El aire frío de la noche lo encerraba en su enojo, le hacía calentar sus manos con su aliento, y su cuerpo abrigado se volvía pequeño. Su nariz, roja y seca estaba, y sus labios agrietados murmuraban malhumorados. Estaba recostado sobre una baranda, miraba con nostalgia hacia la luna, que era tapada por los edificios más grandes de su ciudad. Su parpadear era lento. De repente dejó de hacerlo por un momento, y quedó inerte, perdido en el paisaje que contemplaba, concentrado en guardar ese momento por siempre.
Sobre la terraza del edificio frente a él, se notaba una silueta en uno de los extremos. Abría los brazos, como si estuviera libre. Seguía observando, sus labios estaban entreabiertos, y sus ojos fijos sobre la escena, que parecía intrigarlo cada vez más.
La silueta se sentó sobre el extremo del edificio, sus piernas estaban en el aire, y las movía de manera burlesca, divirtiéndose mientras sus brazos se hacían hacia atrás, su pecho quedaba inclinado, y observaba la luna, como lo hacía el joven hace unos instantes.
El joven mordió sus labios, se atiborró en su bufanda, que cubría todo su cuello y su mentón, y se cruzó de brazos. Se sentó en el frío suelo, cubierto de restos de nieve, agua congelada, y siguió observando la silueta, que por alguna razón, le proporcionaba una extraña calma.
Para él era como un pequeño monstruo más de la sociedad, que parecía ser libre, y se encontraba allí, aquél día, sólo para que él la contemplara, pero luego se iría, y no volvería a verla más.
Eso pasaba por su cabeza, que aún seguía aturdida por la rabia y la ira, pero su respiración se volvía más leve.
La silueta se paró sobre el extremo, y miró hacia abajo. El chico abrió su boca, y sus brillantes ojos de color negro claro, se abrieron turbulentos ante lo que veía. Su oscuro pelo se mecía por la fuerte brisa, siendo arrastrado, junto a su bufanda y las puntas de su abrigo. Estiró su brazo derecho en dirección hacia aquella silueta, que parecía estar convencida de hacer algo malo. Incluso para él, que realmente no era una persona ejemplar, aquello a lo que se disponía esa sombra, estaba mal.
Se quedó en silencio.
La silueta no dejaba de mirar hacia el vacío, la iluminada calle dejó que se note su falda, allí arriba, a lo lejos. El joven no prestaba atención, y seguía observando atónito.
De repente, la silueta se volvió a sentar sobre el extremo del edificio, la terraza, y ésta vez observó al chico, que bajó sus hombros rígidos por los nervios. Lo saludó con su mano derecha, la movía de derecha a izquierda, parecía feliz.
_Es… estúpida. Muy estúpida. —Pensó el joven.
Por la cabeza del joven adolescente, pasaban muchos insultos, pero la preocupación en su pecho se había disipado, y él era consciente de que así estaba mejor. Tal vez, por un momento pensó que vería a alguien morir frente a sus ojos, y es normal que un simple humano se interese en ver algo así, al menos una vez en su vida. Le daba intriga, mucha.
Se sintió aliviado, muy aliviado. Miró fijamente a la silueta, que aún movía sus piernas en las alturas, y asintió levemente con su cabeza.
Pensó en subir a la terraza de aquél edificio, y sermonearla de alguna manera, pero llegó a la conclusión de que no le incumbía para nada. Sabía que él ni siquiera debía estar allí, simplemente debía marcharse y olvidarse de todo.
Si algo debía hacer, era preocuparse por sus asuntos, que lo tenían cautivo de una ira indomable.
Volteó hacia la baranda una vez más, y miró hacia el lago, contempló las aguas casi congeladas de su ciudad. Miró de reojo una vez más sobre el edificio, pero la silueta ya no estaba allí, se había ido.
Hizo un gesto, como burlándose, y a la vez riéndose. Tal vez parecía sarcasmo, porque en ese momento, lo que más deseaba era tener el valor que aquella silueta le demostró en sólo unos instantes.
Presionó fuerte el tubo que sostenía sus codos, y luego lo golpeó con sus palmas. Chasqueó la lengua enfadado, y comenzó a caminar rumbo a quién sabe dónde.
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Y es así como se detuvo el tiempo
Teen FictionUna detestable persecución de agonia desde el más allá...