Capítulo 4

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Otra vez la misma pesadilla. Sabía que estaba soñando, su interior se lo advertía, pero saberlo no la hacía inmune a la brutalidad de los recuerdos.

De nuevo todo el proceso. Las cadenas, sus alas, Lucifer con aquella frialdad suya, la sangre goteando cada vez más cercana a ella… Pero algo cambió de repente. Justo cuando las gotas de la oscura sangre de su hermano tocaron sus labios, pudo ver a Caspiel recostado de la pared al fondo con los brazos cruzados y un brillo extraño en sus ojos de carbón.

Abrió los ojos, sintiéndose traicionada y perdida. Percibió el ardor de las lágrimas pidiendo ser liberadas en la parte trasera de sus cristalinos orbes, pero había aprendido su lección, ahora no podía darse el lujo de llorar por cada cosa— como hacía antes— no con la agobiante sed que hacerlo le producía.

Una pequeña mano cayó pesadamente sobre su rostro, haciendo que su tristeza fuera reemplazada por el fugaz dolor de su pómulo. Miró a su lado y se encontró con la cabeza de Zafan incrustada en su hombro. Sus cortos mechones rubios con raíces negras estaban desordenados mientras dormía boca abajo con una pierna y un brazo colgando fuera de la cama. El cómo ese niño podía descansar de tal manera, desafiaba el entendimiento de Luzbel.

Se levantó de la cama con cuidado de no despertar al pequeño y recordó la única vez que había descansado entre los brazos de Caspiel. Milenios habían pasado, pero aún lo recordaba como si hubiese sido el día anterior. Fue tierno de tu parte dejarme recuperar energías en tus brazos luego de estar tres meses batallando contra demonios sin descanso. Me vigilaste durante tres días sin ni siquiera moverte del lugar.

Caspiel.

El maldito estuvo allí cuando la convirtieron en una abominación para los ojos de su Padre. Su furia y dolor regresaron de inmediato al recordar su pesadilla y el rostro de ese desgraciado mientras observaba como la destruían. Rechinó los dientes, deseando tenerlo de frente para desgarrar su bonito cuello y deleitarse viéndolo sufrir.

—Así que aquí se encontraba —La profunda voz del Caído la sorprendió de pronto—. Me tuviste preocupado por unos minutos, niño travieso —susurró el demonio mientras acariciaba suavemente el cabello de Zafan.

¡Ah, pero si le estaba poniendo la oportunidad que deseaba en bandeja de plata!

—Necesito hablar contigo a solas —dijo ella caminando hacia afuera y cerrando la puerta en silencio cuando él salió de la habitación—. ¡Maldito bastardo! ¡Estabas ahí y no hiciste NADA para ayudarme! —gritó, empujándolo con fuerza contra la pared del pasillo.

Tomado por sorpresa, Gaap necesitó unos minutos para comprender de qué rayos Luzbel le estaba hablando. La sujetó de los hombros y los teletransportó a ambos hasta su recámara. Ella se lanzó en su contra, pero antes que llegara hasta él, cadenas que refulgían como oro líquido, salieron disparadas de la pared al fondo del cuarto hasta amarrarla de pies y manos.

—¿Cadenas angelicales? —chilló la chica mientras forcejeaba contra sus ataduras metálicas.

—Ángeles no fue lo único que tu hermano se llevó del Cielo —Gaap le lanzó un guiño antes de continuar como si conversaran de manera normal —. Estas le fueron regaladas a cada uno de los gobernadores infernales para disciplinar a los demonios rebeldes. No podrás escaparte sin importar lo que intentes y sólo yo puedo liberarte.

—¿Qué me harás ahora? ¿Torturarme como hizo Lucifer mientras tú disfrutabas del show?

—Déjame explicarte…

—No quiero oír tus excusas baratas —Lo cortó ella de inmediato.

Él se acercó y le sostuvo el rostro mientras apretaba sus dientes, tratando de controlar su ira. Primero lo golpeaba y ahora lo mandaba a callar. ¿Quién se creía que era?

Maldición Eterna [Los Últimos Días #0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora