Capitulo 30

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Cierro los ojos mientras respiro con profundidad, mis manos están entrelazadas en mi regazo y mis pies están unidos, teniendo las piernas flexionadas, inhalo y exhalo, buscando un poco de relajación en un lugar que cada día me hace plantear si mis muertos están en una zona más favorable que yo, viva.

Mis hombros relajados y la espalda están tan rectas que considero que estando a la normalidad parezco un jorobado, hace bastante que el plano de la tierra ha desaparecido y mi mente proyecta un paisaje que ansío presenciar, lamentablemente eso ya no será posible considerando los sucesos acontecidos; Casi puedo percibir el olor característico de mi hogar, y no hablo del arca, bueno, sí, pero había un lugar en específico donde me sentía cómoda, en paz, y eso era mi habitación, la que compartía con mi madre, más tarde sola, una sensación de compañía, de calor y solidaridad, sonará estúpido, pero es con lo que único puedo relacionarlo, olor a casa.

Están en lo cierto al pensar que nunca me gustó salir más allá del colegio y una que otra actividad reglamentaria, más por el consejo/obligación de mi madre que por gusto, ya que repito, no soy altruista. Me encantaba pasear por los únicos pasillos que conocía hasta llegar a la hermosa habitación de un científico, astrónomo, y claro, hay muchas personas que para vivir en el arca tienen que saber de esto, ya que de eso se basaba la supervivencia; pero él, un hombre ya viejo, sin hijos y con una vida que se podría catalogar como ermitaño tuvo la buena intención de enseñarme, de crear en mí un conocimiento y pasión, el arte de las flores, el arte de las estrellas, el arte de la química, y también el arte del pasado, William Silvers, el hombre que me mantiene respirando aun cuando él ha dejado de hacerlo.

— ¿Anais? —cada recuerdo colapsa y de un momento a otro ya no estoy en el arca, si no en el presente, inhalo con lentitud, tratando de llenar todos mis pulmones con aire limpio.

— ¿Octavia ha llegado? —le pregunto al pecoso, abriendo los ojos por fin, encontrándome con una camiseta gris ajustada a su figura, debajo del pantalón azul marino, tiene ladeada la cabeza y la mano derecha apoyada en el palo de al medio de la carpa que mantiene todo en pie, él asiente, frunciendo ligeramente el ceño.

— ¿Por qué estás sentada en el escritorio y tienes tu carpa tan desordenada?- pregunta, acercándose y recogiendo las figuras pequeñas talladas de madera que me mantienen entretenida. Me siento en la mesa y dejo mis pies en la silla, el ruloso me mira regañándome con ésta, me está pidiendo que salga de ahí para ordenar.

—Es más cómodo que el suelo— subo mis cejas junto a mis hombros.

— ¿No podías estar haciendo "eso" en tu cama?- hace una ademán como un circulo cuando dice "eso", y además, al final señala con el dedo índice el pseudo colchón que yace ahí.

—Estaba meditando, es relajante—me muevo hasta que mi trasero queda al borde de la tabla y ya toco el piso— Y bueno, podría, sí, pero es más sensacional hacer esto cuando estás en altura— como ya tiene espacio suficiente, ordena las figuras a lo largo de la madera, no entiendo que categoría está usando para calificarlos, pero se demora más de lo normal para pensar que los coloca aleatoriamente.

—Quieren atacarnos, han empezado a movilizarse— cambia de tema abruptamente, lo que provoca que voltee a observarlo con asombro.

—Ya... Y Lincoln no ha tiene la cura ¿cierto? —Asiente, suspiro, pensando las probabilidades— Bien, tenemos armas, más no sabemos cuántos son y pensar que son una especie de bárbaros y civilizadamente no desarrollados es una idea no tan aceptable, considerando que estamos igual o peor— paso mi mano por mi cabello, peinándolo para atrás.

—Pensamos que van a venir por el puente— apoya, dándome más información.

— ¿El de la junta? —de nuevo, asiente.

Ángel -Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora