.
El autobús hizo una parada frente a una casa, entró, para mi sorpresa, un humano. Llevaba puesta una chamarra negra con capucha, una bufanda, unos jeans y unos zapatos.
La mayoría de los furries de la ciudad no compran zapatos, puesto a que las almohadillas de nuestros pies funcionan como tal, y que algunos de ellos tienen garras que terminan rompiendo el zapato.
El humano se sentó justo al lado mío, le miré con curiosidad, nunca había visto un humano en mi vida, quizá se acababa de mudar.
El joven tenía los ojos como la plata, que miraban al su móvil mientras buscaba una canción en Spotify. Su piel era morena y su rostro alargado y fino.
Lo admito, era guapo, pero no lo conocía.
Lo dejé con sus asuntos mientras veía en la ventana. Ya estábamos cerca, pasamos al lado de un cedro de alto tamaño.
Unos segundos después, el autobús se detuvo, los furries y el humano empezaron a bajar. Yo me quedé al último para que los demás bajaran. Finalmente bajé, la escuela era más grande de lo que recordaba, varios alumnos caminaban directo al interior, otros, solo se que daban hablando en el exterior.
Yo fui directamente al pasillo principal. Me acerqué a uno de los prefectos.
—Disculpe —dije.
—¿Sí? —el prefecto se volteó, era un venado de cola blanca, con pelaje ocre claro. Sus ojos eran verdes.
—¿Me podría decir dónde está el salón de Primer Semestre B? —pregunté.
—Al fondo del pasillo, dos puertas a la derecha —dijo él.
—Gracias —hice un gesto con la cabeza antes de ponerme a avanzar.
Dios, soy muy, pero muy enamoradizo. Si veo un macho guapo, me le quedo viendo, a veces me siento como un idiota.
Me dirigí a donde dijo el prefecto, el salón tenía el letrero de I°A en la pared encima de la puerta, esta estaba entornada, así que entré.
Una pelota de papel me pegó en el hocico.Parpadeé un poco antes de darme cuenta.
El salón estaba hecho un desbarajuste total.
Unas chicas estaban chismorreando en el rincón, algunos machos estaban correteando, dos parejas se estaban besando, una a plena vista, la otra tras el escritorio.
El único que parecía normal era un chico, el humano del autobús, quien estaba leyendo una revista que decía Muy Interesante en la portada.
Sus ojos semejantes a la plata no apartaban la vista del trozo de papel. Había un asiento al lado de él.
Dudé un segundo. Pero no había otro lugar donde sentarse, así que, con un tanto de pena, me senté a su lado.
Leí la portada de la revista: decía "Mundo Gamer" en grandes letras blancas, había algo también acerca de humanos albinos, algo que me sorprendió. Pensaba que solos los furries padecían albinismo.
Me incliné para intentar leer algún pasaje, pero estaba muy lejos.
Pero con mi mala suerte, siempre sucede algo.
Al intentar acercarme más, mi pata resbaló de la paleta y caí al suelo con un rotundo y sonoro golpe.
Cuando mi visión dejó de mostrar estrellas, me di cuenta de que el humano me estaba viendo fijamente.
—Oh... hola —solté, sonriendo seguramente como un idiota.
No hubo respuesta inmediata.
—Ey —dijo entonces—. Ten cuidado, compañero.
El joven se paró de su silla y se dirigió a mi.
Seguramente en ese momento tenía la cara tan roja como una cereza. Pero lo único que veía eran esos ojos de plata.
Reaccioné cuando el joven me extendió la mano.
Dudé un segundo, pero finalmente acepte la ayuda del humano, quien me ayudó a levantarme.
—¿Estás bien? —me preguntó.
—Sí —respondí—. Lo estoy.
—Vaya caída tuviste compañero —me dio tres palmadas en la espalda que me terminaron doliendo.
Siseé un poco por el dolor. Sí que tenía fuerza.
—S-Sí... —no podría concentrarme más que en sus ojos.
—¿Qué estabas haciendo? No creo que te hallas dormido —dijo, no sonreía pero su voz era cordial. Algo que me daba algo de confianza.
—Quería... leer un poco de tu revista —dije con timidez.
Me quedó viendo unos momentos, luego, sonrió. Extendió su mano con la revista.
—Puedes leerla.
—¿E-Estás seguro?
—Claro.
Tímidamente tomé la revista y me senté en mi lugar, el humano de los ojos de plata se sentó en su sitio mientras sacaba una libreta de su mochila, se puso a dibujar unos garabatos, tenía curiosidad de saber que hacía, pero era muy tímido para acercarme propiamente a él.
Es decir, él vino a mí, no yo a él.
Le di tantas vueltas al asunto que no me di cuenta cuando llegó el profesor.
—Muy buenos días clase —dijo el profesor, que era un venado, con una voz fuerte—. Al parecer tenemos una incorporación nueva al grupo, joven Jeyne, ¿quisiera presentarse?
Me quedé quieto por varios segundos.
No soy nada bueno hablando en público. Mi voz siempre tiembla y yo tiemblo igual.
—¿Señor Jeyne?
—S-Sí, voy...
Me puse de pie y caminé lentamente hacia el pizarrón para presentarme. ¿Tenía miedo? Sí, de que me juzgaran.
No soy de esos chicos que puedan soportar la presión grupal. O cualquier tipo de presión.
Una vez durante un examen, me puse tan nervioso que terminé haciendo garabatos ilegibles en lugar de respuestas. Obviamente reprobé aquel test.
Cuando llegué al frente, hablé.
—H-Hola... m-me llamo Alexander J-Jeyne —jugueteaba con mis pulgares ante la mirada atenta de todos mis compañeros—. P-Pero me podéis decir Lex.
—Bueno, Lex —dijo el profesor—. Puedes volver a tu sitio.
Llegué a mi banca. Cuando me senté, sentí un dolor punzante en mi trasero.
—¡Auch! —me puse de pie rápidamente y me di cuenta que lo causó.
Una chinche. La cual, estaba clavada en mi trasero.
El salón entero estalló en carcajadas.
Mi cara la sentía ardiendo de la vergüenza que sentía.
El profesor azotó el borrador contra el pizarrón.
 —¡¿Quién fue el responsable de esa jugarreta?!—preguntó el profesor con voz amenazante.
Todo el mundo se calló, un can que estaba a unos asientos de mí, sonreía con malicia.
—Ya que nadie lo admite, les dejaré tarea extra.
Todo el mundo se puso a quejarse, incluso el perro que había puesto la chinche en mi banca.
Cosa que me recordó que todavía tenía esa cosa en mi trasero.
La saqué, no dolió mucho. Me senté de nuevo justo para el comienzo de la clase.

Vale, primer capítulo.

Espero que lo halláis disfrutado, dejen sus comentarios y opiniones, sean buenas o malas (pero tampoco seáis unos capullos) y si les gusto, compartidla.

Gracias por leer.

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2018 ⏰

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