Capítulo 2.

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Maxon

Dos días después de la reunión con Ricardo, conduzco a su casa tras su haber leído su mensaje diciendo que tenía lo que le pedí.

Estoy en un alto esperando que la luz cambiara su color al verde cuando por el altavoz comienza a sonar una llamada y veo que es mi hermano.

— Hola, Nicholas —digo al descolgar.

— Adivina quien se casará en unos meses —me dice a modo de respuesta.

Frunzo el ceño y como si su cara estuviera en la pantalla doy una mirada.

— No me digas que Sebastian. Leí en Internet que está saliendo con una modelo sueca.

— Ese imbécil es un repelente a todo lo que se trate de relaciones formales y eso. Esa modelo le durará como mucho un mes y después se cansará de ella —me dice haciéndome sonreír—. El que se casará soy yo, imbécil.

Alzo las cejas impresionado con lo que dice.

— ¿Al fin lograste embarazarla? —le pregunto mirando como finalmente el semáforo sede.

— No —responde con molestia, Puedo imaginar cómo pone su cara de enojo—. No aun, pero eso es algo en lo que sigo trabajando. Al parecer no se le olvida nunca el puto parche y en la ducha lo he tratado de quitar, pero siempre se da cuenta que no lo trae y se pone otro.

— No es tonta, hermanito.

— No —suspira—. Supongo que le haré la jugada en la luna de miel. Estoy seguro que conseguiré ser padre para esas fechas.

— Te deseo toda la suerte, hermano —sonrío—. Tal vez deberías simplemente pedírselo y listo.

— No querrá —contesta con un suspiro—. Quiere estudiar cocina y no quiere que nada se interponga en su camino a los estudios.

— Siempre puede estudiar desde casa —opino—. Y más si es cocina. Consigue a un chef, que sólo vaya a presentar los exámenes y listo. La tienes para ti las veinticuatro horas del día.

Sabía lo acaparador que era mi hermano. Ambos compartíamos ese defecto y el ser posesivos, lo habíamos aprendido de mi padre. Siempre nos decía que no dejáramos que nadie tocara lo nuestro o tratara de llevárselo.

— No había pensado en esa idea.

— Pues ve viendo qué harás. Ya casi entras a los cuarenta, te vuelves viejo...

— Cállate, Maxon —gruñe—. A Kimberly no le interesa mi edad.

— Pero si yo no digo por ella —le digo—. Lo digo por tu desempeño. La edad se lo lleva.

— ¡Eres un hijo de puta!

Suelto una carcajada al escuchar que Nick se enoja.

— Es la verdad.

— No sé porque te sigo el puto juego —me dice molesto—. Tú y los demás lo único que hacen es joderme con eso.

— Es sólo una broma.

— Vete a la mierda —contesta e incluso imagino como me hace el corte de manga—. Será mejor que cuelgue. No falta mucho para que Kimberly salga del baño.

— Suerte con ese bebé.

— Gracias —responde. La línea se queda en silencio hasta que Nick me pregunta—: ¿Ya sabes algo de ella?

— Nada nuevo —respondo dejando de sonreír—. Ya sabes. Lo mismo de siempre. La gente llama, dicen que la vieron y mandamos a alguien a ver si es cierto, pero al final siempre es lo mismo. Se equivocan.

Dulce tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora